El turista ruidoso

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Johnny Cage nunca había sido muy conocido por su paciencia, y mucho menos por su respeto a las normas. Así que, cuando decidió pasar unas vacaciones turísticas en Henan, China, visitando el famoso templo Shaolin, no tenía ni idea de lo que le esperaba. Como era de esperarse, en cuanto vio el ambiente tranquilo y espiritual, pensó que sería un lugar perfecto para relajarse... sin saber que las reglas del templo incluían, entre otras cosas, el silencio absoluto.

Johnny llegó al templo como si estuviera en una película de acción. Con gafas de sol, una camiseta con su propio rostro en ella, y una mochila llena de snacks, se acercó a un pequeño grupo de niños que Liu Kang y Kung Lao estaban entrenando en meditación.

—¡Hola, chicos! ¡¿Cómo están!? —gritó Johnny, emocionado de hacer su entrada triunfal.

Inmediatamente, los niños se quedaron en silencio, observando el caos que acababa de entrar al sagrado recinto. Liu Kang y Kung Lao, sin embargo, no dijeron nada. Sus rostros se mantuvieron impasibles mientras Johnny seguía hablando como si estuviera en una sesión de firma de autógrafos.

De repente, Kung Lao, con una expresión de desaprobación, se acercó a Johnny sin decir palabra alguna y levantó un palo de madera. Sin previo aviso, le dio un azote en la espalda.

—¡OUCH! ¡¿Qué demonios?! —gritó Johnny, saltando hacia atrás, mirando a Kung Lao con incredulidad.

Kung Lao, como si nada hubiera pasado, lo miró fijamente y permaneció en silencio. Al ver que Johnny no se callaba, le dio otro azote, esta vez más fuerte.

—¡OUCH! ¡¿Por qué?! —gritó Johnny, agachándose y tocándose la espalda adolorida.

Liu Kang, que seguía meditando, no hizo ni un gesto, pero su mirada fulminante fue suficiente para que Johnny entendiera que estaba en un terreno peligroso. Sin embargo, su ego era más grande que el dolor en su espalda.

—¡Vamos, chicos! ¡No sean tan serios! ¡Estoy aquí para...! —Antes de que pudiera terminar la frase, Kung Lao le dio otro azote sin decir palabra alguna.

—¡AUCH! ¡¡PAREEEEEN!! —gritó Johnny, tratando de esquivar el palo, pero sin éxito. Cada vez que hablaba, Kung Lao le daba otro azote, más fuerte que el anterior.

El caos continuó hasta que, por fin, un grupo de turistas comenzó a acercarse al templo, hablando en voz alta y tomando fotos. Johnny, aunque ya adolorido, se sintió aliviado al ver que no era el único ruido que rompía el silencio.

Kung Lao, sin perder su compostura ni decir palabra alguna, sacó un trozo de papel y comenzó a escribir tranquilamente.

Cuando terminó, lo levantó con calma y lo mostró a los turistas, que seguían haciendo ruido.

El letrero decía: "Lugar culturalmente considerado sagrado. Se recomienda, por respeto a nuestras tradiciones, tratar de hacer el menor ruido posible. Muchas gracias."

Johnny, viendo la situación, intentó aliviar el ambiente.

—¡Ay, por favor! —se quejó. —¡Miren, Kung Lao está tan molesto que...! —En ese momento, Kung Lao levantó el palo de madera, dándole otro azote en la espalda.

—¡¿QUÉ TE PASA, HERMANO!? —Johnny saltó al ver el tercer golpe, pero Kung Lao lo ignoró completamente.

Finalmente, Johnny se encogió de hombros y se quedó en silencio, mirando cómo los turistas comenzaban a leer el letrero.

Liu Kang, sin mover un músculo, rompió el silencio luego de llevarlo a un lugar apartado con una sonrisa apenas perceptible.

—Cuando se trata de respeto, Johnny, no hay lugar para el show —dijo Liu Kang, sin necesidad de levantar la voz.

Johnny, con la espalda aún ardiendo, miró a Kung Lao, que finalmente había decidido dar un respiro, pero le dio una mirada fulminante.

—¿No me digas que tú también te vas a quedar ahí en silencio, Lao? —preguntó Johnny, con un tono irónico, pero Kung Lao permaneció en su postura, sin inmutarse.

Al final, Johnny, vencido por el agotamiento de los azotes y el ambiente solemne del templo, decidió finalmente callarse. Al menos por ahora. Sin embargo, mientras los turistas continuaban haciendo ruido, teniendo que ser amablemente calmados por Liu Kang, y él se retiraba hacia una esquina, Johnny murmuró para sí mismo:

—¿¡Vas a dejar que estos tipos griten mientras yo...!?

Antes de que pudiera continuar su queja, Kung Lao se levantó de nuevo, tomando su palo de madera, pero esta vez no le dio otro golpe a Johnny. Solo lo miró de manera que Johnny entendió perfectamente: el silencio era la regla, y él solo era un invitado.

Johnny suspiró y decidió finalmente poner un poco de respeto.

—¡Voy a hacer yoga, esto es ridículo! —murmuró, mientras se retiraba... Pero, por supuesto, el sonido de sus pasos no pasó desapercibido para el estricto Kung Lao.

One Shots random de Mortal KombatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora