Narra Damián:
René no se encontraba dentro de mi campo de visión y comenzaba a preocuparme por él.
Es como mi hermano, lo quiero mucho y cuando desaparece así soy capaz de buscar hasta debajo de las piedras.
Pensé en los mellizos Hernández, a ellos les encantaba molestar a mi amigo, pero sólo cuando yo no estaba cerca.
René debía estar por ahí, solo. Maldición.
Caminé fuera de la sombra de la pared y me dirigí directo al baño de chicos.
Mariana se me apareció en el camino, comenzó a hablarme y sin detenerme le contestaba a veces, ni siquiera sabía de lo que me hablaba.
Entré en el baño dejándola en la puerta, no había nadie allí, me di la vuelta para irme cuando, de repente, escuché unos gemidos que provenían del último cubículo.
Caminé lentamente hasta acercarme a la puerta cerrada, miré por la rendija y casi me desmayo.
Gerónimo y Rafael. Los mellizos.
Pero ellos no eran mi sorpresa, sino René, que se encontraba de rodillas frente a ambos.
Sus ojos estaban rojos por las lágrimas y su labio inferior temblaba. ¿Qué le hicieron esos infelices?
Gerónimo lo rodeó y tomó sus hombros inmovilizándolo.
Rafael se bajó el pantalón y su pene erecto salió disparado hacia adelante.
Espero que no le hagan lo que estoy pensando que le harán.
-No... -Al tiempo que René abrió la boca Gerónimo lo empujó hacia adelante-
El miembro de Rafael fue a parar en la garganta de mi amigo, quien abrió los ojos como platos e intentaba apartarse a manotazos, se estaba ahogando.
Tanteé la puerta y como lo imaginé, estaba cerrada por dentro.
-Shsh, tranquilo –Murmuró Rafael mientras mecía sus caderas-
René comenzó a hacer ruidos de succión con la garganta mientras las lágrimas se escurrían por sus mejillas.
Gerónimo sonreía y tomó las manos de mi amigo, las juntó detrás de su espalda de modo que no pudiera golpear a su hermano.
Basta. No podía seguir viendo esto como si fuera una película porno.
-¡Hey, ustedes! –Empujé la puerta- ¡Déjenlo en paz!
Rafael salió de la boca de Ren y volvió a subirse el pantalón, Gerónimo lo soltó. Ambos miraron a mi amigo y este se encogió de miedo.
Abrieron la puerta y salieron como si nada, me sonrieron de costado, sentí un impulso de romperles la cara a estos hijos de...
Los dejé ir, evitar problemas era mejor, además, si los golpeaba tendría que hablar con la directora, llamaría mi padres y tendría que justificar el motivo de mi ataque, pero no creo ser capaz de contar lo que acabo de ver.
René se recostó por la pared, su mirada se fijó en el techo y me puse de cuclillas junto a él.
-Déjame solo –Dijo roncamente-
-Necesitas lavarte –Lo levanté-
Fue hasta el lavabo, metió agua en su boca y luego la escupió.
-No digas nada de lo que aquí sucedió –Me miró a través del espejo- Olvídalo.
-¿Olvidarlo? –Fruncí el ceño-¿Cómo quieres que lo olvide? No podré mirar a los mellizos y reprimir mis ganas de golpearlos por esto.
Sonrió a medias. ¿Cómo podía sonreír como si nada?
-Estoy bien –Se volteó y suspiró- Ya comencé a acostumbrarme.
-¿Me quieres decir que no es la primera vez que te hacen esto? –Me acerqué-
Sólo negó con la cabeza.
-¡Por Dios santo René! –Exclamé enojado- ¿Por qué dejas que abusen de ti?
Frunció el ceño y apartó la mirada. Se encaminó hacia la puerta del baño para salir al patio.
-¿Quién dijo que puedes irte? –Lo empujé del hombro devolviéndolo al lugar que había abandonado- ¿Por qué nunca me contaste nada de esto? –Señalé los cubículos- Cuando me dijiste que te molestaban nunca imaginé una cosa así. No entiendo por qué te hacen esto.
-Quizás sea mejor que no lo entiendas –Dijo antes de esquivarme y salir del baño-
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Me Gustas Así
Teen FictionRené Castillo era un chico de 17 años, estudiante aplicado e hijo ejemplar, pero detrás de esa fachada de niño bueno había un gran secreto. Era homosexual. No se avergonzaba de su orientación, pero tampoco podía andar gritándola a los cuatro vientos...