CAPÍTULO 51.

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¡Hola! Luego de mil años regresé con nuevo cap jajajaja, disfrútenlo porque son los últimos :/

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Narra Damián:

Con René decidimos ir a la universidad, queríamos estudiar la misma carrera y Evangelina estuvo de acuerdo.

En la esquina de la cuadra había un restaurant donde trabajamos como meseros, no nos pagaban la gran cosa, pero por algo se empezaba.

Era divertido, porque a esta altura del año ya no conseguiríamos vacantes en una universidad, así que iríamos el año siguiente. Mientras tanto, trataríamos, en lo posible, de alquilar un departamento para nosotros solos. Ambos teníamos 18 años cumplidos y queríamos vivir juntos en un lugar con privacidad, lejos de los homofóbicos.

René salió del baño y se sacudió su hermoso cabello negro.

-¡Necesito cortármelo, me molesta en los ojos! –Exclamó molesto-

Reí y me acerqué a peinarlo.

-Me gustaría trenzártelo.

-Ja, ja, que chistoso eres, me muero de la risa...

-Ok –Pellizqué su nariz y se quejó- Fue una mala broma, lo siento.

Frunció el ceño y apoyó sus manos en mi pecho.

-¿Quieres ir a la peluquería? –Agité sus mechones-

-Eso no se pregunta –Se apartó velozmente de mí y fue a su closet a buscar ropa cómoda-

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Caminamos unas 20 cuadras, sólo para llegar a una peluquería que a René le encantaba, no podía negarme, hacia pucheros y me podía.

Suspiré y entramos, me senté, tomé una revista y comencé a leerla.

Mi amigo se acercó a la joven castaña que estaba allí, ella lo miró de arriba abajo e hizo una cara extraña. Sus ojos mostraban crítica y rechazo.

René no lo notó porque siguió hablando como si nada, o quizás, si se había percatado del cambio brusco de su expresión y le restó importancia.

-Por eso quiero este –Señaló un corte en la cartelera-

Él ladeó su cabeza y sonrió.

La chica abrió un poco la boca y seguía mirándolo, yo no aguantaba la risa. Mi amigo estaba vestido con una remera suelta de mangas cortas color verde, jean azul oscuro y unas zapatillas simples. Con sólo mirarlo uno se quedaba hipnotizado ante tanto encanto adolescente.

Pero la peluquera no lo miraba con interés, sino casi rozando el asco.

Me sorprendió cuando tomó las tijeras y, en silencio, le indicó a René que se sentara.

Pasaron los minutos y mi amigo se puso de pie luciendo un hermoso corte desmechado.

Sonreí como idiota, él caminó hacia mí y tomó mi mano. Juntos salimos de la peluquería, nos dirigimos a nuestra heladería favorita.

Al entrar, Karina nos sonrió, en realidad, le sonrió a René. Yo rodé los ojos y él me codeó con suavidad.

-¡Hola! –Saludó alegremente-

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