Tras una larga jornada de trabajo, Rafael y Mark dieron por finalizado su día, al menos el castaño, ya que el pediatra tendría que regresar a la noche a completar su turno.
—¿Cómo es que tienes este bebe y yo no? —mención, el rubio, observando el auto de su amigo.— ¿Podrías decirme cuanto ganas? Creo que me han estado estafando...
—¿De qué hablas, torpe?—rió, el oncólogo. Sacando las llaves de su bolsillo trasero desactivó la alarma para que Mark pudiera subir— En realidad, este auto fue un capricho que tuve desde adolescente. Así que me mantuve ahorrando desde los diecisiete para poder comprarlo. Tú también podrías hacerlo, si no fueras un maniático obsesionado por mantener tu apariencia. Digamos que si tu invirtieras todo lo que gastas en comprar ropa de marca y productos de belleza podrías fácilmente tener uno de estos. —aclaró dándole un beso al volante del auto.
—Yo no tengo una obsesión por la ropa.
—¿Disculpa? ¿Te has fijado como vienes a trabajar? —señaló su ropa— Mientras yo visto una simple camisa y unos sencillos pantalones, tu vistes como si fueras a tener una cita con algún famoso. Es por eso que te pedí que me acompañaras a comprar ropa. Quiero verme como tú.
—¿Y cómo se supone que me veo? —preguntó observando la ropa que había sido elegida por su pequeño castaño. El pequeño había hecho un gran trabajo.
—Maduro, responsable, guapo, alguien trabajador... ¿Tengo que seguir? Creo que acabo de asesinar a mí autoestima. —murmuró con su cabeza apoyada en el volante— A veces pienso que es por actuar como un mocoso que Miriam no me presta atención.
—¡Vamos! —golpeó su espalda haciendo que el oncólogo apretara con su frente la bocina del auto— Estoy seguro que a Miriam le gustas tal cual eres.
Suspirando el castaño se puso en marcha sin comentario alguno. Aunque Mark le dijera que enamoraría a Miriam siendo el mismo, no tenía la suficiente confianza en sí mismo como para aceptarlo.
*
—¡Mira, mira! ¿No es bonita? —preguntaba una ojiverde enseñando una camisa blanca con el estampado de un zorro en su espalda de color gris. —¿Qué te parece?
—Sí, lo es...—suspiró la castaña frente a ella, quien estaba sentada en un pequeño sillón del local de ropa en medio de un grupo chicos quienes esperaban a sus novias salir de los probadores. Sin embargo, en algunas ocasiones, a algunos de ellos se les desviada la mirada a la joven en medio de ellos y eso la ponía aún más nerviosa.
—¡Oh vamos, Justina! Necesito tu opinión. Yo creo que no va conmigo. ¿Qué me dices de esta falda a lunares? ¿Quedaría bien con alguno de mis sombreros? —preguntó enseñando la prenda. Una nerviosa sonrisa apareció en el rostro de Justina.
Desde hacía horas estaba en aquel lugar junto a Sabrina, quien ya le abría preguntado su opinión de cientos de prendas. Desde playeras, vestidos y chaquetas, hasta pantalones, faldas y shorts pasaron por los ojos del menor. Al parecer la ojiverde olvidaba algo importante, Justina era Justin, un chico con cero sentidos para la moda y quien además solía ser vestido por ella.
—Si—murmuró Justina, algo sonrojada por las miradas extrañas que recibía por parte de los chicos junto a ella. De seguro les parecería rarísimo que una chica no supiera de ropa, pero él no tenía la culpa de haber sido travestido por su amiga y llevado a rastras a ese lugar.
—¡Justina! —chilló, la rubia, apretando la prenda entre sus manos. Estaba algo molesta de que el pequeño sólo le respondiera con monosílabos.— ¿Sabes? Creo que estas algo aburrida. Ven, te toca probarte ropa ahora a ti.
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El chico de la puerta de al lado. [LGTB]
RomanceA sus 25 años nuevamente Mark se encontraba en una habitación esperando a su cliente. No era nada nuevo para él, era una realidad que habría preferido no elegir para sobrevivir en el mundo. Desde que había ingresado a aquel sucio mundo se podía deci...