D I E C I O C H O

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"En un cielo, en un cielo lleno de estrellas, te ví ahí".

Miró su reflejo e inclinó la cabeza para asegurarse de que se veía bien con ese short rojo floreado, su blusa de manga larga de mezclilla ligera y sus sandalias marrones. No ató su cabello en una coleta, le gustaba sentirse libre con el cabello suelto, y se sentía libre estando con Dago, que era a dónde se dirigía en ese momento.

Su excusa era que iría a recoger la foto, pero la verdad es que quería pasar un rato con él y despejar su mente.

La noche anterior, después de que Duke la besara, ella le pidió que no lo hiciera de nuevo en su vida, Duke lucía derrotado cuando se lo dijo, pero ella no quería tener más líos en su cabeza y ya ni siquiera era necesario decir que Duke era un gran amigo para ella. Amigo, nada más.

Esa mañana se levantó y estuvo buscando a Dago, pero nunca le contestó. Así que le marcó a Cassie, ella dijo que estaba en una fundación y eso logró que Viera sintiera su corazón derretirse por Dago aún más.

La noche caería unas horas más, su madre estaba fuera y su padre en la oficina, como pasaba a diario. Se recostó en su cama y se quedó viendo el techo.

Dago le gustaba, claro que lo hacía. La forma con la que despreocupadamente movía su cabello con su mano, o como este contrastaba drásticamente con sus ojos azules, o sus tatuajes, ese en especial que tenía en el pecho, del cual sólo se asomaban algunas líneas por los espacios de la camisa. Su sonrisa juguetona, esa que le regalaba cuando iba a hacer una broma. Y su risa, vaya... nunca había escuchado una risa que causara que su piel se eriza de esa manera. Era su forma de manejar la moto, su forma de ser... era él, el chico que le gustaba, el roba besos.

Por otra rubia parte, estaba Gio. Él era tan diferente pero tan igual a Dago. Ambos eran divertidos, juguetones, Gio igual tenía tatuajes, pequeños tatuajes que abarcaban toda la piel de su brazo izquierdo, como una manga. Gio reía por todo, a contrario de Dago, no se burlaba de la gente, les ayudaba y se mantenía a raya. Reía contigo, no de ti. Era un chico especial, honesto y de los pocos que conocía que se sonrojaba cuando hacía un cumplido. Él era el tipo de chico que presentarías orgullosamente a tus padres. Tierno, pero rudo.

Eran como el ying y el yang, tan opuestos, pero tan iguales. Y ambos estaban constantemente en su cabeza. Se sentía como una zorra, pero ¿por qué? No era novia de ninguno de ellos y podía pensar en alguien más. Pero al pensar en Gio, sentía que traicionaba a Dago y al pensar en Dago, sentía lo mismo respecto a Gio. Todo era tan confuso.

Sintió que algo chocaba con su cara y se sentó rápidamente viendo a su hermano riendo como loco al lado de la cama.

—¿Qué sientes, o qué?— gritó exasperada cuando se dio cuenta que el impacto lo había ocasionado su hermano, lanzando un rollo de papel a su cara.

—¿Sabías que te ves como una tonta mientras ves dramáticamente el techo?

Ella rodó los ojos y tomó su celular, eran aún las 8 de la noche. Tenía tiempo.

Miró a su hermano, él estaba con una gran sonrisa revisando su celular.

Viera enarcó una ceja— Vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí?— se levantó como un ninja y trató de quitarle el celular, pero él fue más rápido y alzó su mano para que no lo alcanzara.

—¡No seas entrometida!

—¿Tienes novia por fin?— Carlo rodó los ojos y ella comenzó a saltar intentando quitarle el celular.

Lo gracioso es que Carlo no era más de 10 centímetros más alto que Vi, pero ella era muy torpe para atrapar cosas.

—Superalo, Vi— dijo riendo.

El roba besos | ERB #1 | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora