Aria siempre ha sido una chica risueña y alegre, capaz de encontrar el lado divertido de cualquier situación. Pero su optimismo es puesto a prueba cuando su madre decide mudarse con su nueva pareja. Ahora, Aria se enfrenta a un desafío mayor: adapta...
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"A veces, el amor se encuentra en los momentos más simples, en las risas compartidas, en los abrazos robados. Y sé que, contigo, cada segundo será una eternidad de dulzura.".-Harley
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Harley
No pude dejar de mirarle. Me quedé embelesada, viendo cómo su respiración era lenta y pausada, parecía un ángel durmiendo... mi ángel. Acaricié suavemente su cabello y una sonrisa se posó en mi rostro. No quería molestarla, estaba tan bonita durmiendo, que todo lo que había pasado se me esfumó de golpe y solo quedó el amor que sentía por ella. Deposité un beso en su frente, se revolvió un poco, haciendo que me riera por lo bajo.
A pesar de que quería quedarme más tiempo mirándola, no pude evitar que la habitación captara mi atención. Era completamente rosa. Había pequeñas estrellas en el techo, luces de colores que envolvían las paredes y un montón de fotografías. La cama no era grande, era individual, y como era de esperar, y como solo podía ser de mi mujer, la colcha era de un rosa chicle. Estaba encantada, era una parte de Aria, parte de su infancia estaba aquí. Pude ver las fotografías en las que salía con su padre. Una me hizo especial gracia. Era una Aria de seis años, estaba mellada y con su cabello castaño claro recogido en dos coletas, sujetaba un pescado pequeño, mientras que su padre sujetaba uno grande. No sabía que ella pescaba.
Otra en la que salía ella sonriendo, aplaudiendo, en su cuarto cumpleaños. Donde su madre y su padre estaban tirando confeti y la tarta tenía forma de unicornio. Otra en la que estaba con lo que supuse que era la nueva novia de su padre; ambas estaban ataviadas con un vestido de color azulado y tenían una medalla que, al verla más detenidamente, pude ver que se trataba de un premio de patinaje de Aria.
Otra en la que salía con sus primeros patines, como no, rosas con purpurina. Era preciosa, y en todas ellas se veía realmente feliz. Había sido una niña feliz, a la que habían apoyado desde pequeña, a la que nunca le había faltado un abrazo, a la que nunca le había faltado ninguna fiesta de cumpleaños. A diferencia de mí, que continuamente mi madre se olvidaba de mi cumpleaños, aunque tenía a mi padre, que siempre me hacía alguna tarta.
Más curiosa aún, salí del cuarto con lentitud, quería saber más de Aria, quería saber más de todo ella, de su vida antes de conocerme. Podía ver un montón de dibujos que estaban esparcidos por la sala, eran de Aria. No dibujaba bien, pero su padre los tenía enmarcados como si fueran obras de arte. En uno de los marcos de la puerta se podía ver la medida de Aria y me quedé aún más impresionada. También pude ver que su padre guardaba cualquier cosa que le había hecho Aria: jarrones artesanales que había hecho seguramente en el colegio, los tenía todos colocados adecuadamente por las estanterías blancas, y fotos, más fotos.