Nuestras almas se mezclaron en un amor inquebrantable, un amor que ni la sombra del pasado pudo apagar. El pasado es pasado si así lo queremos; en mi caso, este sigue en mi espalda.
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25 de diciembre; 11:11 p. m.
DEREK
Hoy hace frío. Mucho. Afuera está nevando, mi cielo. Están cayendo copitos de nieve que brillan por el tintineo de las luces navideñas que tanto insistió Mónica en que pusiera para sentir ese "espíritu navideño" que tanto le encanta. Pero yo no siento ganas de festejar, no siento ganas de hacer otra cosa que no sea observar el cielo y ver cómo poco a poco cae la nieve. Imagino que eres tú, mi ángel, mi hermosa niñita presumida, glaseando las galletas que les hacías a los niños para la Noche Buena. Imagino que eres tú moviendo tus manos con agilidad, esparciendo el azúcar blanco sobre los dulces que tan ricos te quedaban. Los niños están adentro, sentados junto a sus novias, ¿te imaginas eso, Susan? Liam y William, ese par de niños traviesos ya entrelazan sus dedos con los de una chica. Sé que los estás viendo e imagino que estarás muerta de celos al ver que otra mujer besa la mejilla de tus hijos. Hubiera dado lo que fuera por verte actuar con recelo cuando los niños te presentaban a sus novias. Hubiera dado mi vida por ti, Susan, la hubiera dado con tal de que fueras tú quien estuviera aquí. La nieve sigue cayendo y juro que puedo sentirte ahora mismo. ¿Acaso eres tú, mi amor? ¿Acaso estás rozando mi piel a través de la nieve? Recuerdo cómo era tu tacto, recuerdo cada sensación que me provocabas, y es justo lo que siento ahora. Sé que estás aquí, has llegado por mí... y yo estoy listo para unir nuestras almas nuevamente.
