Hipocampo

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Jason:

El olor a café recién hecho llenaba el aire mientras revisaba las imágenes que había capturado el día anterior. Mi equipo descansaba desordenadamente sobre la mesa de la pequeña sala del centro de sismografía, y el reloj en la pared marcaba las 12:45 p.m.

El resto del equipo ya se había dispersado para almorzar, pero yo seguía sentado, repasando las notas de la mañana y ajustando detalles de las tomas que habíamos planificado.

Este documental era mi primer proyecto como codirector. Antes, mi vida profesional había girado exclusivamente alrededor de la fotografía, capturando instantes que contaban historias por sí mismos. Ahora tenía la responsabilidad de crear una narrativa visual completa junto con otro director, y aunque el reto me emocionaba, no podía negar que el peso de la responsabilidad a veces me quitaba el sueño.

Hoy, sin embargo, no eran los temblores ni las grietas lo que me robaba la tranquilidad. Era Jules

Levanté la vista hacia el reloj. Era justo la hora en que solía llamarla. Una especie de costumbre que habíamos establecido desde que empezó este proyecto y ella volvió a San Francisco.

Apreté el teléfono en mi mano mientras decidía si debía marcar su número. No quería agobiarla, pero tampoco podía ignorar esa sensación persistente de que algo estaba mal.

Jules no era la misma desde su accidente. Y aunque ella fingía que todo estaba bajo control, yo podía ver las pequeñas grietas: la manera en que se quedaba en silencio demasiado tiempo, las dudas que titilaban en sus ojos cuando hablábamos de sus recuerdos que no regresanan... y ahora, para colmo, Conrad, de a poco volvía al acecho. El hecho de que Amy trabajará junto a mi, para mi era una señal clara, aunque no pudiese probarlo.

Pensar en ese idiota me revolvía el estómago. Sabía que Jules podía manejarse sola, pero la presencia de un manipulador como él en su vida me preocupaba. Conrad no se detenía ante nada para conseguir lo que quería, y su objetivo era Jules.

Suspiré, pasándome una mano por el cabello, y finalmente marqué.

-Jay-Jay -contestó, su voz suave pero con un toque de alegría.

-Hola, nena... ¿todo bien?

-Sí... Bueno, creo que sí. Ha sido un día un poco raro, pero estoy bien. ¿Tú? ¿Cómo va el documental? -preguntó, intentando sonar casual.

-Tranquilo. Me quedé en el cuarto de edición adelantando trabajo. Almuerzo aquí solo, en paz. Y por cierto, gracias... Vi que dejaste comida preparada en el refrigerador. Me la llevé antes de que Aaron me la quitara. Está deliciosa -respondí, sonriendo mientras mordía un pedazo del pastel de fresa.

Amaba esos detalles de Jules y odiaba que mi hermano siempre intentara robármelos.

-Ah, me alegra que la hayas llevado... ¿El pastel también? Te fuiste temprano, y yo aún dormía. No tuve tiempo de dártelo, por eso el cartel, para que Aaron no lo comiera -respondió, y noté a través de la línea que sonreía.

-El pastel fue lo primero que tomé. Sabes que no comparto tu pastel de fresa. Es perfecto. Pero oye, dijiste que era un día raro. Te noto algo seria. ¿Qué pasa, Jules? -pregunté, antes de que el tema se diluyera en la conversación.

-Ah... Sí, es que no tuve tiempo de hablar contigo anoche. Y bueno, no sé si te va a gustar, y no tuve tiempo, pero juro que sé lo que hago y... -balbuceaba rápido, nerviosa, algo que no era común en ella.

-Julia, detente. Respira, tómate un segundo. Me estás asustando. Siempre hemos hablado de todo, lindo o feo. Puedes decirme lo que sea. ¿Qué pasa, nena? Sea lo que sea, podemos con esto. Juntos. -Hablé con calma, pero su tono me preocupaba.

Desearía...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora