CAPÍTULO 16.

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Narra Damián:

Faltaban tres horas para la graduación y yo no tenía ganas ni de respirar.

Suspiré, René... Necesitaba hablar con él. Entré al baño y me di una larga ducha. El agua fría relajó mis músculos y despejó mi mente.

Salí y busqué mi ropa. Me miré al espejo, tenía unas ojeras más grandes que mis ojos y estaba pálido.

Tomé el jean azul, me lo puse, casi podía sentir las manos de René en la parte baja de mi abdomen.

Pestañeé, no podía pensar esas cosas, ¿Qué me pasaba? Soy un chico maldita sea...

Seguí mirando mi reflejo, había demasiados sentimientos mezclados en mi corazón y no sabía qué hacer.

Narra René:

Abroché el último botón de mi camisa, peiné mi cabello hacia un costado, volteé un poco mi rostro, miré mi perfil, negué con la cabeza y lo peiné hacia el otro lado.

Rafael rió divertido, no me decidía, mi pelo era un problema en letras mayúsculas.

Volví a despeinarlo, lo dejé alborotado y un poco paradas las puntas.

-Eso se ve bien –El mellizo sonrió-

-Gracias –Mis mejillas adquirieron un tono rosa-

La puerta del cuarto se abrió, Gerónimo asomó la cabeza.

-¿Ya están listos?

Asentimos, Rafael se levantó de la cama, pasó su brazo por mi hombro y yo lo abracé por la cintura.

Su peinado era juvenil y a la vez brabucón, rapado a ambos lados y en medio de la cabeza un ligero copete, tenía un pantalón azul que hacía que sus piernas parecieran más esbeltas y una camisa negra arremangada hasta los codos.

Su hermano tenía un jean negro bastante ajustado y una camisa blanca, pero lo que sin duda me gustaba era su look, había peinado su pelo desmechado hacia un costado y se formó un flequillo que le enmarcaba el rostro.

Salimos de la casa, afuera estaba bastante fresco y el cielo despejado dejaba a la vista las hermosas estrellas.

Caminamos un buen rato, entre risas y bromas llegamos a un club, afuera había chicos y chicas, con sus trajes y vestidos de gala.

Los mellizos saludaron a casi todos, yo simplemente, me aferré más al brazo de Rafael cuando vi que uno de esos jóvenes no me quitaba la mirada de encima.

Los murmullos no se hicieron esperar, ver a dos chicos abrazos era todo una polémica por aquí y nos miraban con curiosidad.

Entramos, los reflectores nos cegaron momentáneamente, los mellizos cerraron los ojos con fuerza.

-La desventaja de tener ojos azules –Gerónimo sacudió la cabeza-

Yo reí divertido.

-Mejor no te burles –Me advirtió él con un brillo malicioso en la mirada-

Rafael se inclinó y me mordió el labio inferior.

*Qué suerte que está todo oscuro por aquí*

Sonreí al separarnos, había chicos bailando por todos lados, nosotros nos acercamos a una mesa donde estaba la comida.

Me serví un poco de una bebida dulce, no sabía cómo se llamaba pero comencé a beberla.

De pronto, sentí un golpe en mi hombro y me volteé.

-¿Qué quieres? –Lo miré de arriba abajo-

Narra Damián:

Le pedí a mi padre que detuviera el auto, una cuadra más adelante, iban tres chicos, riendo y empujándose.

Hubo un momento, en que a uno de ellos las farolas de la calle le iluminaron el rostro, por el perfil se parecía a René. Lo miré bien, no podía ser él, su cabello alborotado no parecía al que siempre usaba mi amigo.

Le di una vaga explicación a mi papá, quien comenzó a hacer preguntas. Llegamos a la casa de René, respiré hondo y me bajé.

Cuando estuve frente a la puerta de entrada, sentí un nudo en la garganta, necesitaba verlo, abrazarlo, pedirle perdón.

Toqué la puerta un par de veces, el picaporte giró y fue jalado desde adentro.

Lo que vi me dejó sin respiración.

Evangelina, estaba vestida de negro y con los ojos hinchados.

Pensé lo peor; "René se suicidó".

Me cubrí la boca con una mano, conteniendo el sollozo que amenazó con salir.

-¿Qué pasó? –Atiné a preguntar-

-Él se fue –Unos lagrimones cayeron de sus ojos claros, idénticos a los de René-

*Se fue...*

No él no podía estar muerto. Reacciona Damián.

-Los mellizos –Murmuré para mí mismo- Dime Evangelina, ¿René te dijo algo?

-Si –Su voz se quebró- Que era homosexual...

Eso no me esperaba, definitivamente, mi amigo había cambiado muchísimo.

Gerónimo y Rafael. Malditos.

Apreté los dientes con enojo, no puede estar pasando esto...

-¿Qué hiciste? –Estallé-

-Lo eché de la casa –Sollozó-

-¡Evangelina! –Pateé el suelo molesto- ¿Sabes, acaso, con el par que lo dejaste ir?

-No quiso escucharme, al parecer, esos chicos lo quieren mucho...

-¡Ellos no lo quieren sentimentalmente! Lo van a hacer sufrir.

-Lo siento, Damián. Pero no podía dejar que René siguiera viviendo aquí ¿Te imaginas lo que hubiera comenzado a decir la gente?

-Ah –Me crucé de brazos- ¿Te importa más lo que piensen los demás que el bienestar emocional de tu hijo?

-No, yo... -Intentó excusarse-

-Basta, ya oí lo justo y necesario –Me volteé-

Mudé unos pasos, luego detuve mi caminar y volví a mirarla. Ella parecía dolida, las lágrimas surcaban su hermoso rostro.

Mi estómago se encogió, René era un estúpido.

-Lo encontraré Evangelina –Sus ojos demostraron interés-

-¿De verdad? –Dijo bajito-

-Sí, te lo prometo –Levanté mi mano derecha-

Salí de la casa de René, subí al auto de mi padre y emprendimos rumbo a la graduación.

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