CAPÍTULO 6.

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Narra René:

-¡Hola René! –Damián entró con una bolsa en cada mano- Traje bebidas.

-Bien –Me volteé y disimule mi lenta caminata-

-¿Tu mamá? –Se arrojó en el sillón, tomó el control y comenzó a cambiar de canales-

-Por ahí –Dije y desaparecí en la cocina, miré la pizza- Está casi lista.

-Huele riquísimo –Se asomó y sonrió-

*No le mires los labios*

Carraspeé y quedé viendo como idiota la puerta transparente del horno.

Justo 10 minutos después nos encontrábamos en la sala comiendo como si fuera la última vez en nuestra vida.

Más tarde salimos a dar unas vueltas por el barrio, Damián iba parloteando sobre nuestra recepción y la ropa que deberíamos usar.

-Yo no pienso presentarme –Dije mirando el suelo-

Caminábamos sin rumbo, estábamos bastante alejados del centro, todo el ambiente estaba tranquilo, además de que había poca gente por esos lugares.

-¿Por qué? –Su mirada me puso la piel de gallina-

-Porque no –Me encogí de hombros-

-¡Puf! –Agitó las manos haciéndome reír- Eso no tiene sentido.

-No tengo la ropa ni ganas de presentarme.

-Podemos ir a alguna tienda y te pruebas algo –Sonrió-

*Lo único que quiero probar es a ti*

Agité la cabeza, mi mente era traicionera.

-¿Me acompañarías?

*Di que sí, di que sí*

-Por supuesto –Asintió-

*¡Genial!*

-Gracias –Dije emocionado-

-No hay de qué...

Salteando el aburrido domingo, llegó el detestable lunes y como todas las mañanas me alisté y salí rumbo al colegio. Damián me miraba fijamente, eso me ponía muy nervioso, creo que es por lo que pasó el viernes con los mellizos.

Entramos en la escuela y vi a Gerónimo y Rafael sentados en los bancos del patio trasero.

Me saludaron y le respondí con una media sonrisa, guardar las apariencias era mejor.

La clase de física pasó lentísima, Damián escuchaba con atención, esta era la última semana de clases.

Todo el mundo hablaba de la dichosa recepción, yo tenía ganas de tomar una escopeta y tirotear a los que no hacían otra cosa más que hablar de eso.

El martes, mi amigo casi no me habló en el colegio y toda la mañana molesté a los mellizos, estaba sin nada que hacer.

-Basta René –Me advirtió Gerónimo- Deja mi cabello en paz...

Rafael rió, su hermano tenía el cabello largo hasta por los hombros y lucía un espléndido corte desmechado.

Yo pasaba mis dedos, y cuando llegaba al final, volvía a empezar.

Me había arrodillado detrás de él en el borde del banco y lo estaba molestando.

Rafael se encontraba frente a nosotros con su cuaderno de dibujos.

-Ya –Gerónimo de volteó riendo-

Su movimiento me tomó desprevenido, perdí el equilibrio y me caí de espaldas sobre el suelo de cemento del patio.

Jadeé y mis pulmones quedaron sin aire, luchaba por respirar, comencé a agitarme, el golpe me había dejado sin aliento.

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