Capitulo 4

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Abro los ojos de golpe y noto que estoy en la cama, abrigada y con un dolor de


cabeza que no tolero; ese sueño fue muy lindo, pero no entiendo como llegue, supongo que como pude camine hasta aquí.


Salgo fuera de la recamara y observo a Jackson preparando el desayuno, una tonta sonrisa sale de mis labios sin que yo lo desee. Camino hasta donde está el.

- Me siento tan mal-. Le digo mirándolo mientras me recargo en la pared.


-es normal, nunca habías bebido y ayer te pasaste-. Ríe.

- ¿tu porque no estás como yo?-. Me incorporo.


-yo no bebí mucho, solo te acompañe para no dejarte sola. Me quedo en silencio, que vergüenza que me viera borracha.
-Tomare un baño-.

Camino a la sala por la bolsa de ropa y luego me regreso a la

recamara; enciendo la regadera y me quedo ahí parada, de pronto recuerdos se me

vienen a la mente, el cómo reía Jackson al verme tomar, que le lance un


almohadón, el cual termino en el otro sillón, recuerdo cuando vi que se comenzó a


quedar dormido; el agua recorre mi cabello y mis mejillas tal como lo hizo


Jackson...paro de sonreír y me quedo intentando acordarme bien, ¿cómo es que recuerdo mi sueño como si hubiese sido realidad?.

-No, no-. Me digo colocando las

manos en mi cara.

Cierro los ojos e intento recordar: me levante y me recosté en su

hombro, me acaricio unos minutos mi cabello y luego, luego lo bese, no fue un

sueño; arrepentida con las manos en mi cabeza me siento bajo el agua caliente intentado acordarme de otra cosa estúpida que haya hecho. Entre lejanos momentos, recuerdo que me levanto en sus brazos, lo mire

entrecerrando los ojos, luego recuerdo estar en su cama, creo que me quito los zapatos y me cubrió con las sabanas, sus labios dejaron un beso en mi frente. Dejo de lamentarme y me levanto. Ya lo hice, no puedo retractarme, fingiré no recordar y olvidare lo sucedido, pero me será difícil verlo y fingir que no eh probado sus

labios.
Termino de vestirme y me cepillo el cabello sentada en la cama, se abre la puerta de la recamara.

- ¿te sirvo?-. Me mira y sonríe.


-Sí-. Contesto desviando la mirada.


- ¿estás bien?-. Avanza dos pasos.


-Sí-. Lo miro difuminándolo con la mirada.


-Está bien-. Frunce el ceño extrañado por mi carácter repentino.

Regresa a la cocina y yo continuo cepillando mi cabello, luego me levanto y camino a la mesa de la cocina. No tengo otra opción más que tratarlo así, con desprecio, me equivocare si me enamoro, se que él no es el correcto, nadie es el correcto; yo no creo amar a alguien, supongo que la vida ya me ha advertido que no podre ser feliz con un pasado lleno de sombras y sangre. Camino a la sala, veo que él me echa un vistazo, pero luego regresa la mirada a la comida; me siento frente a él con el plato ya servido; no se me apetece comer nada, ni mirarlo quiero; un silencio que se vuelve incomodo. Estaremos los dos solos, sin nada que hacer, es domingo y el no trabaja, yo empiezo mañana, así que estaremos encerrados los dos, no quiero estar así todo el día, pero tampoco quiero entusiasmarme con él, con su personalidad, no quiero acostumbrarme a su presencia. Me levanto sin terminar de comer.

La hija de un asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora