T R E I N T A Y C U A T R O

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"Un brindis por mi padre, que fue el primer hombre en romper mi corazón."

   Las gotas caían sin compasión alguna, mientras Viera, aún sobre sus rodillas, lloraba intensamente bajo la tormenta de aquella noche.

   Las luces del helicóptero no se podía ver ya pues se había alejado lo suficiente.

   El sonido de unas llantas rechinar y los gritos llamando a Viera se hicieron presentes.

   Viera sintió como si en cámara lenta, los brazos de su hermano la rodeaban y ella escondía su cabeza en el hueco entre su cabeza y su hombro, ambos sin poder contener más su dolor, se abrazaron fuertemente queriendo aferrarse al pasado, a su pasado donde su padre estaba presente, porque si de algo estaban seguros era que aquel hombre que los había criado y al cual amaban con cada fibra de su ser, se había alejado para siempre.

—Creo que tenemos que ir a casa— susurró Carlo, acariciando su cabello y con voz gangosa.

   Ella levantó la cabeza hacia el cielo y vio solamente oscuridad, ni una luz, entonces su corazón se quebró un poco más, si eso era posible. Su padre le dijo que verían las mismas estrellas, y ella no veía ninguna ahora. Él estaba lejos, y lo estaría para siempre.

   Sintió como Carlo se levantaba pero ella no era capaz de ponerse de pie, así que Giorgio actuó rápidamente y la tomó en posición de princesa, hasta llegar a su camioneta y recostarla en el asiento de atrás con Carlo a su lado, abrazándola. 

   Giorgio emprendió marcha con Cassandra de copiloto y Dago detrás de ellos bajo la lluvia en su motocicleta.

   Viera miraba a través de la ventana como las gotas hacían carreras entre ellas hasta desaparecer en la parte inferior del vidrio. Era como ella y su padre, siempre compitiendo entre ellos, decidiendo quién tenía más poder sobre la vida de Viera y luego, siendo separados para no volver jamás.

   Todos los recuerdos de las últimas horas se aglomeraron en el cerebro de Viera y sintió ese dolor peculiar en el pecho al llorar, donde las lágrimas son imparables y hasta respirar causa que tu corazón arda.

   Su padre ya no estaría para aplaudir orgulloso cuando ella se graduara, su padre no estaría para verla tener su propio dormitorio en el campus, no tendría a quien marcarle para avisar temerosa que tendría una cita con alguien de la universidad ni podría llevar a su novio a los domingos en familia donde su padre lo avergonzaría y le diría que le hablase al inútil de su novio para que le ayudará. Su padre no estaría para verla partir algún día, o para verla casarse si es que algún día lo hiciera, para llevarla al altar o al primer eco con su hijo, para mirarla reprobatoriamente cuando alguien le rompiera el corazón, ni siquiera estaría para cuando ella fuera totalmente legal, no estaría para abrazarla y decirle cuánto la ama, no estaría para ella, ni ella para él, porque él había decidido su camino y no podía hacer nada para cambiarlo. Porque no la vería partir algún día, pues ella ya lo había visto partir a él.

¿Cómo confiar en un hombre que dice quererte, si tu propio padre te ha roto el corazón?

   No supo siquiera cuando Carlo la cargó en brazos hasta la sala de su casa, ni siquiera notó el cambio radical de ambiente, solamente captó cuando ya una vez sentada en el sillón de su casa, su madre la abrazó fuertemente mientras lloraba con impotencia, con todo su dolor. Mientras lloraba la partida del hombre al que amaba.

   Viera miró a su madre, y se prometió no dejar que nunca jamás llorara de aquella manera, porque una de las peores sensaciones en el mundo es ver a la mujer que te dio la vida con el corazón roto. Con el alma rota.

   Pocos segundos más tarde, Carlo se unió al abrazo mientras aquella pequeña familia rota y pequeña, lloraban todo lo perdido.

   Sus amigos se encargaron de preparar un poco de té, más tarde la hermana gemela de su madre llegó a la casa para apoyarlos en ese duro momento.

   Gina se levantó dos horas más tarde, cuando Viera se encontraba recostada en el sillón del despacho de su padre con una manta arriba, no había querido salir de ahí desde que se había bañado, nadie había entrado para darle un momento a solas, pero ahora su madre necesitaba hablar con sus dos hijos, y por eso, dejó por un momento a su hermana y caminó con Carlo por un lado hasta adentrarse en el despacho, donde yacía una señorita irreconocible, no estaba Viera, la chica que por más amargada que quisiera ser, siempre tenía una actitud feliz y contagiable, esa que había muerto poco a poco este verano.

—Vi— la chica levantó la mirada, apenas podía ver entre la hinchazón de sus párpados, pero aún así, se sentó para dar espacio a su hermano y a su madre, quien se sentó entre ambos hijos.

   Su madre tomó aire y como toda mujer valiente, levantó la cabeza y sin derramar una sola lágrima, habló. —¿Recuerdan aquella noche cuando llegaron en la madrugada?— ambos chicos quedaron en silencio, claro que lo recordaban, la primera ronda de Viera como roba besos. —Esa misma noche más temprano, había escuchado a su padre hablando por teléfono aquí en su despacho, él hablaba sobre un lugar donde quedarse, un lugar seguro, no le importaba el dinero, necesitaba irse pronto. Él decía tener todo listo, y que cuando consiguiera el último pago fuerte de la empresa, empezaría con el plan. Niños, yo pensé que se iría con otra mujer, no entendía nada y ambos peleamos a gritos aquella noche, le pedí respuestas y él con lágrimas en los ojos, me contó todo. Yo... yo no supe como reaccionar, simplemente me alejé de él como si fuese un monstruo y después me arrepentí al ver como me miraba con dolor, como si aquél acto irracional mío hacía él, hubiese acabado de pudrir su alma. Me contó su plan, como causaría odio en Viera para que no lo extrañase, pero yo le comenté que no serviría de nada, pues Viera tenía un corazón puro, y no me equivoqué en lo absoluto. —miró a su hija, pero ella se encontraba mirando la alfombra, perdida entre las palabras de su madre.— Su padre me dio todo antes de irnos a la cena, me entregó las tarjetas de muchas distintas cuentas de banco, el dinero que reunió todos estos años desde el nacimiento de Carlo, es impresionante y absolutamente todo lo dejó para nuestra vida y a nuestra disposición. Vendió la empresa, se podría decir que la vendió quizá hasta en un valor más alto de lo debido, pero eso también lo dejó, dejó esta casa y otras muchas más alrededor del mundo, dejó terrenos, propiedades de las cuales ni siquiera yo estaba enterada y demasiadas cosas para que jamás nos falte nada. Pagó la carrera de Carlo, y la de Viera, aseguró unos departamentos para ustedes y lo único que me dijo que corría por su cuenta, era conseguir un trabajo estable. Los cree lo suficientemente capaces de conseguir un futuro digno para ustedes y para cualquier persona que los acompañe en su vida, y en eso estoy de acuerdo. No quiero que se dejen caer, mis amores. Estamos unidos, tenemos que estarlo más que nunca y les prometo que superaremos esta mala racha, sólo... necesitamos estar juntos.

   El despacho quedó en silencio, entonces Carlo decidió abrazar a las dos mujeres que, sabría siempre estarían para él toda su vida. Ambas chicas se abrazaron fuertemente del que ahora, era el hombre de la casa. De su casa.

   Eran una familia de tres ahora, sólo se tenían a ellos para confiar, para vivir y seguir adelante, y ellos superarían esta mala racha. Habían perdido a un padre, a un esposo, pero habían ganado fuerza.

El roba besos | ERB #1 | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora