28 ; i n d i f f e r e n c e

2.5K 210 22
                                        

 

La mañana comenzaba con un aire frío y húmedo que se colaba por los corredores del castillo, haciendo eco entre las paredes de piedra. Cassie caminaba con pasos apresurados, su túnica ondeando detrás de ella mientras las primeras luces del día se filtraban por los vitrales. Había pasado el desayuno inquieta, su mirada continuamente buscando a Theodore en la mesa de Slytherin. Pero él no apareció, y ahora, con unos minutos libres antes de su primera clase, decidió encontrarlo.

Su intuición la llevó a los jardines, donde el rocío de la noche aún brillaba sobre el césped. Allí, bajo el viejo roble cerca del lago, lo vio. Theodore estaba recostado contra el tronco, con un cigarrillo entre los dedos y la mirada fija en algún punto invisible entre la neblina matutina. Su cabello desordenado parecía más rebelde de lo usual, y la manera en que sostenía el cigarrillo, con una mezcla de despreocupación y arrogancia, hacía que todo en él irradiara un encanto difícil de ignorar.

Cassie se detuvo un momento, observándolo. El corazón le latía rápido, aunque no entendía bien por qué. Respiró hondo, recobrando la compostura, y caminó hacia él con decisión.

— No sabía que fumar tan temprano se había vuelto parte de tu rutina matutina — dijo, su tono ligero pero curioso, deteniéndose a unos pasos de distancia.

Theodore levantó la mirada hacia ella. Por un instante, sus ojos reflejaron algo parecido a la sorpresa, pero pronto se tiñeron de frialdad. Dio una última calada al cigarrillo antes de apagarlo contra el tronco del árbol, dejando una mancha oscura en la corteza.

— ¿Qué haces aquí, Cassie? — preguntó con una voz que sonaba tan cortante como el frío aire de la mañana.

Cassie parpadeó, desconcertada. Esa frialdad no era lo que esperaba.

— Solo quería hablar contigo — respondió, cruzándose de brazos como si eso pudiera protegerla de la repentina distancia entre ellos.

Theodore arqueó una ceja, su expresión indiferente.

— Bueno, aquí estoy. Habla rápido. Tengo cosas que hacer.

El tono despreocupado y mordaz de sus palabras la hizo fruncir el ceño. Algo estaba mal, y no se trataba solo de su actitud, sino de la forma en que evitaba mirarla directamente.

— ¿Qué pasa contigo? — preguntó, dando un paso más cerca. — Ayer estabas...

— Sí, como sea.— la interrumpió Theodore, su mirada fija en ella como si quisiera retarla.

Cassie apretó los labios, sintiendo un nudo formarse en su garganta. Pero no iba a dejar que él la intimidara.

— Te recuerdo que tú eres el que fue voluntariamente a mi cuarto hace dos días, ¿o lo olvidaste? — soltó, su tono cargado de una mezcla de reproche y desafío.

Theodore parpadeó, pero no respondió de inmediato. En cambio, apartó la mirada hacia el lago, como si buscara distraerse.

— Tal vez no debería haberlo hecho — murmuró finalmente, su voz tan baja que Cassie apenas escuchó.

La muchacha sintió cómo su pecho se encogía ligeramente ante aquello. Esas palabras eran un golpe certero, como si cada instante compartido entre ellos no hubiera significado nada. El nudo en su garganta creció, pero se negó a mostrar debilidad. Su rostro permaneció impasible, aunque sus manos, apretadas en puños a sus costados, traicionaban la tormenta interna que vivía. La forma en que Theodore evitaba mirarla, fijando la vista en el lago como si huyera de sus propios sentimientos, la detuvo. No era frialdad, era duda. Y eso dolía aún más.

— ¿Por qué no? — insistió, dando otro paso hacia él.

— Porque claramente estás malinterpretando las cosas — dijo, girándose hacia ella con una sonrisa ladeada, aunque sus ojos parecían cargados de algo que no quería admitir.

𝑴𝑰𝑨 𝑹𝑨𝑮𝑨𝒁𝒁𝑨  ──  ᴛʜᴇᴏᴅᴏʀᴇ ɴᴏᴛᴛDonde viven las historias. Descúbrelo ahora