V E I N T I N U E V E

76.7K 5.4K 3.7K
                                    

"Espacio es sólo una palabra compuesta por alguien que tiene miedo de estar cerca."

   El agua caía rápidamente en forma de gotas gordas y grandes causando golpes duros y secos en el vidrio del taxi que se dirigía a casa del chico.

   Las lágrimas de Viera no cesaban aunque ella lo intentase, y caían casi tan rápido como las gotas de agua se deslizaban en una carrera sin ganador.

   Sólo una persona estaba en mente de Viera en ese momento, y ese alguien era Devonne, que una vez más había tratado de destruir sus sueños, y ella no lo permitiría, no esta vez. No volvería a dejar que alguien ajeno a ella quisiera controlar su vida, sólo a ella le correspondía dar un paso en falso, caer y levantarse, para jamás deberle nada a nadie y poder decir algún día orgullosa que esos logros habían sido solamente gracias a sí misma. Nunca jamás volvería a ser una marioneta del circo de su padre, o de nadie más.

—Señorita— Vi miró rápidamente al conductor— hemos llegado.— Entre lágrimas intentó ver por medio del vidrio empañado a causa de la lluvia la calle solitaria y oscura.

—Muchas gracias— su voz salió ronca y sin vida. Sacó unos euros de su bolso y se los entregó sabiendo que eran muchos más de los que debía pagarle, pero no le importaba en absoluto.

   Se bajó ignorando las protestas del señor de darle el dinero restante, y se quedó parada a media acera con el agua mojándola de pies a cabeza, si es que acaso podía mojarse más.

   No había ni una luz encendida en la sola calle, y ni un alma parecía asomarse por esos lares.

   Se quedó estática por un momento con las lágrimas cayendo aún más por sus mejillas, y por fin caminó por el pequeño camino de roca hasta estar frente a la puerta y tocar el timbre esperando a que alguien abriese y la dejara pasar.

   Segundos después, la puerta se abrió revelando esos ojos azules que la miraron fuertemente preocupados al ver su estado, y eso bastó para que ella se lanzara en sus brazos mientras sus ojos se humedecen más y derramaban lágrima tras lágrima.

—Vi, pero ¿qué pasa?— preguntó asustado, y acariciando su cabello empapado sin importarle si le mojaba la camiseta.

—Yo... es que...— no pudo completar una frase a causa del nudo que tenía en la garganta y soltó a llorar aún peor. —Fue mi padre, Dago.

   Los brazos de Dago se tensaron a su alrededor— vamos a dentro, te enfermarás.

—Pero, ¿y tus padres?— se separó de él lo suficiente para mirarlo a los ojos.

—No hay nadie, tranquila. Todos salieron a un viaje con la empresa de mi padre, volverán en unos días. —La tomó de la mano y ambos se sumergieron en la calidez del hogar— Dame esto— le quitó el saco negro que destilaba agua y lo colgó en el perchero.

—No tienes que hacer esto, Dago.

   Él frunció el ceño— No digas tonterías, Vi.

   Ambos caminaron por la casa y subieron las escaleras, ella solamente seguía en silencio al chico. Entraron en la usual ordenada habitación de Dago y ella se sentó en la orilla de la cama.

—Iré por un té, espera un momento— ella asintió.— Ponte cómoda, toma— se acercó a sus cajones y sacó una sudadera gris— me queda grande, a ti te quedarás enorme. Es lo que mejor te puede quedar, ¿está bien?— ella asintió nuevamente y él salió en silencio de la habitación.

   Viera suspiró y se levantó, se quitó el vestido dorado que se le pegaba aún más al cuerpo a causa del agua que almacenaba, se quitó el sujetador, no se notaría con la sudadera encima y se despojó de sus zapatos de tacón agradeciendo infinitamente cuando tocó el piso alfombrado con los dedos. Se colocó la sudadera sintiendo la satisfacción de su calidez.

El roba besos | ERB #1 | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora