CAPÍTULO 41.

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Narra René:

El último paseo de Jake por San Diego fue conmovedor, pasamos delante del colegio donde había concurrido cuando niño, rodeamos su parque favorito y las calles que tanto le gustaba caminar al atardecer.

Luego de 30 minutos, todos los automóviles se detuvieron frente al cementerio, estábamos "listos" para sepultarlo.

Damián, su papá, su tío y yo cargamos su ataúd. Los hermanos Zamora iban al frente y nosotros dos detrás.

Nos encaminamos a paso lento al centro del lugar.

Debajo de un gran árbol, y bastante lejos de las demás, habían cavado un hoyo rectangular en la tierra para su tumba.

La mamá de Damián abrazaba a Wendy, quien caminaba sin ganas y sus ojos enrojecidos miraban a cualquier parte, menos a su hijo.

Había dejado de llover torrencialmente, ahora caía una fina llovizna y el cielo gris nos acompañaba en este dolor.

Dos hombres que se encontraban allí nos hicieron bajar el féretro sobre unas correas anchas, una en cada extremo y, con una seña, llamaron al Padre para que bendijera a Jake en su descanso eterno.

Damián y yo nos alejamos unos pasos, él tomó mi mano con fuerza y su padre nos miró con el ceño fruncido.

Traté de comportarme indiferente, pero era imposible.

Rezamos unas oraciones y, con mucho cuidado, comenzaron a bajar el ataúd dentro del hueco con la ayuda de las correas.

Cuando tocó fondo, Wendy cayó de rodillas sollozando y su esposo se acercó a contenerla.

Sentí la mano de mi amigo en la parte baja de mi espalda.

-No sé qué haría sin ti –Murmuró en mi oído izquierdo y me estremecí-

Los dos hombres tomaron unas palas y se concentraron en la tarea de tapar el pozo, no sin antes, dejar que las personas allí presentes tiraran unas rosas blancas adentro.

Luego de unos minutos, la gente comenzó a dispersarse, algunos se despidieron de Wendy, quien estaba quebrada por el dolor y las lágrimas.

-Se me hará muy extraño llegar a casa y no verlo –La voz de Damián sonó ronca- Hacia ya dos meses que convivíamos...

Lo abracé sin dejarlo terminar, me rompía el corazón verlo tan triste.

Cuando nos separamos, ya casi no había nadie allí y seguían echando tierra sobre el ataúd de Jake.

Escuchamos unos pasos y dos personas que discutían.

-¡Espera! –Exclamó alguien evitando gritar-

Damián y yo nos volteamos para reprenderlos.

Rafael y Gerónimo se encontraban a unos metros de nosotros y éste último tenía los ojos llenos de lágrimas.

Abrí la boca al ver a los mellizos.

*Rafael regresó*

Fruncí el ceño confundido, me dijo que volvería en un mes.

*¿Vinieron a buscarme?*

*¿Cómo supieron que estaba aquí?*

*¿Gerónimo llora porque estoy con Damián?*

*La mirada de Rafael me da miedo*

*Venganza*

*Ok, comencé a armarme una película en la cabeza*

-René –Dijo Rafael a modo de saludo-

Damián se colocó delante de mí, me conmovió su intento de protegerme.

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