27 ; c o l d b e d s a n d s e l f i s h n e s s

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A la mañana siguiente, Cassie se despertó con algunos rayos de sol rebeldes que se colaban a través de la ventana, iluminando su rostro con una suavidad cálida. Se estiró lentamente, aún medio adormecida, pero al instante, unos flashes de la noche anterior inundaron su mente. La cercanía de Theodore, el calor de su cuerpo, los suaves besos en su cuello, sabía que no había pasado nada mas que aquello pero aun así no podía evitar sentirse nerviosa al respecto. Todo comenzó a resurgir en su memoria, como una película que no podía detener.

Su corazón dio un vuelco al recordar esos momentos intensos, pero, al mismo tiempo, un sentimiento de confusión la invadió. Se recostó de nuevo sobre la almohada, tratando de ahogar los pensamientos que la desbordaban. Miró a su lado, esperando ver la presencia del castaño adormilada, pero en su lugar, la cama estaba vacía. Las sábanas, que aún conservaban el frescor de la noche, estaban frías y sin ningún rastro del muchacho. La habitación parecía en completo silencio, como si todo lo sucedido no hubiera sido más que un sueño, una fantasía producto de su mente.

Un leve suspiro escapó de sus labios mientras se incorporaba y observaba los alrededores. ¿Había estado Theodore allí la noche pasada, o todo había sido una mala jugada de su cabeza, alimentada por el estrés y la tensión acumulada? Aquel vacío a su lado parecía confirmar sus dudas. Ninguna huella de lo que había ocurrido, salvo el eco de sus propios pensamientos.

Cassie pasó una mano por su rostro, intentando aclarar su mente. Quizá solo estaba imaginando cosas, o tal vez la situación la había confundido más de lo que pensaba. Decidió no darle más vueltas, convencida de que su cabeza quizá había exagerado la cercanía.

Aquella teoría se vino abajo cuando, al girar la cabeza para mirar a su mesa de luz, vio algo que no esperaba. Allí, junto a la lámpara, había una pequeña carta. La reconoció al instante: el papel era sencillo, pero bien doblado, como si hubiera sido cuidadosamente colocado en ese lugar.
Cassie se acercó con cautela, como si temiera que al tocarla, la carta se desvaneciera en el aire. Con los dedos algo temblorosos, la levantó y notó que el papel tenía un ligero aroma a su loción favorita, algo que, extrañamente, la hizo sentirse más cercana a Theodore.
La carta estaba cerrada con un pliegue sencillo, sin ningún tipo de adorno, y al abrirla, las palabras escritas con letra prolija aparecieron frente a ella.

"Tuve que irme temprano a ayudar a Blaise con el desastre que dejó en el cuarto anoche tras su alocada reunión.

Aunque las ganas de quedarme no faltaron, mia ragazza.

Pd; ¿Sabías que babeas cuando duermes? Adorable.

Theo."

Las últimas palabras la hicieron sonrojar de inmediato. Se llevó una mano a la boca, asimilando que, en algún momento de la noche, no solo había estado sumida en sus propios pensamientos, sino que también había sido observada con una mirada que era a la vez divertida y descarada. Con un suspiro, Cassie dejó la carta sobre la cama y comenzó a prepararse para su día escolar, mientras una sonrisa involuntaria comenzaba a aparecer en sus labios. Algo en su interior sabía que lo que había sucedido entre ellos esa noche aún no estaba resuelto.

Mientras tanto, Theodore avanzaba con pasos firmes por el vasto campo de Quidditch, su mirada fija en cierto rubio, quien ya estaba de pie cerca de los postes de anotación, observando el campo vacío y a sus compañeros volar por los aires en sus escobas. El sol brillaba con fuerza esa mañana, pero no lograba despejar la pesadez que colgaba en el aire entre los dos jóvenes. El viento sacudía ligeramente las hojas de los árboles cercanos, pero el castaño no prestó atención a nada de eso. Su mente estaba enfocada en una sola cosa: la conversación que quedaba pendiente entre él y Draco.

𝑴𝑰𝑨 𝑹𝑨𝑮𝑨𝒁𝒁𝑨  ──  ᴛʜᴇᴏᴅᴏʀᴇ ɴᴏᴛᴛDonde viven las historias. Descúbrelo ahora