V E I N T I T R É S

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"Todo mundo promete un "para siempre" hasta que encuentra a alguien mejor".

—No vayas a hacer ruido, Viera Abrianna— amenazó Carlo mientras se estacionaba afuera de su casa alrededor de las cinco de la madrugada. El sol comenzaba a asomarse entre la oscuridad, pero toda la calle parecía tranquila y dormida aún. Esperaban que sus padres estuvieran igual.

—¿Me dijiste Abrianna?— preguntó en un susurro mientras se acercaban a la puerta de entrada.

—Así te llamas, ¿no?— preguntó sarcástico.

Viera se frenó interrumpiendo su paso— Así como tu te llamas Franccesco.— Ante la mueca de su hermano, ella sonrió.

—Cállate si no quieres que nos descubran.

Viera contuvo el impulso de gritar sólo para llevarle la contraria a su hermana, pero eso sería peor para ambos, y más con ella ya que las cosas aún no estaban bien desde la escena que se montó en la cena.

—Haremos mucho ruido si entramos por aquí— comentó Carlo cuando no pudo abrir la puerta sin que sonara.—Tendremos que entrar por atrás.

Viera y Carlo rodearon la casa alumbrando el camino con el celular de Carlo, que era el único con batería y por fin llegaron a la puerta del servicio. Entraron silenciosamente y se quitaron los zapatos para que sus pisadas no resonaran por toda la casa. Viera jamás odio tanto que el piso de su casa fuera de madera.

Comenzaron a cruzar la sala para entrar por la cocina e ir por las escaleras de atrás, pero en el intento, la luz de la sala se prendió iluminando a su madre sentada con un libro y una taza de café en mano.

—¿Iban a algún lado, hijos?— Vi miró a Carlo desde su espalda, porque del susto que le había causado su madre, se escondió detrás de él.

—Por... ¿un vaso de agua?— contestó Carlo.

Viera quiso abofetearlo con un bistec.

—¿Ambos?— Gina enarcó una ceja divertida, pues había atrapado a sus hijos.

—Tenía miedo— contestó Viera segura.

—Y por supuesto elegiste esa ropa tan cómoda para dormir— Viera miró su atuendo, traía la ropa que Cass le había prestado, la otra le dijo que después se la llevaría a su casa.

—Cambio de look.

Su madre rodó los ojos y se acercó a ellos dos, ambos esperaban que les gritara, los castigara o algo al estilo madre Altobelli, sin embargo quedaron impactados cuando su madre los abrazó y les dio un beso en la mejilla a Carlo y en la frente a Viera.

—No saben lo agradecida que estoy porque ustedes sean mis hijos— les dijo sin soltarlos aún— Sé que no les digo esto muy a menudo, pero sin ustedes no tendría razón de ser. Son mi pilar, mi vida entera. No soy la madre que ustedes hubieran elegido, pero soy una que les ama como nadie nunca más lo hará. No los regañaré, porque sé que son adolescentes, por favor, yo tuve su edad y sé que pronto entrarán a la universidad y no tendrán tiempo para divertirse, pero a la próxima me gustaría que me avisaran, ¿si?— ambos asintieron aún sorprendidos por su actitud. Ella les sonrió y se alejó regalando una sonrisa triste, y fue cuando ellos notaron que tenía los ojos llorosos y rojos, como si hubiese estado llorando toda la noche, al igual que unas grandes y profundas ojeras debajo de sus ojos.— Buenas noches, niños.

—Buenas noches, mamá— contestaron ambos viendo a su madre subir las escaleras.

Viera levantó la cabeza y miró a su hermano, ambos con los ceños fruncidos y un gesto de incredulidad. ¿Qué acababa de pasar?

El roba besos | ERB #1 | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora