V E I N T I S I E T E

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"No porque estés conmigo significa que esto es real."

  Viera observó felizmente la foto que colgaba frente a ella. Por fin después de casi dos semanas su foto colgaba en la pared al lado de los retratos de todos los demás roba besos que habían pisado esa bodega, desde sus inicios hasta la actualidad.

—No entiendo cómo fue que llegaste aquí— comentó Cassie riendo.

   Viera rió levemente y se cruzó de brazos. —Yo tampoco sé cómo es que acabé aquí. Un día me estaba graduando de la secundaria, y al otro estaba corriendo por las calles besando gente a la que no conozco.

—Sí, a todos los que estamos aquí nos pasa alguna vez.

   Ambas chicas comenzaron a caminar por el pasillo, sus botas negras resonando contra el amplio y limpio suelo blanco.

—¿Cómo llegaste aquí?— preguntó curiosa.

   Cassandra rió levemente recordando. —Antes de mudarme a la casa donde me encuentro ahora, era vecina de Dago, éramos los mejores amigos, y un día cuando él tenía 15 años lo vi salir de su casa a las doce de la noche, me extrañó bastante y como toda chica curiosa, salí a investigar. Yo sabía que él ocultaba algo pero no quería decírmelo por más que se lo pidiese, pero esa vez salté por mi ventana y justo cuando su madre estaba por arrancar, me pegué como chicle a la ventanilla del copiloto hasta que Dago se dignó a contarme todo, me subí a la camioneta y llegué aquí en mi pijama de osos, no me importaba porque no conocía a nadie y me venía valiendo lo que los demás pensaran de mi.— la chica interrumpió su relato con una risa y negó con la cabeza— no me importó hasta que un chico de mi misma edad entró por la puerta y saludó al chico rubio que estaba con Dago.

—El chico rubio era Giorgio.

—Giorgio, exactamente él.

—¿Y el otro chico?

   Cass abrió se detuvo frente a la puerta de la cafetería y la abrió dejando pasar todo el ruido que había dentro.— Ese chico era Carlo.

   Viera soltó una carcajada al imaginarse a Cassandra pequeña con una pijama de osos sonrojada por un escuálido Carlo. La mayoría de la cafetería quedó en silencio y miraron a Viera con cierta burla pues no tenía una risa muy sofisticada y se había escuchado aún más por el eco del blanco lugar.

   Cassie y Viera se sentaron rápidamente en una de las mesas de la esquina y después de que un roba besos mesero les pidiese la orden, siguieron conversando de temas variados.

—¿Cómo fue que Carlo y tú llegaron a ser novios?

—Verás...— dejó el celular en una esquina de la mesa— Yo llegué aquí cuando tenía trece años, Carlo tenía catorce y yo estaba perdidamente enamorada de ese hombre desde el primer momento que lo vi llegar con todo ese acné gracias a la pubertad— Viera hizo un gesto de desagrado— y bueno, era como un amor platónico, o sea imposible.— ambas rieron— y todo empezó cuando yo tenía dieciséis y él diecisiete, fuimos a una ronda sólo nosotros dos y un chico quiso sobrepasarse conmigo, Carlo le pegó y se armó una pelea en la que tu hermano resultó herido, no podíamos llegar aquí con Carlo así, por lo que le llamé a Dago y él nos dejó en su casa, no había nadie al parecer y bueno, estábamos solos...

—¡Espera! no me interesa saber si mi hermano y tú tuvieron sexo en casa de Dago.

   Cassie soltó una carcajada— No seas tonta, simplemente curé sus heridas y nos besamos, estuvimos siendo amigos con beneficio a beso unos dos meses, hasta que el día de mi cumpleaños él me pidió formalizar todo y aquí estamos, un año y siete meses después.

El roba besos | ERB #1 | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora