En Julio las calles, como era común, solían tener muy poco movimiento de las personas transitando por ellas a pie, referían tomar algún medio de transporte y evitar contraer algún resfriado o gripe.
Jadeos y una respiración, entrecortada y acelerada, era los que se podía escuchar proveniente de la boca de una rubia. Esquivando a las pocas personas de las calles, Sabrina corría entre ellas. Como era normal últimamente en ella, la rubia solía quedarse dormida, aun más en invierno, donde la cama, supuestamente por su explicación, no quería soltarla. Solo que ahora, estaba sumada su nueva adicción. El mundo del yaoi.
Casi todas las noches, que terminaba a horarios sus tareas o trabajos, se quedaba acostada en su cama con su laptop y entraban a su mundo. No contaba con que tanta distracción y entretenimiento la dejarían noches sin dormir.
Solía levantarse tan apurada, que mientras mordía una de sus galletas favoritas, se colocaba sus pantalones y mientras peinaba su cabello con una mano, con la otra guardaba sus cuadernos en su bolso.
Al notar que tan solo faltaban unas pocas calles para llegar, sacó su teléfono celular y le envió un mensaje a su amigo. Desde que había pasado el primer mes en donde Sabrina llegaba siempre tarde y era regañada por los profesores, ambos implementaron un plan para los momentos en que la rubia debía salvar su presentismo en clases.
Entrando torpemente al jardín de la escuela, se dirigió hacia la ventana del salón que le tocaba, clase de arte, y alzando su vista pudo ver a Justin que movía su brazo dándole la señal.
Separándose un poco del edificio, se sacó su bolso y juntando todas sus fuerzas lo arrojó hacia la ventana, en donde el castaño logró atraparlo y meterse adentro. El primer paso estaba completado.
Seguido a eso, la rubia se ajustó su cinturón de cuero y ató bien los cordones de sus borcegos azules. Se acercó al árbol, el cual una de sus ramas daba a la ventana, y se trepó a él. Logrando subirlo con ayuda de sus rodillas y piernas, Sabrina logró caminar, rezando por no caerse, sobre la rama que daba a la ventana del salón. Tomando impulso, saltó hacia el lugar logrando una caída perfecta.
-¡Cien puntos! -se felicitó alzando sus brazos una vez adentro, recibiendo sonrisas forzadas de parte de sus compañeras que les sorprendía su rareza de momentos.-¡Justin!
-Sí, sí, si -suspiró, el mencionado- Ten, aquí está tu peine. Y la ropa, sigue en perfectas condiciones.
-Gracias, dulzura. Eres un muy buen mejor amigo -le sonrió tomando el peine y empezó a utilizarlo- Por cierto, ¿Cuantos minutos faltan para comenzar la clase? -antes de que el castaño pudiera contestar, el timbre sonó dándole paso al profesor- Uf, justo a tiempo.
-¿Sabes? tendrías que dejar tus cosas pervertidas para los días de semana. -aconsejo, Justin- Algún día te caerás de algún árbol, morirás y me quedare sin mejor amiga.
-Tranquilo -lo abrazó- Jamás desaparece de tu vida hasta recibir fanservice gratis de tu parte -apretó más su cuerpo, sin darse cuenta que su abrazo estaba haciendo que la cara de Justin estuviera en medio de sus pechos debido a su baja estatura. Debido a esos actores de parte de la rubia, era que Justin recibía miradas de odio por parte de la mayoría de los chicos de la escuela.
Sabrina era una chica realmente popular, aunque ella lo negara. Tenía una excelente condición física y, por supuesto, un excelente cuerpo. Su largo cabello rubio resalaba sus brillantes ojos verdes esmeralda. Su piel era sutilmente blanca y su estatura era alta. A pesar de su apariencia física, la rubia tenía muchas virtudes. Siempre estaba dispuesta de ayudar a quien lo necesitaba sin poner pretextos, sociabilizaba con cada adolescente nuevo que llegaba a la escuela mostrándosela. Los profesores, aunque la regañaban por sus retrasos, realmente la apreciaban y la consideraban una chica lista. Sin embargo, Sabrina se negaba a la que la llamaran "chica popular" diciendo que eso era solo una estúpida etiqueta que algún loco o idiota había inventado cuando estaba aburrido. Además, odiaba ser comparada con aquellas chicas populares que trataban mal a todo el mundo, por creerse dueñas del mismo.
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El chico de la puerta de al lado. [LGTB]
Roman d'amourA sus 25 años nuevamente Mark se encontraba en una habitación esperando a su cliente. No era nada nuevo para él, era una realidad que habría preferido no elegir para sobrevivir en el mundo. Desde que había ingresado a aquel sucio mundo se podía deci...