CAPÍTULO 21.

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Reí nerviosamente, miré a Rafael y él sólo me guiño un ojo. Sentí un rubor en mis mejillas.

-Bueno... Este...

-¿Qué les parece si vamos a dar una vuelta por ahí? –Preguntó Rafael salvándome del interrogatorio de su hermano-

-Bien –Gerónimo entrecerró los ojos- Voy a dejar estas bolsas en la cocina y ya regreso.

Se volteó y salió de la sala. Escuchamos como se alejaban sus pasos, miré al culpable de mis chupones.

-Eres un tonto –Dije molesto-

-¿Disculpa? –Su ceño fruncido me hizo sonreír- ¿Soy un tonto por dejarte marcas en el cuello? Que yo sepa, eso demuestra lo mucho que te deseo...

Se acercaba y yo retrocedía, él era intimidante, me sentía pequeño e indefenso delante de su anatomía.

Mi espalda chocó contra la pared, el mellizo sonrió al verme acorralado.

-Me encanta esa expresión en tu rostro –Dijo para luego besarme-

Su boca era cálida, no quería separarme y pasé mis manos por su cuello.

Mordí su labio inferior, Rafael rió y me miró.

-Te estás acostumbrando a hacer eso... –Sus ojos azules brillaron con lujuria- Y me gusta...

Sus labios volvieron a cubrir los míos en un beso arrebatador, me dejé llevar por la sensación que provocaba su lengua con la mía.

Me acarició la espalda, sus manos bajaron hasta mis muslos y me cargó sin ningún esfuerzo, para no perder el equilibrio, envolví mis piernas a su cadera.

Me apoyó en la pared, sus besos comenzaron a bajar por mi cuello. Lamio mis chupones, uno por uno.

Con sólo sentir su respiración, un escalofrío me recorrió y algo se endureció dentro de mi pantalón.

-No era necesario hacerme ver esto... –La voz de Gerónimo nos sorprendió-

Rafael me soltó rápidamente y casi me caigo.

-Ahora sé lo que te pasó en el cuello René –Sonrió con picardía-

Uní mis manos por detrás de mi espalda e intenté hacer una pose de niño bueno, aunque no me salía.

-Esta vez es tu turno –Rafael miró a su hermano-

-¿Eh? –Frunció el ceño sin entender-

-Sí, Gerónimo... -Alargó elevando un poco las cejas y sonriendo como si fuera obvio lo que le estaba diciendo-

-¡Ah!... Ya sé a lo que te refieres –Me miró- Ven aquí René.

Abrí mis ojos lo más grande que pude al comprender lo que quería.

-¿No estábamos por salir a dar una vuelta? –Apunté la puerta principal con nerviosismo-

Los mellizos se miraron y aunque parezca increíble, ambos revolearon los ojos con fastidio.

Yo reí al ver ese gesto sincronizado. Estos chicos eran increíbles.

-Está bien –Gerónimo me tomó del brazo- "Vamos a dar una vuelta" –Hizo voz chillona y yo reí-

-Ya tendrás tu oportunidad –Le di un discreto beso en el cuello-

Se mordió el labio inferior. Demonios, este chico SI que era sexy...

Salimos de la casa y caminamos sin rumbo, íbamos en silencio, yo miraba las estrellas que comenzaban a aparecer en el cielo.

Pensaba en mi madre. Le dije muchas cosas y ella también, pero aun así, la extrañaba, después de todo seguía siendo mi mamá.

Y otra persona asaltaba mi mente, unos ojos marrón chocolate que me volvían loco por las noches.

*Damián Zamora*

Mi ex mejor amigo.

Él se había ido con Noelia, ella seguramente lo consolaría bien.

Sonreí irónicamente.

Narra Damián:

SÁBADO A LA TARDECITA.

Me dejaron salir del bendito hospital, igual no era de gravedad mi situación así que no sé por qué tanto alboroto.

Sentía un vacío en mi interior, los ojos claros de René me atormentaron todo el tiempo que duró mi coma alcohólico.

Subí a la camioneta de mi papá, el trayecto hasta mi casa fue en absoluto silencio, él me miraba de reojo esperando al menos una disculpa que nunca le daría.

En un momento, me pareció ver a los mellizos y casi me rompo la nariz al chocar contra el cristal de la ventanilla.

Si, efectivamente eran ellos, pero René no estaba ahí. Sentí una fuerte desilusión, quería verlo aunque sea de lejos.

De pronto, una despeinada cabellera negra llamó toda mi atención. Abrí grande los ojos.

*¡René!*

Narra René:

-¿¡Qué!? –Dije en un alarido- ¿Piensas irte al extranjero?

-Ajá –Asintió-

-Pero Rafa...

-Quiero estudiar. Desde que comenzamos a trabajar en el bar yo estuve ahorrando y creo que es una buena oportunidad para usar ese dinero.

Agaché mi cabeza, estábamos sentados en una banca del parque al que siempre íbamos, miré mis manos y estas temblaban.

-No puedes... -Dije sin darme cuenta-

-Por supuesto que sí, en una semana cumpliré los 18 y podré irme a Londres.

Abrí la boca para contestarle pero Gerónimo llegó con los helados y la conversación se terminó.

Cuando regresamos a la casa no le hablé a Rafael, esa noche dormí con su hermano, quien me envolvió en sus fuertes brazos y yo apoyé mi cabeza en su pecho.

*Duele*

Sí, me dolía saber que Rafael se iría, pero es no significaba que estaba enamorado de él, simplemente lo iba a extrañar.

Pasaron los días y cada vez que miraba el calendario me daba cuenta de que se me formaba un nudo en la garganta.

Finalmente, llegó la mañana más triste de toda mi vida.

Gerónimo me tomó de la mano con fuerza, Rafael compró su boleto y antes de subir al avión, se volteó y sonrió.

Mis ojos se inundaron con lágrimas pero hice un esfuerzo y le devolví el gesto.

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