T R E I N T A Y T R E S

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"Me diste amor, y todo lo que yo te dí fue un adiós."

   Entró al baño y restregó un poco de agua en su cara, suspiró pesadamente y se convenció una vez más de que ya era hora de saber la verdad, diecisiete años tarde.

   Salió y con las piernas temblorosas, caminó hacía donde estaban todos y sintió su corazón dar a todo lo que podía.

   Se sentó en el sillón con Cassie de un lado, y Carlo de otro, Giorgio y Dago estaban sentados delante de ellos mirando con cariño y paciencia a Viera, esperando el momento en que ella decidiera abrir los sobre; nadie hablaba, todos esperaban pacientes.

   Viera tomó los sobres, eran dos y dejó uno sobre su regazo, el otro lo tomó y después de suspirar rápidamente, lo abrió lentamente y el aire se le fue al ver que eran tres fotos, era su padre cuando era joven entre muchos adultos, todos tenían un arma de fuego en la mano, y vestían todos de negro totalmente, pero a diferencia de los roba besos, ellos demandaban temor. Miró la siguiente fotografía y era su padre alrededor de 20 años antes apuntando con un arma a algún objetivo que no se veía en la foto, y en la última, su padre en la misma posición que la fotografía anterior, pero ahora su rostro se encontraba salpicado por un líquido rojo, sangre, y su mirada mostraba una frialdad que jamás había visto antes en ninguna persona, y que le causó miedo en el momento en que la vio.

   Su corazón comenzó a latir más fuerte y rápidamente aventó esas fotos al piso y tomó el otro sobre, era más pesado. Y al abrirlo, encontró un documento de la página de los más buscados entre la policía de Europa, y en la lista, remarcado con un plumón permanente, se encontraba en nombre de Ronnie Altobelli. Ronnie era el segundo nombre de su padre.

   Los cargos en su contra eran sobre asesinato, y por estar dentro de una de las mafias más grandes en toda Italia.

   Los ojos de Viera se abrieron demasiado ante la impresión, no supo cuando le arrebataron el papel de las manos, había sido Giorgio y lo leía demasiado sorprendido.

   Todos en la sala miraban a los hermanos esperando alguna reacción, Carlo se notaba cansado y no había un deje de impresión en su rostro, él simplemente se había planteado la idea de su padre como asesino hacía años, una carga muy pesada para un chico de diecinueve años.

   Viera tomó el otro papel sin terminar de comprender absolutamente todo y entonces lo entendió.

   Era un escrito donde se pedía encontrar a Ronnie Altobelli, pues había traicionado a la mafia escapando de ella por motivos sentimentales y su condena era la muerte a él y a todos sus seres queridos o cercanos.

   Su padre sólo quería salvarle la vida. Se había alejado de ellos para seguir su camino solo huyendo de aquella mafia.

—Carlo...— miró a su hermano sin poder contener su sorpresa, y su voz salir en un susurro.— ¿Por qué papá...

   Su hermano suspiró y la abrazó por los hombros— ¿sabes la razón por la que jamás conocimos a los padres de Devonne?— ella negó entre sus brazos.— Él era huérfano, nació en las calles y al morir sus padres, sin ningún sustento para subsistir, aceptó el trato que le daban unos hombres de unirse a ellos y a cambio de hacer unos trabajos, recibir miles de euros. Viera, él logró ser uno de los herederos de esa mafia, tiene millones en el banco, pero siempre procuro que ese dinero no llegará a nosotros, no quería que nosotros viviéramos de dinero sucio, por eso trabajó tan duro durante años, para asegurar una pequeña fortuna cuando él se fuera.

   Viera se hundió en su lugar y por primera vez ante los problemas, no lloró. Quizá se encontraba lo suficientemente confundida como para que su cuerpo captará lo que estaba pasando, y para que entendiera que su padre se iría de su vida por siempre a las diez de la noche.

   Diez de la noche...

   Vi levantó la cabeza rápidamente y miró el reloj que colgaba sobre la pantalla de Cassie, eran las nueve con cuarenta. Tenía veinte minutos, pero ¿se iría en avión? esa no era una opción, pues su padre lo había dicho.

   Entonces recordó que su padre tenía un helicóptero que jamás había dejado que ellos subieran pues decía que no era honrado, ella jamás comprendió porque ese helicóptero no tenía el honor de volar con ellos sobre él. Y su punto de despegue era exactamente en un espacio amplio a no más de quince minutos de la casa de Cassandra.

—Tengo que detenerlo...— susurró.

   Viera se levantó bruscamente y caminó hacía el recibidor con todos siguiéndola.

—Viera, ¿qué estás haciendo?— la llamó Carlo, pero ella corrió ignorando a su hermano y tomó las primeras llaves que encontró, afuera seguía lloviendo y lo descubrió cuando toda una tormenta la recibió al salir de la acogedora casa.

   Los chicos trataron de detenerla pero ella corrió rápidamente y presionó el botón de las llaves, fue entonces cuando se dio cuenta que las llaves eran de la motocicleta de Dago, y sin importarle nada por el poco tiempo que le quedaba, subió a ella con todos tratando de detenerla y sin casco, encendió la moto como recordó haber visto a Dago hacerlo un tiempo atrás.

   Justo cuando Dago estaba por alcanzarla mientras todos le gritaban que se detuviera y no hiciera una tontería.

   El aire y la lluvia no dejaba que viera el camino por el que iba, era una tormenta que parecía no tener fin y en varias veces las llantas llegaban a derrapar contra el pavimento, pero eso no la detuvo, ni eso ni los semáforos que se cruzaban en su camino.

   Dio vuelta en una calle totalmente sola que la conectaba a la carretera y mientras más se acercaba, entre la tormenta y el motor de la moto, alcanzó a percibir el sonido de las hélices de un helicóptero, paró abruptamente y sin importarle si la motocicleta seguía encendida, corrió hasta donde las luces estaban y justo cuando llegó, el helicóptero subió aventandola al piso por el movimiento de aire, ella se cubrió los oídos y cerró los ojos, y luego de unos segundos, levantó la mirada y alcanzó a ver a su padre mirándola con tristeza por la ventana.

—¡Papá, no!— gritó con todas sus fuerzas y su dolor, pero él ya estaba lejos.

   Ella se arrastró entre la lluvia hasta quedar sobre sus rodillas y hasta ese momento, se permitió a llorar, pues sabía que esa había sido la última vez que vería a su padre.

El roba besos | ERB #1 | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora