Capítulo 5

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Entramos al consultorio, su padre me mira fijamente con el ceño fruncido; tal vez se piensa que no era capaz de venir; me muestra el escritorio en que voy a trabajar, mis manos me tiemblan, no por nerviosismo de empezar a trabajar, el temblor de mis manos es provocado por el narcotraficante. No puedo cambiar lo que hizo mi


padre, aunque viéndolo bien, no tengo razón de seguir viviendo, no las suficientes


para no pararme frente a la calle y me atropellen. O que aquel hombre termine con


lo que tiene planeado. Al sentarme en la silla negra de aquel escritorio, Elías se


acerca a mí.

- ¿qué tal?-. Pregunta sonriendo.


-Bien-. Me limito a decir más. -Creo que ahora no saldré del consultorio de mi padre-. Se pasa los dedos entre su cabello lacio y brillante.

Sonrió y me detengo en no mirar sus ojos azules. Se retira después de unos minutos de sacarme unas cuantas sonrisas; pero es que la verdad ni ganas de sonreír, estoy muy preocupada de si me encuentran. El día transcurre con dos citas, creo que, lo hice bien porque, al terminar el día, Javier me agradece y me felicita por mi eficacia, lo hice bien aunque no estaba en mis cinco sentidos. El trabajo termina a las tres, a si que a esa hora me retire del consultorio.

Camino con paso veloz de nuevo al departamento, "pero Jackson estará trabajando, ¿Quién me abrirá?"que importa, con tal de no estar a la vista de aquel hombre que me bloquea de mis pensamiento, estaré bien. Una voz dice mi nombre, giro para ver a Elías que me ha llamado desde su coche.

- ¿Que tu no trabajas o estudias?-. Me acerco a la ventanilla.


- ¿a qué viene eso? Frunce el ceño con una sonrisa.


-Pues que te veo a cada hora-. Sonrió de igual modo.


- hmmm, digamos que, estoy de vacaciones-. Lo miro sin entender. -Es que, yo


estudio en Londres-.Continua. -pero me vine un tiempo para acá ya que las vacaciones haya, son un poco más extensas.


- y no querías estar solo haya-. Aseguro.


-aparte, algo me decía que viniera y al llegar, me topo con la chica más guapa que


he visto-. Me mira con una sonrisa que le hace hoyuelos en las mejillas, se muerde


el labio inferior y continúa con un toque de esperanza en sus ojos. - ¿tienes algo que hacer?-.
Pienso en decirle que no tengo ganas de ir a ningún lado, pero, ¿me quedare en el


piso, recargada en la puerta esperando que aparezca Jackson?

-no, en realidad nada.


-vamos entonces a caminar o comprar un helado o...
-Si, no quieras recorrer todo nueva york en un día-. Levanto las cejas y sonrió.


El hace lo mismo pero con una sonrisa aun mas grande.

Me subo a su carro y el acelera; en realidad no me doy cuenta a donde vamos hasta que el me lo dice: central park. Ya no me acuerdo de cómo se ve cuando estás ahí. Hace mucho que no salgo, en realidad desde que me dejaron en el orfanato, desde


entonces no sé que es vivir.

Son los días de primavera, así que todo tiene un toque


más iluminado y perfecto. Al llegar, deja el carro en una avenida; caminamos a


donde todas las personas descansan en el suelo. Elías se detiene en un sitio de todo


el césped, se deja caer en aquella hierba verde. Lo sigo sentándome a su lado, siento


la necesidad de tirarme por completo y lo hago; pongo la cabeza en aquella gran manta de verde, siento como el frio de las hojas se me transmite por toda la cabeza, siento una relajación en mi cuello, como si nada importara. Tengo los ojos cerrados y procuro respirar muy hondo para llenarme de ese aire fresco que me controla por un segundo.

-Abre los ojos-. Me dice Elías. Elevo mis parpados para prestarle atención. -Mira-. Dice señalando el cielo. - ¿vez esas nubes?-. Asiento con la cabeza sin entender. -son libres, se mueven, se forman como quieren, son libres-. Repite.
Al principio no entiendo, pero luego vuelvo a escuchar sus palabras en mi mente "libres" como yo deseo estar, sin que tenga que trabajar, ni pensar, ni intentar sobrevivir de una amenaza.
Miro el cielo con los labios apretados, deseando sentirme por un momento libre.

-pero sin embargo, tenemos la libertad de ser quienes queramos, sin agobiarnos siempre.


-Pero a veces eliges lo que más te convenga ¿no?, como trabajar para comer, estudiar para trabajar, es como una cadena-. Levanto las cejas.


-pero, si tomas lo que te convenga, dejas de ser tu, eliges lo que crees mejor, pero solo lo haces porque te da más ¿dinero? Eso no es una razón lógica para dejar de ser quien eres-. Me está hablando porque sabe que es cierto, porque lo ha vivido. Me mira con seriedad sobre el tema.


- tú, ¿has elegido algo que no quieres solo porque te conviene?-. Lo miro curiosa.


-No-. Regresa la mirada al cielo. -Pero estuve a punto-. Guardo silencio dejando


que prosiga. -mi padre quería que yo siguiera con odontología, pero, no es lo mío. Sus dedos se dan golpecitos en el pecho, como si cuando hablara se sintiera aliviado de decirlo. -elegí música, mi padre por supuesto no quiso apoyarme, pero por suerte saque una beca en Londres, y soy lo que soy, lo que quiero, no pido más que pasar toda mi vida en el piano, aunque eso me traiga consecuencias; mi padre se alejo un tanto de mi, se decepciono, pero no permitiré decepcionarme a mí.


- ¿por eso, no le llamas papa?-. Soy bastante curiosa, espero que no lo tome a mal.


-Sí, descubrí que al regresar, cada vez que le decía papá, me ignoraba, así que lo llamo Javier, por lo menos me dirige la palabra-. Sonríe.
Después de todo, no se ve


destruido, lo miro como a nadie jamás he visto, con un toque de orgullo, como si al


oírlo me sintiera feliz por él. No puedo evitar no sonreír al verlo así, feliz y satisfecho de ser quien es; por un momento quisiera saber que se siente sentirse orgulloso de sí mismo. Pero siendo quien soy, no se me apetece sentirme bien conmigo.

La hija de un asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora