Los cagadones de Johnny #6

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La casa estaba en silencio, salvo por el ruido de un gato maullando con un tono que parecía deliberadamente dramático. Sonya Blade estaba de pie con los brazos cruzados, mirando con incredulidad al gato esponjoso que ahora ocupaba un lugar privilegiado en el sofá. Frente a ella, Johnny Cage trataba de explicarse con su mejor cara de niño arrepentido.

— ... —Sonya simplemente lo miró, esperando alguna excusa razonable.

Johnny levantó las manos como si eso pudiera calmar la situación.

— En mi defensa, me dejaste sin supervisión. —dijo con una sonrisa nerviosa.

Sonya arqueó una ceja y soltó un suspiro cargado de frustración.

— ¡Eres un adulto, Cage! —respondió, intentando mantenerse calmada.

Johnny señaló al gato, que en ese momento estaba jugando con un cojín de diseño caro.

— Un adulto... al que dejaste sin supervisión. —replicó Johnny, como si eso lo justificara todo.

Sonya se pasó una mano por la cara, intentando procesar la situación.

— ¿Y por eso gastaste 800 dólares en un maldito gato de raza? —preguntó finalmente, sin poder creer lo que acababa de decir.

Johnny, como si el gasto hubiera sido la mejor inversión de su vida, señaló al gato con orgullo.

— ¡Soundwave superior! —declaró, con un entusiasmo desbordante mientras el gato lo miraba con algo que Sonya juraría era complicidad.

Sonya lo miró fijamente por varios segundos antes de darse la vuelta.

— No sé si quiero divorciarme o felicitarte por lograr algo tan increíblemente estúpido.

Johnny sonrió triunfante mientras Soundwave saltaba a su regazo.

— Voy a tomar eso como un cumplido.

18 horas después, llegando del cuartel, Sonya Blade abrió la puerta de su casa, esperando encontrar el caos habitual de vivir con Johnny Cage. Sin embargo, lo que vio superó cualquier expectativa. Gatos. Gatos por todas partes. Gatos en el sofá, gatos en las mesas, gatos en los estantes, e incluso uno maullando felizmente desde la lámpara del comedor.

Sonya cerró los ojos, respiró hondo y exhaló lentamente antes de gritar:

— ¡CAGE!

Desde la cocina, Johnny apareció con una bandeja de latas de comida para gatos y una sonrisa nerviosa.

— ¡Hey, cariño! ¿Cómo estuvo tu día? —preguntó, como si el mundo no se hubiera convertido en un santuario felino.

Sonya señaló a los gatos, sin molestarse en articular palabras. Uno de ellos aprovechó para subirse a su hombro y maullar como si estuviera corroborando su indignación.

— ¡Soundwave se sentía solito! —explicó Johnny, encogiéndose de hombros.

Sonya arqueó una ceja y lanzó una mirada que podría haber asustado a un Tarkatano.

— ¿Y decidiste traer a toda la franquicia de los Transformers a nuestra casa?

Johnny soltó una carcajada incómoda y levantó un dedo como si fuera a explicar algo brillante.

— Técnicamente... no son todos. ¡Aún faltan Megatron y Optimus Prime!

Sonya no respondió. Sólo lo miró en silencio, con una mezcla de furia y resignación, mientras otro gato intentaba robarle la gorra.

— Cage, si crees que voy a vivir rodeada de estos peludos —dijo, mientras un tercer gato empezaba a rascar su bota—, te juro que los transformo en abrigos antes de que termine el día.

Johnny levantó las manos en señal de paz y empezó a recoger gatos.

— ¡Tranquila, Sonya! Mira, son adorables. Este se llama Starscream. ¡Tiene una gran personalidad!

Sonya suspiró profundamente, mirando a su esposo con incredulidad mientras un gato intentaba meterse en su bolso.

— Cage, tienes 24 horas para encontrarles hogar. O te mando a ti con ellos.

— ¡Espera, espera! No podemos abandonarlos. ¡Soundwave los necesita! —respondió Johnny, mientras uno de los gatos mordisqueaba su cinturón.

Sonya señaló a la puerta, sin decir una palabra más. Johnny tragó saliva.

— Ok, ok... ¿Qué tal si me das... 48 horas? ¿Y te prometo que me desharé de los gatos que no tengan un nombre genial?

Sonya levantó la mano, interrumpiendo.

— Cage. 24 horas. Ni un minuto más.

Mientras salía de la sala, dejó una última advertencia:

— Y si llego a ver a cualquier maldito cybertroniano aquí, tú y Soundwave van a dormir en la calle.

Johnny observó a los gatos que lo rodeaban y suspiró.

— Bueno, chicos... parece que vamos a necesitar un milagro.

Mas tarde, Johnny Cage se desplomó en el sofá, agotado después de su titánica tarea de reubicar a los gatos. Soundwave, su amado gato de raza, ronroneaba felizmente en su regazo. Sonya Blade entró a la sala con los brazos cruzados, evaluando la situación con una ceja arqueada.

— ¿Entonces? —preguntó, esperando una explicación.

Johnny levantó una mano, aún jadeando.

— Bien... Kotal se quedó con uno. Dice que los Osh-Tekk creen que los gatos traen equilibrio espiritual o algo así.

Sonya asintió, sorprendida de que Kotal tuviera un lado sensible.

— Nightwolf tomó otros 10. Dijo que "los espíritus animales" estaban complacidos. No sé si me estaba tomando el pelo, pero los cargó a todos como si fueran cachorros de lobo.

— Y los demás, ¿qué pasó con ellos?

Johnny tragó saliva, un poco nervioso.

— Bueno, Kung Lao pidió uno para su sobrino... pero, ya sabes, no confío en los asiáticos.

Sonya cerró los ojos, contando mentalmente hasta diez, pero finalmente se rindió y dejó escapar una risa ligera.

— Johnny, eres increíblemente... tú.

Johnny sonrió, orgulloso.

— Gracias, cielo. Sabía que lo lograría.

Sonya le dio un beso en la frente, señalando a Soundwave.

— Bien hecho, Cage. Pero este se queda bajo mi supervisión, ¿entendido?

Johnny asintió rápidamente, levantando a Soundwave como si fuera Simba en El Rey León.

— Soundwave superior.

Sonya suspiró, pero con una leve sonrisa, dejando a su esposo disfrutar de su pequeña victoria... mientras esperaba el próximo desastre que Johnny traería a sus vidas.

One Shots random de Mortal KombatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora