"Espacio es sólo una palabra compuesta por alguien que tiene miedo de estar cerca."
El agua caía rápidamente en forma de gotas gordas y grandes causando golpes duros y secos en el vidrio del taxi que se dirigía a casa del chico.
Las lágrimas de Viera no cesaban aunque ella lo intentase, y caían casi tan rápido como las gotas de agua se deslizaban en una carrera sin ganador.
Sólo una persona estaba en mente de Viera en ese momento, y ese alguien era Devonne, que una vez más había tratado de destruir sus sueños, y ella no lo permitiría, no esta vez. No volvería a dejar que alguien ajeno a ella quisiera controlar su vida, sólo a ella le correspondía dar un paso en falso, caer y levantarse, para jamás deberle nada a nadie y poder decir algún día orgullosa que esos logros habían sido solamente gracias a sí misma. Nunca jamás volvería a ser una marioneta del circo de su padre, o de nadie más.
—Señorita— Vi miró rápidamente al conductor— hemos llegado.— Entre lágrimas intentó ver por medio del vidrio empañado a causa de la lluvia la calle solitaria y oscura.
—Muchas gracias— su voz salió ronca y sin vida. Sacó unos euros de su bolso y se los entregó sabiendo que eran muchos más de los que debía pagarle, pero no le importaba en absoluto.
Se bajó ignorando las protestas del señor de darle el dinero restante, y se quedó parada a media acera con el agua mojándola de pies a cabeza, si es que acaso podía mojarse más.
No había ni una luz encendida en la sola calle, y ni un alma parecía asomarse por esos lares.
Se quedó estática por un momento con las lágrimas cayendo aún más por sus mejillas, y por fin caminó por el pequeño camino de roca hasta estar frente a la puerta y tocar el timbre esperando a que alguien abriese y la dejara pasar.
Segundos después, la puerta se abrió revelando esos ojos azules que la miraron fuertemente preocupados al ver su estado, y eso bastó para que ella se lanzara en sus brazos mientras sus ojos se humedecen más y derramaban lágrima tras lágrima.
—Vi, pero ¿qué pasa?— preguntó asustado, y acariciando su cabello empapado sin importarle si le mojaba la camiseta.
—Yo... es que...— no pudo completar una frase a causa del nudo que tenía en la garganta y soltó a llorar aún peor. —Fue mi padre, Dago.
Los brazos de Dago se tensaron a su alrededor— vamos a dentro, te enfermarás.
—Pero, ¿y tus padres?— se separó de él lo suficiente para mirarlo a los ojos.
—No hay nadie, tranquila. Todos salieron a un viaje con la empresa de mi padre, volverán en unos días. —La tomó de la mano y ambos se sumergieron en la calidez del hogar— Dame esto— le quitó el saco negro que destilaba agua y lo colgó en el perchero.
—No tienes que hacer esto, Dago.
Él frunció el ceño— No digas tonterías, Vi.
Ambos caminaron por la casa y subieron las escaleras, ella solamente seguía en silencio al chico. Entraron en la usual ordenada habitación de Dago y ella se sentó en la orilla de la cama.
—Iré por un té, espera un momento— ella asintió.— Ponte cómoda, toma— se acercó a sus cajones y sacó una sudadera gris— me queda grande, a ti te quedarás enorme. Es lo que mejor te puede quedar, ¿está bien?— ella asintió nuevamente y él salió en silencio de la habitación.
Viera suspiró y se levantó, se quitó el vestido dorado que se le pegaba aún más al cuerpo a causa del agua que almacenaba, se quitó el sujetador, no se notaría con la sudadera encima y se despojó de sus zapatos de tacón agradeciendo infinitamente cuando tocó el piso alfombrado con los dedos. Se colocó la sudadera sintiendo la satisfacción de su calidez.
ESTÁS LEYENDO
El roba besos | ERB #1 |
Teen FictionLibro #1. -¿Quiénes son ellos? -Los llaman los Roba besos. -¿Qué hacen? -Pequeña estúpida, su nombre lo dice todo. Ellos no eligen, sólo corren por las calles solitarias a altas horas de la noche hasta que encuentren a alguna chica y simplemente...