✽ La bella durmiente y el gato sumiso.

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-Diablos, Justin, te mataré cuando te vuelva a ver. Estoy a punto de estallar por los nervios. -murmuraba una rubia mordiéndose las uñas- ¿Para qué tienes celular? ¿Para tenerlo apagado? ¡Estúpido Mark, te mataré si le has hecho algo! -agregó observando su teléfono.

-Tranquilízate, Sabrina -aconsejó, David, sentándose frente a la rubia en la mesa con una bandeja de comida- Ten, un dulce te calmara los nervios.

-¡¿Esta bromeando?! No puedo calmarme, nunca he dejado a Justin solo en ningún lado. Siempre venimos juntos, sabía que no tenía que dejarlo so- -antes de que la adolescente pudiera seguir chillando, el ojiverde metió a su boca un cupcake.

-Come eso y trata de tranquilizarte.-volvió a mencionar- Si te alteras y te pones nerviosa no solucionaras nada. Además, primero debes pensar en donde podría estar y luego ir a buscarlo ¿No crees?

-¡Claro que se donde esta o al menos creo que esta allí! -chilló una vez que trago el dulce.- Ese pervertido pediatra.

-¿Pediatra? ¿De qué hablas? -la rubia se tensó al darse cuenta lo que había soltado sin darse cuenta. Buscando una excusa rápido y dijo lo que le llegó a la mente primero.

-Es que esta mañana me mando un mensaje de texto diciendo que se sentía mal y se daría una vuelta por el hospital para ver al pediatra que lo atiende. -aclaró dando otro mordisco al cupcake verde.

-Pero Sandez tiene quince años ¿Verdad? Los pediatras solo revisan a niños de diez años como mayoría de edad. -mencionó confundido.

-Es que....

-No sabes mentir, Sabrina. -soltó una carcajada al ver el rostro sonrojado de la chica- Pero descuida, no estás obligada a contarme donde está. Te dije que te ayudaría a buscarlo y lo haré. Dime ¿Lo has llamado ahora?

-Sí, pero tiene su teléfono apagado. -suspiró recostándose sobre la mesa y cerrando los ojos.-- Ya no se qué hacer, David. -agregó. Acomodándose mejor en la mesa, colocó sus antebrazos como almohadas y se quedó allí escuchando los murmullos de los demás adolescentes y profesores que se encontraban en el comedor de la escuela disfrutando de sus comidas.

Tratando de evitar aumentar sus preocupaciones, se relajó en su lugar pensando en otra cosa. Su respiración fue relajándose como si fuera a dormirse sobre la mesa.

Sabrina era de aquellas chicas que podía dormirse en cualquier lugar. Eso sí, levantarla era un gran problema, ya que a la rubia le gustaba dormir por horas. Sin embargo, esta vez en vez no logró dormirse. Una mano acariciaba su cabeza de manera pausada y suave, como si estuviera dudando de lo que hacía. La ojiverde abrió sus ojos, a los cuales los tapaba un mechón de pelo que caía sobre su rostro. A pesar de eso, la adolescente pudo ver entre sus cabellos el rostro de David. El chico estaba apoyando su rostro en su mano izquierda, lucía una ladeada sonrisa suave y sus ojos estaban fijos sobre la cabeza de ella. Sabrina cerró sus ojos tranquilizando sus nervios que empezaron a brotar sin saber porqué. ¿Quién era ese chico y donde estaba David, el mocoso que babeaba por ella? ¿Siempre había sido así de delicado y relajado? No conocía esa faceta de él.

-Oye, ¿te has dormido? -preguntó, el rubio, con un susurro en su oreja. Sin embargo, ella no respondió dándole a entender que si lo estaba- Que suerte, si escucharías que me siento feliz de estar aquí contigo, seguro me morirá de vergüenza.

"Idiota" pensó la adolescente apretando aún más sus ojos. Agradecía que el mechón de pelo le tapara toda la cara de modo que David no pudiera ver su gran sonrojo, y que estuvieran en una de las últimas mesas del lugar en donde nadie podía verlos.

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Durante el recorrido en auto en camino a la escuela de Justin, Mark había logrado convencer al castaño de que no asistiera a clases. El menor lucía muy deprimido como para ir a estudiar así que el rubio decidió que lo acompañaría a su trabajo y que antes lo llevaría a un pequeño café para volver a hacer aparecer su sonrisa.

El chico de la puerta de al lado. [LGTB] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora