Fantasma

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Stefano cometió un pequeño error, el de decirle a su hermano menor, quien esperaba fuera de la corte, que Carlo había asistido al juicio y que justo ahora lo tenía acorralado en los baños. No fue consciente de su falla hasta que era muy tarde y su mensaje ya marcaba "leído".

Santino irrumpió en los sanitarios como un rayo y pasó llevándose a Carlo con la fuerza de un puñetazo.

—¡Maldita sea, Santino! —gritó el exiliado tirado en el piso, limpiándose el labio ensangrentado.

—Maldito tú, bastardo —bramó él tomándolo por las solapas del traje y levantándolo con fuerza del suelo. Estampó el cuerpo de Carlo contra la pared como si fuera un muñeco de papel, este gruñó por el duro golpe que sufrió su espalda—. Maldito traidor de mierda —escupió a su cara.

—Santino, baja la puta voz —murmuró su hermano en tono de advertencia, parándose tras él—. Cálmate, alguien puede entrar y empeorarlo todo.

—¿Así que tú eras el traidor, hijo de puta? —siguió hablándole de modo amenazador, a un volumen bajo y grave. Carlo no flaqueaba ante su mirada airosa—. ¿No tuviste suficiente con el castigo de tu familia? ¿Quieres morir? Yo puedo cumplir tu deseo, justo aquí.

—Santino, ya basta.

—No soy ningún traidor —respondió Carlo con la mandíbula apretada, tratando de quitar las manos de Santino de su cuello. Su cara se enrojecía cada vez más y las venas se marcaban en su frente.

—¿No? ¿Y por qué tratas de escapar, bastardo?.

—Porque me estás asfixiando, imbécil —pronunció con el poco aire que le quedaba.

Santinó lo soltó y cayó al piso inhalando ruidosamente con la mano en el cuello. Stefano miró a su hermano con desaprobación, sacudiendo la cabeza.

—¿Qué? Sigue siendo un traidor.

—¡Que no soy un traidor! Ya no —su atacante lo miró con burla desde arriba. La cara de Stefano no reflejaba confianza tampoco—. No me importa lo que piensen. Vine a hablar con mi prima, no con ustedes.

—¿Y por qué saliste corriendo de la sala? —lo cuestionó Stefano.

La respuesta se quedó en la punta de su lengua, cerró la boca al escuchar pasos tras la puerta, sus dos acompañantes también dieron un respingo temiendo que entrara un civil. El alivio fue de todos cuando, al abrirse la madera, apareció Angela con Neilan a sus espaldas, quien puso seguro a la perilla.

Angela pensaba decir muchas cosas antes de llegar, pero una arcada fue lo primero que salió de su boca. Los demás no tenían el olfato igual de sensible que ella, su nariz captó el asqueroso olor a orina debajo de todo ese aromatizante y el asco brotó de inmediato.

—Ugh —se cubrió la nariz y los labios con la palma—. Apesta aquí.

—Bienvenida al baño de caballeros —sonrió Santino abriendo los brazos.

—Caballeros mi c-

—Cara —la detuvo Neilan. No le agradaba la idea de que mencionara su lindo culo frente a otros.

—Como sea. Aclaremos esto rápido.

Su mirada coincidió con la de Carlo, que yacía aún sentado sobre el azulejo blanco del piso. Fue extraño el sentimiento que la embargó al verlo de nuevo, una sensación de lejanía con un toque melancólico, como si décadas hubieran pasado cuando en realidad eran meses; pero dado el modo en el que separaron caminos, era de esperarse que el reencuentro tuviera la misma pizca de amargura que tiene el chocolate negro. ¿Tendría también el gusto dulce de ese tipo de chocolate?.

Angela ● abogada de la Mafia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora