Capítulo 40 -Olvidar a veces es la mejor opción-

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-¡Vete!

Ya había perdido la cuenta de cuantas veces había oído esa respuesta salir de los labios de Sabrina, pero aún así él continuaba de pie frente a la puerta de su habitación, con una gran bolsa de dulces en su mano provenientes de la tienda más cercana que logró encontrar.
¿Qué había echo para estar metido en tal situación? Se preguntó y el recuerdo llegó tan rápido a su mente que quiso golpear su cabeza contra la puerta frente a su rostro, pero solo opto por apoyar su cabeza contra ella y tapar su sonrojo.

Sí, los había visto, pero no había sido su intención. Y además, ¿Qué más daba? Era algo totalmente normal a su parecer. La mayor parte de su familia estaba conformada por mujeres que, normalmente y por mala costumbre, pasaban parte de su tiempo sin ropa interior en la casa y tenían como consecuencia, en varios ocasiones, ese accidente. Era tan solo una reacción normal de cuerpo, al igual que, por ejemplo, sufrir de “piel de gallina” cuando uno siente frío. 

-Veo que aún no ha salido de su habitación.- comentó, Carolina, al ver la intención del ojiverde de querer llamar a la puerta blanca, por... ¿Milésima vez? Quizás lo fuera.

-No quiere ni siquiera verme.- suspiró-  ¿No sería mejor que me fuera y volviera al rato? Ha sido al vergonzoso para ella, puedo verlo y entenderlo. Quizás si me voy se pueda tranquilizar.

-Esa sería una opción muy razonable viniendo de parte de un chico como tu.- David pudo ver como la castaña intentaba girar la perilla de la habitación de Sabrina, pero al darse cuenta de que estaba completamente cerrada con llave, solo atinó a sonreír con prepotencia. Se apartó de la puerta y de entre su cabello logró extraer un pequeño clip con el que lo sujetaba, para luego colocarlo en la cerradura del picaporte.- Sin embargo, jamás dejaré que mi hija se salga con la suya por una cosa como esta. Eres su novio, ¿Acaso pensaba que jamás iba a tener un momento vergonzoso contigo?- el ojiverde ignoró tal comentario, puesto que su concentración estaba puesta en las manos de la mujer, quien movía el clip dentro de la cerradura intentando, supuso, forzarla para poder abrirla.

No creía que eso fuese a funcionar, es decir, ¿abrir una puerta con ese método? Seamos realistas, eso solo funcionaba en películas y no creía posible que movimiento un adorno para el cabello lograra ceder el cerrojo así como así. Era imposible.

-Carolina, no creo que eso…

Un sonido llamó la atención de ambos. La puerta había logrado ceder, pero ¿¡Cómo era posible eso? No podía haber funcionado esa técnica, era solo un truco visto en, casi siempre, películas. Estaba claro que debía investigar sobre eso en internet y aprender esa técnica cuando volviese a perder sus llaves o, posiblemente, a olvidarlas en algún lugar.

Cuando logró desviar su concentración de aquello y enterarse de que la habitación de su novia estaba frente a sus ojos, se dispuso a infiltrar su mirada en ella con tal emoción que temía que Carolina se diera cuenta. Porque vamos, ¿qué chico no deseaba conocer el lugar donde dormía su querida novia? Seguramente, allí Sabri habría pasado buenos y malos momentos, donde se habría ocultado sí estuvo molesta, en donde habían existido innumerables “noches de chicas” repletas de secretos y confesiones, aunque si lo pensaba mejor no recordaba que su princesa se relacionara demasiado con otras chicas, por lo que esas pijamadas habrán sido, seguramente, solo con su mejor amigo…

Pero tan solo logró ver un cobertor de cama color violeta, antes de que su rostro fuera golpeado con algo que pudo sentir suave, pero a la vez duro por la fuerza con la que había sido arrojado, que lo hizo tambalear contra la pared tras su espalda.

-¿¡Acaso quieres respetar mi privacidad, Ma…!?-los fuertes gritos de la rubia desaparecieron al ver como su madre se encontraba pegada contra la puerta de su habitación, observando a un golpeado David pestañar confundido sobándose su nariz.

El chico de la puerta de al lado. [LGTB] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora