T R E I N T A Y C I N C O

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"Y no te das cuenta, pero solté al mundo para tomar tu mano."

Una semana después.

—Voy a gritar, de verdad estoy a tres segundos de salir por esa puerta, tomar la camioneta de Giorgio e ir a buscar a ese par de imbéciles.— vociferó Cassandra mientras daba vueltas sobre sus pies descalzos en la habitación de Viera. Ambas se encontraban en batas de baño, habían ido desde las ocho de la mañana a un spa, donde las habían relajado totalmente, y seguido al salón de belleza de donde salieron totalmente listas para la boda de Anette, se habían puesto unas batas de baño para colocarse sus vestidos e ir a la ceremonia pues llegaban tarde, pero al entrar se encontraron al rubio y al hermano de Viera nerviosos con cara de susto, pues en la mañana habían estado jugueteando con los vestidos de las chicas y estos habían resultado estropeados.

—¿Cuánto pueden tardar en ir a recoger los vestidos a la tintorería?— preguntó Viera al aire, estaban demasiado apresuradas, la ceremonia había comenzado unos minutos antes y ellas ni siquiera habían salido de la casa.

—¡No me contesta!— gritó Cassie y aventó su celular a la cama con enojo.

   La puerta de la entrada se abrió rápidamente y ambas chicas salieron rápidamente al pasillo, bajaron las escaleras y ahí estaban los dos chicos vestidos con sus trajes y cada uno con un protector de vestido en brazos.

—¿Por qué tardaron tanto?— les preguntó Cassie con enojo.

—Giorgio me hizo detenerme en un puesto de comida rápida.

—¡Hey! tienen muy buena comida— se defendió el rubio.

   Viera le quitó el vestido de las manos— ¿Se tardaron por unos raviolis?

—Los mejores de la ciudad.

   Ambas chicas dejaron de darle importancia y corrieron escaleras arriba, donde se vistieron rápidamente cuidando que el peinado y maquillaje no se estropeara. Una vez lista, Cassandra se montó en unos tacones color plata cerrados en pico, que combinaban perfectamente con su vestido azul eléctrico ceñido al cuerpo y con un escote pronunciado en la espalda. Su cabello se encontraba en un una coleta alta y elegante, con un maquillaje cargado pero sin ser excesivo que la hacía resaltar en donde estuviese, con un delineador de brillos plateados rodeando sus grandes ojos y un labial de un tono discreto en sus labios. De su muñeca colgaba su brazalete que Carlo le había regalado en su primer aniversario con la palabra inseparabile.

   Viera se miró en el espejo, su cabello estaba suelto y caía sobre sus hombros pero por primera vez en mucho tiempo, este estaba arreglado y se veía atractivo. Su cuerpo se encontraba envuelto por un vestido color crema grisáceo, con la espalda descubierta y unos delgados tirantes sosteniéndolo por el cuello, acompañado de unos tacones negros totalmente descubiertos con solo una tira en los dedos y otra demasiado delgada en el tobillo. Su maquillaje consistía en un delineador café enmarcando sus enormes ojos, haciendo que estos lucieran más, una sombra color crema y un labial rosa palo.

   Ambas lucían como todas unas princesas.

   Viera tomó su bolso de mano y metió su celular, unas cuantas cosas vitales y ambas bajaron casi corriendo por las escaleras donde luego de unos halagos por parte de los chicos, se subieron los cuatro en la camioneta y partieron a la ceremonia.

****

—Llegamos— Giorgio aparcó en un lugar libre y ayudó a Viera a bajar del asiento del copiloto, para después tomarla de la mano para ir más rápido. Los cuatro prácticamente corrieron por todo el pequeño camino y entraron a la Iglesia.

El roba besos | ERB #1 | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora