Capítulo IV: Coqueteo

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DEREK

La miro sonreír tan alegremente como siempre y una bandada de recuerdos, que estaban completamente escondidos en mi subconsciente, hace intromisión en mi mente. Ella trepada encima de mí y gimiendo mi nombre, mientras yo pensaba en Susan y en cómo ella me hacía sentir antes de que se marchara de mi vida. Melissa fue una persona que me hizo sentir bien cuando Susan se marchó del país, dejándome más perdido de lo que me encontraba. Ella me ayudaba a no sentirme tan solo, aunque el recuerdo de Susan siempre estaba presente, haciéndome sentir como un miserable, pues Melissa era una buena chica. Miserable por ella, porque Susan era y es la persona que más amo y jamás podría alejarla de mis pensamientos, aunque quisiera. Nadie podía meterse en eso, porque me irritaba demasiado. Incluso Manuel, quien estuvo conmigo durante todo el proceso, me hacía enojar cuando intentaba hacerme olvidar a Susan. No quería que nadie se metiera en eso, pues el recuerdo de lo que viví junto a ella era lo único que me quedaba y nadie tenía el derecho de arrebatármelo; nadie pudo, siquiera Melissa.

Recuerdo cuando la conocí. Estaba en una ferretería comprando unas herramientas para arreglarle un gabinete a Mónica, la mujer que dio a luz a mi luz. Yo miraba una numeración y a mi lado había una chica eligiendo entre un martillo color azul y color rojo. Yo la miré por un momento y cuando ella me miró, aparté la vista. No quería que notara que me reía de ella. Podía sentir que no me quitaba la vista de encima, pero seguí verificando la numeración. Cuando giré nuevamente, ella se me acercó sin más...

-¿Cuál crees que es mejor? ¿El azul o el rojo? -Me preguntó, mostrándome los dos martillos. Yo la miré a los ojos y no pasé desapercibida su belleza. Era realmente hermosa, pero yo no estaba para coquetear con nadie, o al menos en ese momento.

-¿Enserio me estás preguntando eso? -Le dije con amabilidad y no pude evitar sonreír cuando ella me miró con una ceja arqueada.

-¿Qué tiene? ¿Lo encuentras algo estúpido? -Replicó y agitó los martillos en el aire. Yo retrocedí por si se le daba la idea de golpearme con ellos. No la conocía, gente atolondrada existe.

-A decir verdad, sí-contesté y ella rodó los ojos, un acto que me recordó a Susan.

-Eso pensé. Te diré algo... Elegir cuál color de martillo deseo llevarme es como elegir qué tipo de hombre quiero en mi vida-argumentó y fue mi turno de arquear una ceja.

-No entiendo qué quieres decir con eso-debatí y ella rió. Fue una risa dulce, pero no como la de Susan, que podía hacerle cosquillas todos los días con tal de escucharla reír.

-Estos dos martillos son como los hombres; son completamente iguales, tienen la misma función, pero cambian en un solo detalle: el color. Y eso es lo que yo elijo. O sea, que elegir qué color llevarme, es como elegir a un hombre: tendrá la misma función, pero por lo menos tendrá algo que me guste.

-¿Estás comparando a los hombres con un par de martillos? -Solté entre una corta risa.

-Así es. Después de todo para eso sirven los hombres, para dar martillazos-dijo y no pude evitar carcajearme ante su comentario doble sentido. Ella se unió a mis risas.

-Y bien... ¿Cuál crees que debería elegir? -Insistió y yo arqueé una ceja, disfrutando esa pequeña y peculiar charla.

-No pretenderás que elija con cuál hombre debes estar-bromeé y ella rió, pero arqueó una ceja. Realmente esa chica era hermosa-. Está bien, el azul-le dije y ella observó el martillo.

-No era el que quería escoger, pero tú tampoco eras con quien quería hablar, así que el azul no está mal-dijo y dejó el rojo en la estantería. La diversión le dio paso a la curiosidad ante ese último comentario.

Inquebrantable-Mi vecino misterioso 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora