CAPÍTULO 38.

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Narra Damián:

Me encontraba fuera del hospital, esperando a René. Eran casi las 01:50 p.m. y el sol quemaba.

Me apoyé en la pared y la sombra me cubrió, bajé la cabeza. Mis ojos estaban resecos de tantas lágrimas, me dolían y sentía cansado mi cuerpo.

No parecía haber pasado 4 semanas desde que Jake llegó de vacaciones a visitarme, se veía tan ilusionado y feliz, ¿Y ahora? ¿Qué quedaba? Sólo un recuerdo borroso de nuestros mejores momentos, exceptuando la noche que pasamos juntos, esas tardes tomando limonada y escuchando música, salir a correr a la vuelta de la cuadra o acostarnos en mi cama y mirar el techo por un indefinido tiempo mientras hablábamos de cosas sin sentido, a esos momentos me refiero.

Suspiré y miré hacia arriba, ya nada volvería a ser lo mismo. Mis tíos estaban destrozados, su único hijo había muerto por cáncer no detectado, es increíble como la vida los castiga una y otra vez, se empeña en destruirles todo.

Nunca habían podido tener un hijo propio, adoptaron un pequeño niño castaño y pálido como la luna, lo criaron en un ambiente de amor, creció, cumplió 16 años, enfermó y murió. Nada tiene sentido.

Mi tía Wendy no tiene ganas de vivir, Jake era su cómplice, adoraba hablar con él y reír, su risa era tan contagiosa, su buen humor era contagioso y su manera alocada de vivir la adolescencia lo hará inolvidable para nosotros.

-Te voy a extrañar mucho bobo... –Murmuré al cielo y una última lágrima se deslizó por mi mejilla-

...Jake...

Narra René:

De manera acelerada le conté a mi madre lo que había pasado y salí corriendo de mi casa, no podía entender absolutamente nada, Jake había muerto, así, de un día para el otro.

Quería, o más bien, necesitaba ver a Damián. Consolarlo en este momento difícil, por Dios, perder a un familiar no es fácil, si lo sabré yo que perdí a mi padre cuando tan sólo era un niño.

Conocía a Jake desde la infancia, cuando teníamos 7 años, nos veíamos a menudo en la casa de los Zamora, hasta esa edad, él aún vivía en San Diego, luego de unos meses decidieron mudarse a México, porque la situación económica era mejor allá.

Recuerdo como Damián lloraba porque se había ido su primo favorito, sonreí con tristeza.

*Al menos te tiene a ti*

Mi subconsciente me hacía parecer un egoísta, pero era la verdad.

Damián Zamora aún me tiene a mí.

Crucé la calle a toda velocidad y casi me atropella un auto. Agitado y sin respiración llegué al hospital.

Me detuve en la vereda y miré alrededor, encontré a Damián. Estaba recostado en la pared, caminé hacia él lentamente.

En cuanto levantó la mirada y me vio, sus ojos brillaron y corrió hacia mí. Lo recibí entre mis brazos, apretándolo contra mi cuerpo, dejando que su calor se uniera al mío.

Descansó su barbilla en mi hombro, yo acariciaba su espalda y sentí su respiración en mi oído derecho.

-No sabes lo que significa el hecho que estés aquí –Susurró- Te quiero mucho, gracias René.

Mi corazón dejó de latir y me sonrojé, sonreí a medias y pasé mis manos por su cabello castaño.

Al separarnos, me contó detalladamente lo que había sucedido. Yo no podía creer lo que estaba oyendo, era increíble que una persona se desmaye de repente y no reaccione nunca más.

Abrazados entramos en el hospital y nos sentamos en unas sillas plásticas que había en la sala de espera.

Divisé a sus papás y tíos. Se me encogió el estómago al ver llorar sin consuelo a Wendy.

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