T R E I N T A

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"Voy a perderte, como voy a extrañarte."

   El agua caía sobre la cabeza de Viera mientras ella esperaba en la misma posición de ovillo en el suelo y las lágrimas rodaban aún sin cesar por sus mejillas. Cualquiera que la mirara diría que estaba loca, o borracha. Que quizá se encontraba drogada, pero lo cierto es que sólo tenía el corazón roto.

   La calle que antes se encontraba a oscuras totalmente se alumbró por las luces de la camioneta de Giorgio que manejaba a una velocidad no recomendable para el pavimento mojado.

   La camioneta derrapó justo en donde Viera se encontraba causando un fuerte sonido. El chico bajó rápidamente, él estaba totalmente abrigado y tenía una manta en sus manos que comenzaba a mojarse por la intensa lluvia.

—Viera, estoy aquí. Tranquila— la chica no podía reaccionar, estaba conmocionada por tantas emociones en esas últimas horas. El chico la envolvió en la manta azul y la cargó en posición de princesa hasta la camioneta, la dejó en el asiento del copiloto con suma delicadeza y al cerrar la puerta fue cuando Viera reaccionó y soltó a llorar aún más fuerte. El chico al entrar a la camioneta y al verla, la tomó en brazos y la abrazó dándole todo ese cariño que necesitaba, todo ese amor. Porque Giorgio la amaba, no era una más; él no estaba seguro  de que era el amor, pero podía jurar que lo que sentía por Viera no estaba lejos de serlo.— Vi, ¿qué necesitas que haga?

   La chica se separó de él y lo miró a los ojos— sácame de aquí.

   Él sin esperar ninguna palabra más, prendió la camioneta y avanzó abriendo paso entre las gotas de lluvia que parecían no querer parar de caer nunca más.

   La ciudad comenzaba a despertar, pero la tormenta impedía que el sol saliese. Las llantas de la camioneta dejaba marcas que el agua borraba al instante.

   Después de unos minutos que parecieron horas para Viera, la camioneta dio vuelta en el estacionamiento de la bodega y Giorgio, después de estacionar, ayudó a la chica a bajar.

   Corrieron entre la lluvia de la mano hasta entrar por la puerta donde había un chico cuidando, y los miró extrañado cuando entraron. Miró a Viera y frunció el ceño,— ¿Viera Altobelli?— ella lo miró desconfiada y después asintió. El chico suspiró aliviado— tu hermano te ha estado buscando como loco toda la noche, no sabía dónde podrías estar. No contestabas el teléfono, vino tres veces en la noche junto a Cassandra Onetto, después ella lo convenció de irse a casa, pero... creo que deberías llamarlo.

   La culpa invadió a Viera, no pensó en su hermano cuando se fue— Gracias— Gio la tomó de la mano y ambos subieron por las escaleras eléctricas hasta la habitación del chico.

—Necesitas un baño caliente, te resfriaras— ella se miró en el espejo de cuerpo completo detrás de su puerta y rió al ver la punta de su nariz roja, sería un milagro si aún no había pescado una pulmonía.

   El chico se metió al armario y sacó un pantalón de chándal y una camisa de manga corta— se encogieron en la secadora cuando los lavé, quizá pueden quedarte bien— ella asintió en silencio— y... creo que necesitarás esto— le extendió unos bóxer suyos y se sonrojó, ella no pudo evitar pensar que se veía adorable.

   Ella salió y fue al baño donde estaban todas las regaderas, que para su suerte estaba totalmente vacío, aunque ya comenzaban a escucharse pasos de los roba besos que madrugaba para sus trabajos.

   Todos los productos que se necesitaran estaban en unas repisas al entrar a las regaderas, por lo que tomó una esponja, jabón para el cabello y una barra de jabón. Dejó que el agua caliente cayera por su cuerpo, se lavó el cabello sintiendo como sus músculos se relajaban ante la agradable sensación de por fin agua caliente en contacto con su piel. Restregó la esponja tanto contra su piel que en partes comenzaba a ponerse roja, pero ella seguía sintiendo las manos de Dago en aquellos lugares, y no podía evitar tallar una y otra vez, aunque la sensación no se iba. No se iría en un tiempo. Ante el esfuerzo sintió de nuevo una punzada en su vientre bajo y eso sólo causó que sus ojos se aguaran más ante el recuerdo de las manos de Dago en ella unas horas antes. Se lo había entregado absolutamente todo como una idiota.

El roba besos | ERB #1 | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora