Era una noche tranquila en Washington, pero para Jacqueline Briggs, las calles del sector residencial parecían estar envueltas en una atmósfera diferente. Caminaba con confianza, como siempre, consciente de su entorno pero sin demostrar miedo. Sin embargo, detrás de ella, acechando desde un callejón oscuro, un hombre la observaba con ojos calculadores.
El criminal, un abusador serial con una sonrisa torcida, salió de las sombras y la interceptó, tomándola por sorpresa. O eso creía.
—Tal como me gustan... —dijo con voz áspera—. Morenitas... caderonas...
Jacqui se detuvo y giró lentamente hacia él, con una expresión de fingida inocencia.
—¿Oh no... en serio? —respondió, con su tono lleno de sarcasmo—. Déjame adivinar, ¿te gusto entonces?
El hombre sonrió aún más ampliamente, confiado en su control de la situación.
—Y boconas...
Jacqui cruzó los brazos, disfrutando de la interacción mucho más de lo que él esperaba. No se dejaba intimidar, aunque en el fondo quería moler a golpes al hijo de puta.
—¿Boconas, eh? Bueno, qué pena, porque también soy dura de roer.
Antes de que el hombre pudiera responder, un grito resonó en la calle, congelándolo en su lugar.
—¡GET OVER HERE!
El kunai de Hanzo Hasashi, el legendario Scorpion, atravesó la noche y se clavó en el pecho del acosador, arrastrándolo hacia las sombras con una fuerza implacable. En cuestión de segundos, el hombre cayó al suelo, inmóvil.
Jacqui se giró rápidamente, con los ojos bien abiertos.
—¿Maestro Hasashi? —preguntó, reconociendo de inmediato al espectral guerrero que emergía de las sombras, su figura envuelta en su característico aura de fuego y cenizas.
Hanzo guardó su kunai y se acercó, su mirada firme pero calmada.
—Te dije que tus enemigos serían los nuestros al casarte con mi protegido.
Jacqui suspiró, pasando una mano por su cabello.
—Lo tenía controlado, ¿sabes?
Hanzo asintió ligeramente, aunque su expresión no mostró remordimiento alguno.
—Fue una muestra de lealtad.
Jacqui levantó una ceja, claramente no impresionada.
—Está bien, pero en este país hay leyes, maestro. No puedes simplemente matarlo.
Hanzo, con su habitual tono grave, respondió sin titubear.
—Manchar tu honor era razón suficiente para merecerlo. Y los americanos son blandos con los tipos como ese.
Jacqui soltó una risa seca, cruzando los brazos.
—Tal vez, pero aquí intentamos hacer las cosas diferente.
Hanzo inclinó la cabeza, como si considerara sus palabras, pero no pareció demasiado convencido.
—Diferente no siempre significa mejor.
Jacqui suspiró nuevamente, aunque no pudo evitar una pequeña sonrisa.
—Lo sé, maestro. Pero gracias, de todos modos.
Hanzo dio un paso atrás, desapareciendo lentamente en las sombras, pero no sin antes dejar una última advertencia.
—Recuerda, Jacqui. Mientras tengas nuestro lazo, Scorpion siempre estará vigilando.
Y con eso, desapareció en una nube de cenizas, dejando a Jacqui sola en la calle, observando el cuerpo del criminal que yacía a sus pies.
—Genial —murmuró para sí misma—. Ahora tengo que explicar esto a las autoridades.
Con una mezcla de exasperación y gratitud, Jacqui continuó su camino, sabiendo que, aunque los métodos de Hanzo fueran extremos, no estaba sola.
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One Shots random de Mortal Kombat
HumorAcompaña a Liu Kang y Kung Lao cuidando a los iniciados en el Templo Shaolin, ríete con las locuras de Johnny Cage en sus fiestas extravagantes, y llora con los héroes en momentos de pérdida y sacrificio. El contenido va dirigido de fans para fans