N/A: El siguiente capítulo podría casar la muerte de la escritora.
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La noche del veintiuno de Julio se ponía cada vez más fría. Los pocos adolescentes que salían al jardín de la escuela, no tardaban más de diez minutos en regresar a la calidez del gimnasio. Parecían dos mundos totalmente diferentes. Mientras que dentro de él el piso temblaba, la música rebotaba entre las paredes y el sudor de los chicos bailando incrementaba cada vez más, fuera de él la noche estaba totalmente relajada. Ningún auto o autobús pasaba por las calles, más de una familia se encontraba cenando en el interior de sus cálidas casas; los comercios ya habían cerrado sus puertas horas atrás, dejando solo las luces de sus carteles alumbrando las veredas despobladas. No mostraba ni una sola estrella, solo una luna brillante y fría que resaltaba en la oscuridad del cielo.Entre los bajos arbustos, donde los grillos se ocultaban para cantar, un castaño estaba escondido entre sus piernas, apoyado contra el tronco de un viejo árbol. El sonido de hojas secas siendo pisadas lo puso en alerta, pero aún así no se movió de su posición.
Una mano se posó sobre su cabello, perfectamente peinado, y fue deslizándose hasta su mejilla, la cual sintió como acariciaban con delicadeza. El escalofrío que recorrió su columna vertebral no pudo ser descifrado si era a causa del frío o de aquel toque. Aquella mano, que seguía bajando por su mejilla, llegó a su mentón y lo elevó.
Sentía su cuerpo frío, pesado, su mente totalmente en blanco y un nudo en su garganta que amenazaba con querer salir a través de sus ojos en forma de pequeñas gotas cristalinas. Dentro de su cuerpo, su corazón quemaba.
Dolía...Dolía mucho.
La misma mano que jugó con su cabello y rostro, se dirigió hasta su mano derecha e implementando un poco de fuerza lo hizo levantar del húmedo césped por el rocío de la noche. Por acto reflejo, retrocedió unos pasos y su espalda chocó contra el tronco del viejo árbol. Intentó liberar su mano del agarre de la ajena, pero no lo logró. Con su mirada elevada, siguió observando lo único que se podía ver a través de ese extraño accesorio medieval. Aquellos ojos miel parecían las estrellas faltantes de la noche.
¿Debía decir algo? Si, seguro eso era lo más correcto de hacer en ese momento. Sin embargo, su cerebro parecía haber perdido esa función. Sus labios se mantuvieron sellados, su cuerpo quieto y su respiración lenta. Los únicos atentos a todos eran sus ojos, que vieron como el dueño de aquellos bellos ojos se arrodillaba delante de él. Con su otra mano libre, subió parte de su casco guerrero, dejando en revelación su rostro frente al menor. Cerrando sus ojos, de igual forma que un caballero de siglos pasado hubiera hecho con la realeza, beso el dorso de la mano del adolescente inmóvil.
-No dudes más, Justin...-mencionó suavemente, observándolo desde su baja posición- Siento lo mismo por ti. Yo también...yo también te amo.-La pequeña mano entre medio de la suya comenzó a temblar. Las redondeadas y cristalinas lagrimas, ansiosas por bañar los pómulos y mejillas del castaño, no se demoraron en escapar de sus ojos. Como si estuviera frente a un niño pequeño, el pediatra observaba como Justin sorbía por su nariz e intentaba detener las lagrimas secándolas con sus manos. -Ven aquí, Juss- exclamó tomando de sus costados al castaño, apretándolo contra su pecho. Gracias a la diferencia del altura, Justin pudo esconder fácilmente su rostro , tras aferrarse fuertemente a su espalda con sus uñas clavadas en el disfraz. Manteniéndose juntos en aquella posición, Mark repartió caricias sobre el cabello y espalda del menor, mientras lo escuchaba ahogar sus sollozos. Cualquiera que lo observara pensaría que se estaba burlando del chico que contra su pecho lloraba, puesto que tenía una sonrisa en su rostro. Sin embargo, aquella pequeña sonrisa que estaba en su rostro no era de burla, sino que estaba consciente de que el menor no lloraba de tristeza...lloraba de alegría, de alivio...como si se hubiera liberado de toda una carga. Una carga menos en su vida.- Tienes los ojos hinchados, pequeño-le decía mientras secaba las últimas lagrimas de su rostro con la ayuda de sus pulgares. El castaño tuvo la voluntad de decir algo, pero cuando su boca se abrió no salió más que un suspiro entrecortado que nublo, nuevamente, sus ojos tras una cortina de agua- Sh, sh, no digas nada. No necesito saber nada más, he escuchado más que suficiente.- y tras calmarlo con aquellas palabras, lo besó en la frente.
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El chico de la puerta de al lado. [LGTB]
RomanceA sus 25 años nuevamente Mark se encontraba en una habitación esperando a su cliente. No era nada nuevo para él, era una realidad que habría preferido no elegir para sobrevivir en el mundo. Desde que había ingresado a aquel sucio mundo se podía deci...