Capítulo 7

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Abro los ojos de golpe, no puedo dormir, no me disculpe con Jackson y no deseo


hacerlo, tampoco quiero que él lo haga, no puedo cerrar los ojos y fingir que estoy bien, porque no es así. Intento comprender porque sus cambios tan repentinos, pero aunque lo intento, no lo logro, no pienso las cosas claramente cada vez que


peleamos y lo peor es que ni siquiera sé porque discuto con él. No se solucionar las


cosas, no se las palabras para hacerlo, tampoco quiero pensarlas, prefiero seguir


así, que él me hable cuando lo desee, no lo obligare.

Escribo las citas que Javier me ha pedido que anote en la agenda; por lo menos todo ha trascurrido bien aquí en el consultorio, así como si los días pasaran y yo no me diera cuenta de que ocurre. No he vuelto a ver las camionetas negras que me seguían hace unos días, "tal vez se pensó bien las cosas y decidió apartarse y olvidar todo", pienso mientras viajo en el metro subterráneo de la ciudad. Jackson no me


habla como antes, evita todos los temas de conversación, es como si yo no estuviera, es como si él no estuviera, todo es como si estuviera sola, siento su lejanía tan sofocante, esa sensación me destruye, vuelvo a sentir la soledad, como cuando estaba en el orfanato, pero esta soledad es verdaderamente más dolorosa; por lo menos Elías sigue a mi lado y no me deja de poner el hombro cada vez que lo necesito, aunque él no lo sepa, lo necesito y agradezco que este ahí, no le cuento mis penas, pero no es necesario, porque cuando lo veo se me olvidan, es un alivio tenerlo.

La gente va sentada sin ningún pendiente, no hay mucha gente, los que van


sentados, leen un periódico, ¿como lo hacen? Yo no puedo leer en un carro sin marearme. Uno que otro va parado aunque hay demasiado lugar para sentarse, seguro están cansados de ir sentados siempre y desean estirar las piernas.
Se detiene el metro, me sostengo del tubo que tengo a mi lado para no agitarme


mucho, se suben unas cuantas personas, dos de ellos caminan y se paran a mi lado, siento un cosquilleo, "algo anda mal" me digo. Entonces todo se sale de control


cuando el metro comienza a moverse.

-Todos con las manos en la cabeza-. Grita uno de ellos. La gente solloza y grita


desesperada, los que iban de pie se sientan. Uno se para del otro extremo apuntando a las personas de ese lado, mientras el otro me apunta en la cabeza. No tengo nada de valor, pero si lo tuviera, no dejaría que se lo llevaran así como si nada.

-ten cuidado, no te vayas a lastimar-. Digo con voz ronca, pero intento no demostrar que me tiemblan las piernas y que hago el intento de no gritar.


-cállate-. Grita aquel hombre. Levanto la mirada hasta sus ojos, aunque no lo puedo ver bien porque el arma me tapa. - ¿qué me ves?-. Levanta la voz.


-observo tu cara de valentía, para luego gozar tu cara de suplica-. Sonrió.


-porque te iba yo a suplicar-. Sonríe de oreja a oreja; activa la pistola.
Estoy loca, no se que hacer para detener lo que estoy por hacer. Respiro tomando fuerza. Tomo su brazo y lo golpeo contra el tubo, el arma cae en el otro asiento, antes de levantarme golpeo su pierna para que caiga al suelo, levanto mi


pierna y con el pliegue de la rodilla entrelazo su cuello presionándolo con el tubo, sin soltarlo tomo el arma antes de que el otro reaccione "¿qué estás haciendo?" me


pregunto sin tener respuesta. Levanto el arma a la altura de mi hombro y disparo.


Aquel hombre alto y robusto cae al suelo con un grito que le desgarra la garganta, le he dado en la pierna, que bueno que no di en el pecho, no quiero convertirme en una asesina.
Sigo presionando con fuerza el cuello del hombre, "tengo que detenerme", su piel se ha puesto colorada y siento adrenalina corriendo por mi


cuerpo. No quiero parar.

Reacciono y dejo que respire, se tira en el suelo tomando oxigeno con desesperación. La gente sigue asustada. Me miran sorprendidos de que haya acabado con dos hombres de un solo tiro. La verdad también estoy sorprendida, no sé cómo lo he hecho.
El metro se detiene y abre las puertas, las personas salen


corriendo, hay oficiales parados esperando que todos salgan para arrestar a aquellos. Me voy antes de que alguien diga lo que he hecho, corro subiendo por las escaleras. Llego a la calle y corro sin mirar atrás.

Entro en el edificio y subo por las escaleras, no tengo tiempo de controlarme, no tengo la fuerza para controlarme, es mejor descargar mi energía mientras subo las escaleras. Me puede dar un ataque en el elevador y no quiero asustar a más personas, o hacer una tontería. Jackson me ha dado la copia de la llave de su


departamento; abro rápidamente y me recargo en la puerta. Con la frente pegada en la puerta comienzo a respirar hondo, calmando el ardor en mis pulmones al correr tanto.
No puedo controlarme, tengo que dejar salir todo lo que siento, comienzo a llorar, lloro como nunca antes, me tiro al suelo sin fuerzas y golpeo el suelo desquitándome; rápidamente mis manos me arden y se tornan rojas. Llevo mi cabello atrás y respiro con dificultad,


ya no puedo, no puedo. Estoy por rendirme, hubiese dejado que me mataran.
De golpe me controlo, me entra una pregunta en mi cabeza ¿Por qué ese hombre se dirigió conmigo? Si fueron a asaltar a las personas, ¿por


qué no lo hicieron? Un golpe me da en el pecho, creo saber la respuesta a las preguntas: el narcotraficante.
Me arrastro hasta la pared y respiro débilmente, pensé que se había marchado, pensé que todo estaría bien, pensé, pensé una estupidez, eso fue lo que pensé. Mis ojos se inundan, mis manos tiemblan igual que mi cuerpo, cierro los puños y grito con toda mi alma, grito otra vez desgarrando mi garganta, grito con ambos pulmones, sintiendo que mi gargata pide con dolor un descanso, grito sintiendo que me rindo. Me coloco las manos en el cuello y me presiono solo un poco, resbalo las uñas por mi cuello, sin parar de gritar. Siento como mi cuello comienza a arderme, siento que mi piel súplica que me deje de lastimar.
Respiro profundo y guardo la calma.
Me levanto después de unos segundos y me voy a la recamara, entro al baño y enciendo la regadera.
El jabón me arde en el cuello, y mi cabeza me explota; todo esto ya no es vida, nunca lo fue, no estoy segura realmente si sigo viva.

Se abre la puerta y yo no decido voltear a ver a Jackson; tengo una camisa de cuello que me cubre los rasguños. Camina y se sienta en el otro sillón, no dice nada ni yo tampoco, así como hace unos días, nos distanciamos y quisiera romper esa distancia y correr a abrazarlo, pero no lo hare, no, porque preguntara y yo solo quiero no involucrarlo.
Creo que será más raro si no digo nada, siempre le pregunto por su día aunque no hablemos más que de eso en todo la tarde.

- ¿qué tal tu día?-. Pregunto sin mirarlo.


-Pues, hubo algo de movimiento-. Dice terminando el tema, pero quiero saber si sabe algo de lo que hice.


- ¿así? ¿Cómo qué?-. temo que sepa lo que he hecho.


-pues, un asalto en una tienda, un accidente enfrente del ministerio publico.


Parece que es lo único que sabe, porque no escucho que siga, siento un alivio. -ah y en el metro hubo un disparo, al parecer iban a asaltar a las personas de ese vagón, pero no sé como terminaron ellos en el suelo-. Se pasa la yema de los dedos por la frente. - no han querido hablar, ni siquiera quieren decirnos quien los ataco, pero tenemos el arma de donde salió la bala y buscaremos las huellas-. Se me va el aire en un soplo, mi respiración se acelera, Jackson no se da cuenta, se levanta y se

va a la cocina a tomar agua, me levanto lentamente y camino sin mirarlo, llego a la cama y me tiro, me quedo mirando el techo, respiro lentamente y con gran impulso. Si me descubre, ¿Cómo le voy a explicar lo que ha pasado?

Cierro los ojos y dejo que llegue la mañana siguiente.

La hija de un asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora