V E I N T I S É I S

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"Nunca te enamores de un artista. Te hará sentir como la más bella musa, el más lírico poema y la más hermosa canción. Y después, romperá tu corazón con su loca manera de amar."

   Los labios de él eran los que guiaban el beso, tomaban a los de ella en un largo baile con un rítmico compás, los soltaban y los volvían a tomar fuertemente. Los mordían con pasión y los  acariciaba con cariño.

   Las manos de Giorgio seguían aferradas a la cintura de Viera, mientras que las de ella tomaban con fuerza la camisa de él, estrujando entre sus dedos.

   Sus pulmones comenzaron a rogar por una pizca de aire, por lo que tuvieron que separarse. Giorgio pegó sus frentes mientras las respiraciones de ambos seguían frenéticas.

—Vaya, creí que se quedarían sin aire.

   Ambos dieron un leve brinco de la impresión y voltearon a la entrada de la cocina, donde estaba Carlo recargado en el marco de la puerta, cruzado de brazos y con una sonrisa socarrona.

—Carlo...— susurró Viera esperando que su hermano le gritara algo a su amigo rubio, pues solía ser bastante protector con ella respecto a los chicos.

—Manos fuera, Galasso— pronunció lentamente y Gio soltó la cintura de Viera y se alejó un poco recargándose en la encimera de al lado.

—¿Disfrutando del show, Altobelli?— preguntó sonriendo traviesamente.

   Carlo rodó los ojos y se acercó al refrigerador, sacó una botella y la abrió— Cuídala, Giorgio.

   Viera sintió que las mejillas se le comenzaban a sonrojar, y los colores subían a su rostro.

—Sabes como soy, Carlo. No le haría daño nunca.— contestó serio.

—Lo sé, y me alegra que entre toda la bola de idiotas en Italia ella te haya escogido a ti— ambos siguieron hablando sobre eso como si Viera no estuviese ahí al lado escuchando todo.

   La chica se escabulló de la cocina sin ser vista y subió las escaleras sintiendo que toda la tensión de unos minutos atrás desaparecía poco a poco.

****

   Tenía las manos llenas de pintura, parecía un arcoiris de tantos colores que había en ellas. La mano derecha subía y bajaba con precaución por el lienzo, mientras que la otra sostenía la paleta de colores. En el puente de su nariz descansaban un par de anteojos para lectura que le ayudaban a la hora de enfocar pequeños trazos en la pintura.

   Viera se enderezó en el banco y suspiró cansada viendo como la pintura estaba a nada de ser terminada y sonrió orgullosa.

   Se levantó y tomó un trapo y se limpió los restos de pintura fresca de las manos, para después tomar un vaso con agua que reposaba en su escritorio. Se recargó en éste y miró la pintura, aunque sus pensamientos estaban en otro lado, divagando que había pasado con Giorgio unas horas antes.

   ¿Qué si le había gustado ese beso? Vaya que sí.

   Ella era fanática de las caricias robadas, suaves pero frenéticas. De los suspiros silenciosos que sólo se podían escuchar entre dos personas que se amaban, de las caricias hechas por el contacto de sus pestañas con las mejillas de alguien más, de la calidez de unas manos rodeando su cintura. De todo eso y más, que no cualquiera podía hacerte sentir.

   Unos golpes leves en la puerta del estudio le hicieron dar un respingo de la impresión. —Pasa.

   Por el otro lado, Dago suspiró levemente, se limpió el sudor de las manos en sus jeans y abrió la puerta, dejando pasar toda la luz de adentro de la habitación hacía el pasillo.

El roba besos | ERB #1 | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora