Capítulo 15

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Los rayos del sol entran por la ventana acariciando mis mejillas; tercer día y sigo aqui. El doctor vino hace


unas horas a decirme que mañana en la mañana me daría de alta. No quiero


permanecer otra noche aquí, pero tendré que soportarlo; Elías siempre está aquí para hacerme sonreír. Aunque no dejo de pensar en Jackson. Mi cuello sigue cansado, pero no como mi espalada y mis pies; necesito levantarme y caminar, solo puedo sentarme en la cama, para llegar al baño necesito ayuda de la enfermera, no tengo nada serio, pero todo mi cuerpo fue golpeado, así que sufro el dolor.


Cada segundo me desespero más. Judith se entero al día siguiente del accidente.


Así como a Elías, los tuve aquí casi todo el día.

-no deberías alejarlo-. Me comenta ella.
-porque?-. Presiono mis labios.
-lo estas acercando más-.
-que hago entonces, su vida, no esta segura, conmigo cerca-. Aseguró.
-y crees que alejándolo, vas a protegerlo, Amelia, lo dejas más vulnerable-. Levanta las cejas.

Tengo las sabanas entre mis dedos, con los puños cerrados; la desesperación me consume por dentro. El día ha llegado. La enfermera que estuvo al pendiente de mi,


ahora me quita la "venoclisis" así le dijo ella. Mientras me saca el tubito blanco que estaba en mi vena, el doctor me da algunas indicaciones.


No presto mucha atención; lo único que pienso es en salir de aquí y comenzar a buscar a Gustavo, lo encontrare y lo hare pagar. Necesito rasgar su garganta con la navaja; solo así, siento que protegeré a Jackson. Judith me dejo con sus palabras en mi mente "lo dejas mas vulnerable", entonces, que cono hago?

Estoy sentada en la ventana, de vuelta en casa, mirando el cielo, traigo aun el collarín. Pero ya estoy harta de él. Me lo quito sin cuidado y dejo que mi cuello respire. Llevo el collarín a la basura y me voy al baño a mirar mi rostro al espejo. Esta arañado, solo mi sien tiene un pequeño parche, lo demás, se está cerrando sin necesidad de puntadas. Mis manos también tienen cortes. Siento la piel dormida y un ligero ardor es recorrido por todas esas cortadas. Me doy cuenta, que tengo moretones en mis rodillas, asi como raspaduras, el volante casi me arranca las piernas, aun camino con dificultad. El cuerpo me pesa, no puedo seguir de pie. Respiro profundo. Camino a la cama y me recuesto quedandome dormida. Por lógica no puedo ir a trabajar, asi que el día siguiente, me quedo en mi cuerto encerrada. Asi pasa el dia, hasta llegar la noche. El dolor todavia continúa jodiendo, pero tomo el medicamento que me mando el médico, el cual controla el malestar.
Me paro delante de la cama y me pongo en cuclillas, levanto la esquina del colchón y saco la pistola, la primer pistola que logre obtener; no hay nada más que pensar. La tomo con ambas manos y la meto entre mi espalda baja y el pantalón. La navaja no la pude encontrar; la perdí en el accidente; pero encontrare otra. Esta vez me asegurare de que se quede cubierta de sangre. La sangre de Gustavo.


Camino al consultorio de Javier, que está en el escritorio anotando una cita.

- ¿qué haces aquí?-. Pregunta al verme. - ¿que no deberías guardar reposo?-. Frunce el ceño dejando el lapicero en la mesa.


-Me siento bien-. Aseguro.


-pues yo te veo pálida-. Levanta las cejas.


-que no, que me siento bien-. Sonrió.


-bueno, pero si te sientes cansada...por mi puedes retirarte-. Asiento con la cabeza.

El se levanta no muy convencido y entra a su despacho. Me quedo sentada unos minutos; me llevo la


mano a la espalda sintiendo el grosor de la empuñadora. Me relajo un poco al sentir el armazón frio de la pistola en mi piel. Aunque pienso que es demasiado peligroso traerla conmigo. Si no la escondo bien la pueden notar; me siento más cómoda con una navaja.

La hija de un asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora