✽ Secretos rebelados, olvidos y promesas.

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-Vaya, ¿Qué es esto?

-Se que no dibujo muy bien, pero creo que es fácil darse cuenta de lo que es. -suspiró el rubio- Me deprime que nunca se dé cuenta.

-David, se claramente lo que es. Solo esperaba que me lo explicaras. -exclamó, Marcos, mirando la pintura- Entonces, déjame adivinar. Les pedí que dibujaran algo que los represente de alguna manera y tú has dibujado un montón de papeles...

-Partituras -corrigió.

-Perdón, un montón de partituras sobre una mesa. Creo que ya he adivinado. -aseguró cruzándose de brazos- Te gusta la música y de alguna manera estas relacionada con ella. ¿Eres cantante o tocas algún instrumento?

-En realidad, ambos. -respondió avergonzado.- Toco la guitarra, pero aun soy primerizo.

-¡¿De qué hablas, idiota!? -antes de que David pudiera replicar, su cuerpo ya se encontraba yacido en el piso y su rostro juntos a los pies de Marcos.

-Bonitos zapatos, profe. -murmuro el rubio, antes de caer desmayado.

-¡Samuel Thorw! -gritó el profesor molesto, una vez que logro reaccionar. Había sido tan rápido lo que acababa de ocurrir, que no pudo, ni siquiera, reaccionar al momento en que el peli-verde llegaba corriendo y de una patada tiraba a David de su silla.- ¡Vas a matar a tu compañero! ¿Cuántas veces ya te he dicho que no debes patearlo? Y no me vengas con tu excusa de que sólo estás jugando, porque no es normal este comportamiento en alguien que ya tiene quince años.

-Allí viene el regaño otra vez. -chasqueó su lengua y se cruzó se brazos.

-Samuel, mírame cuando te estoy hablando. -pidió- Soy tu profesor y debes respetarme. Al menos, si no quieres escucharme, mírame para no faltarme el respeto.

-¿Cómo quiere que le haga caso, si no da miedo? Mi madre da mucho más miedo que usted y solo me lanza una mirada. Usted a la hora de enojarse, es igual que un cachorrito que ladra demasiado. -exclamó, Samuel sacándole carcajadas a sus compañeros y un gran sonrojo al profesor- Pero no se ponga mal, al menos lo intenta...

-Te quedaras después de clases a limpiar todo el cuarto de utilería. -informó cruzándose de brazos.

Al escuchar a su profesor, Samuel palideció. Si bien no le hacía gracia quedarse después de clases a ordenar aquella habitación destrozada y repleta de oleos, botes de pinturas, maderas, cuerdas, y cientos de materiales para usar en la clase de arte, lo que le asustaba era que el cuarto de utilería en general. Aquella habitación, no solo aparecía tras abrir una puerta, se debía bajar un par de escaleras para llegar a ella. Y eso era lo que le atemorizaba, bajar a un cuarto completamente oscuro y únicamente alumbrado por una bombilla.

-No-no estará hablando en serio ¿Verdad? -balbuceó el peliverde- Usted no sería capaz de...

-Después de clases, Thorw. -exclamó firme el profesor, mientras revisaba el trabajo de otra de sus alumnas. La adolescente había dibujado un gran gorro de chef en la esquina del óleo, mientras que en el centro se lucia un gran pastel en forma de corazón a medio pintar. Marcos pudo deducir que la chica le gustaba la pastelería, aunque era algo obvio de ver por sus broches del cabello en forma de pasteles y rosquillas y el collar que adornaba su cuello con el dije de un gorro de chef.

-Me encantaría algún día poder probar uno de tus postres. De seguro deber ser deliciosos.

-Yo...eh...no lo creo. No voy a ningún curso de cocina, solo hago dulces y postres por cuenta propia. De seguro no deber ser buenos. -se excusó la azabache.

-¿Tu los comes? -la azabache asintió- Entonces ¿Por qué yo no puedo degustarlos? Seria todo un honor probar tus dulces. Además, adoro las cosas dulces y hasta ahora nunca nada me ha degustado.

El chico de la puerta de al lado. [LGTB] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora