Capítulo XXX: El pasado nos arrastra

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SUSAN

Escucho el repiqueteo de las gotas caer en la ventana. Afuera está gris, el viento sopla tan fuerte que desde donde estoy hace frío: encerrada en una habitación pequeña con solo una vela alumbrando la estancia de manera tenue. He pasado dos días aquí, sin saber nada siquiera de la persona que me encerró. Solo en dos ocasiones escuché la puerta abrirse, viendo un brazo dejándome comida en una bandeja sobre el suelo. No he comido nada, ¿cómo hacerlo? Mi estómago parece negarse a ingerir aunque sea una mísera tostada.

Mis ojos han llorado tanto que ya no los siento; lo único que me mantiene cuerda es el recuerdo de dos figuras correr escaleras abajo y babearme con un beso; el recuerdo de dos brazos tirando de mi cintura y haciendo que mi cuerpo se estremezca... Dios, los extraño tanto...

Un trueno se escucha afuera y doy un respingo. Me despego de la ventana y me pongo de pie. Miro a mi alrededor y mi pecho se hunde; me siento atrapada, llena de miedo, incertidumbre. ¿Qué planea este hombre hacer conmigo? ¿Ya habrán personas buscándome? ¿Derek estará en mi búsqueda? ¿Qué sucedió con Cambridge? ¿Cómo estarán mis hijos, mi familia?... ¿Pasaré el resto de mis días encerrada?...

Suelto un suspiro quejumbroso y comienzo a dar vueltas por la habitación. Afuera no se escucha nada, es como si la casa estuviera vacía. ¿Qué hará ese hombre?, ¿por qué no ha entrado a la habitación? No sé qué es mejor, si su presencia o su ausencia. Me aterra ver su rostro, pero más me aterra no saber qué sucede allá fuera.

Camino hacia la pequeña cama ubicada en el centro de la habitación y me siento en el borde de ella. Recorro con mi mirada cada centímetro de este cuarto y mi estómago ruge con fuerza. Creo que ahora sí me exige comida. Miro la bandeja y frunzo mi nariz con asco: está llena de moscas... ¿Pero por dónde entraron?...

Me levanto de la cama y busco con mi mirada algún orificio por donde las moscas pudieron haber entrado. Finalmente miro el techo y veo una rendija. Suelto un quejido cuando mi estómago vuelve a rugir y me olvido de mi patético intento de entretenimiento.

Me tiro sobre la cama y comienzo a llorar. Lloro en silencio, tragándome cada lágrima, cada gemido, cada lamento. De nada vale llorar, pero es lo único que puedo hacer. Mi vida se ha basado en secretos, miedos, mentiras... Creí que Derek y yo habíamos superado esa etapa en donde nos ocultábamos las cosas, en donde teníamos miedo de afrontar la realidad. Qué equívoco pensamiento. Ambos continuamos con el mismo círculo vicioso, ambos continuamos con la maldita costumbre de pensar solo en sí mismos. ¿Cómo pude ser tan ingenua?, ¿cómo pude ser tan confiada?, ¿cómo antepuse a un desconocido antes que a Derek? Creía conocer a Augusto Cambridge, le di mi confianza, ¡le otorgué el primer lugar en vez de dárselo a mi amor por Derek! ¡Y mira dónde estoy! ¡Encerrada en una habitación con un lunático obsesivo! ¡Y todo por intentar ocultar el pasado! ¡Todo por no hablar cuando tenía que hacerlo!... ¡¿Por qué no hablé hace veinte años atrás cuando ocurrió aquel incidente?!... Por ingenua, por confiada, por inmadura, por ignorante... Debí decirle a mamá en el momento que mi profesor de matemáticas intentó propasarse conmigo, debí decirle a mi padre, debí afrontar la realidad y no ocultarla.

El pasado nos arrastra sin importar el tiempo...

Escucho el crujido del pomo y me levanto de la cama como resorte. La puerta se abre despacio y lo veo. No lo miro a la cara; me cruzo de brazos y miro hacia la ventana. Mi pecho se aprieta con violencia cuando lo escucho cerrar la puerta y aproximarse.

-Hola, Susan-dice, y tan solo escuchar su voz me revuelca el estómago. No digo nada; me limito a mirar hacia la ventana con los brazos cruzados, tragándome las lágrimas-. ¿Cómo estás?-Inquiere y no puedo evitar bufar-. ¿No quieres hablar, mi amor?-Añade y esta vez lo miro con repulsión y le digo entre dientes: -No soy tu amor-sonríe y vuelvo a apartar la mirada.

Inquebrantable-Mi vecino misterioso 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora