Capítulo 16: La llave ❤️ (Parte 1)

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A medida que la noche avanzaba, Penelope no podía dejar de mirar el reloj. Cada segundo que pasaba parecía una eternidad, pero también la acercaba más al momento en que estaría a solas con Colin, en un lugar donde nadie podría interrumpirlos. Esta noche marcaría un antes y un después en su relación.

El plan de Penelope y Varley funcionó con precisión. Pasadas las doce, Colin entró por la puerta principal de la casa Featherington con pasos firmes pero silenciosos. La mansión estaba en completo silencio, salvo por el leve crujir de las maderas bajo sus botas. Siguiendo las instrucciones de Penelope, se dirigió directamente al antiguo despacho del difunto Lord Featherington.

El cuarto, cerrado desde hacía años, tenía un aire de misterio. Colin cerró la puerta tras de sí, observando la habitación iluminada por la tenue luz de una lámpara de aceite que alguien, seguramente Varley, había dejado encendida. El ambiente olía a madera envejecida y un leve rastro de polvo, pero era cálido y acogedor.

Apenas un par de minutos después, la puerta se abrió con un suave chirrido. Penelope entró, cerrándola detrás de ella con cuidado. Colin, que estaba de pie junto al escritorio, la miró con una mezcla de sorpresa y curiosidad. Lo que más le desconcertó fue verla en camisón, un delicado atuendo de seda que dejaba ver su silueta de una manera que nunca había imaginado. El camisón era sencillo pero hermoso, de un tono crema que resaltaba la calidez de su piel.

Penelope cerró la puerta con llave, el clic resonando en la habitación como un latido. Luego, con una mirada resuelta, se giró hacia Colin, quien parecía congelado en su lugar.

—Penelope... —comenzó a decir, pero su voz se quedó atrapada en su garganta.

Ella lo interrumpió, levantando una mano.

—No digas nada aún, Colin. Necesito hablar, y necesito que me escuches primero.

Colin asintió lentamente, sin apartar la vista de ella. Había algo en la forma en que Penelope lo miraba, una mezcla de determinación y vulnerabilidad, que lo hizo entender que esta noche era importante, quizá más de lo que había imaginado.

Penelope respiró hondo, reuniendo todo su valor antes de hablar.

—Hoy, mi madre intentó prepararme para nuestra vida como marido y mujer —comenzó, su voz temblando ligeramente—. Me dijo cosas... cosas que no puedo aceptar como ciertas. Me dijo que como mujer no debería esperar disfrutar de nuestra vida íntima, que mi único propósito es darte hijos y ser sumisa a ti. Y... Colin, yo no puedo creer que eso sea lo que tú esperas de mí.

La sorpresa en el rostro de Colin fue evidente. Dio un paso hacia ella, pero Penelope levantó una mano nuevamente, pidiendo espacio para terminar.

—Siempre has sido respetuoso conmigo, cariñoso, y me has hecho sentir amada de una manera que nunca creí posible. Pero las palabras de mi madre... me hicieron dudar, no de ti, sino de lo que sé sobre lo que significa un matrimonio. —Se detuvo un momento, su voz más suave—. Necesito que me digas qué esperas de mí, Colin. Necesito saber que lo que compartiremos será más que un deber, más que una obligación.

Colin dio otro paso hacia ella, esta vez sin detenerse. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, tomó sus manos con delicadeza y la miró directamente a los ojos.

—Penelope, lo que espero de ti es lo que ya me has dado: tu corazón, tu confianza, tu amor. No quiero que te sientas como si estuvieras cumpliendo con un deber, porque para mí, estar contigo nunca será una obligación. Será un privilegio.

Penelope sintió cómo las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos, pero Colin continuó, su voz firme y llena de emoción.

—Nuestra vida juntos será exactamente eso: nuestra. No la de tu madre, ni la de la sociedad, ni la de nadie más. No quiero una esposa que se sienta sumisa o sacrificada. Quiero una compañera, alguien con quien reír, compartir, y sí, alguien con quien... disfrutar cada momento, en todos los sentidos.

El accidente que me olvidóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora