Capítulo 25: Viaje a la Ciudad Olvidada

50 3 4
                                    

Capítulo XXV

VIAJE A LA CIUDAD OLVIDADA

Eduardo despertó abriendo poco a poco los ojos, y le sorprendió bastante comprobar que seguía vivo. En ese momento le llegaron a la mente recuerdos fugaces durante su travesía por el océano y cómo acabó desapareciendo en el ojo del torbellino, provocado por el monstruo marino gigante que los condenó a hundirse, en medio de la horrible tormenta que se desató en el mar.

El chico recordó a sus amigos, que también sufrieron su misma suerte, y en un intento inútil por levantarse gritando sus nombres, chilló con un gemido de dolor que lo volvió a tumbar en la arena. Tras un rápido reconocimiento del terreno, afirmó que se encontraba en una misteriosa playa, con las suaves olas del océano acariciando sus zapatos deportivos, y sin otra compañía que la de sí mismo por los alrededores. Se hallaba él sólo frente a un gran acantilado junto al mar.

Se preguntó si había naufragado en una isla desierta perdida en medio de la nada, o si tal vez habría llegado a las orillas del continente norte. Descartó la segunda opción, pues era muy poco probable que tal cosa ocurriera, teniendo en cuenta que la tormenta los había arrastrado en quién sabía qué dirección. Por el momento decidió que debía saber dónde estaba y encontrar a Jack y a los demás cuanto antes.

Trató de levantarse en varias ocasiones, pero le fue imposible. No tenía fuerzas y sus extremidades no le respondían. Estaba completamente agotado, con dolor de cabeza y le dolía todo el cuerpo. Debían de haber pasado horas desde que llegó a la playa, y había permanecido inconsciente desde entonces.

Al cabo de poco más de media hora, y tras muchos intentos, Eduardo logró finalmente levantarse. Su sonrisa triunfadora desapareció enseguida al sentir que le flaqueaban las piernas, y su peor error en vez de descansar fue tratar de caminar. Aún estaba demasiado débil como para moverse.

A los pocos pasos de andar por la orilla de la playa, sintió un repentino mareo que le hizo perder el equilibrio y desplomarse de nuevo sobre la arena. Justo antes de cerrar los ojos y de perder el conocimiento, pudo ver unas sombras a lo lejos que lo señalaban mientras corrían rápidamente hacia él.


El chico despertó de nuevo, pero esta vez en la cama de una extraña habitación. Sorprendido por su buen estado, se sentía mucho más recuperado que antes. No tenía ningún tipo de dolor y su cuerpo casi parecía estar en plena forma.

Bajó de un ligero salto de la cama y se levantó para observar mejor la estancia en la que se encontraba. La luz del sol entraba por las pequeñas ventanas de las paredes y del techo que iluminaban la habitación. Habían varios muebles, entre ellos un par de estanterías, un escritorio en una esquina, una mesa en el centro y dos o tres sillas en su lugar correspondiente.

A la hora de observar las paredes, algo llamó la atención del joven. No se trataba del material con el que estaban hechas, que por cierto no eran ladrillos ni cemento, sino tierra pura con la que se cultivaban los campos y se plantaban los árboles. Lo que realmente sorprendió a Eduardo fue la estructura que mantenía firme la habitación, la que impedía que se cayera todo aquel montón de tierra que la formaba.

Al llevar su mano y tocar una de las grandes columnas blancas, de color entre amarillo pálido y blanco grisáceo, comprobó perplejo de cerca que se trataba de huesos naturales. Dio un salto veloz atrás mientras se limpiaba la mano en la ropa y volvió la vista rápidamente por toda la estancia, con la boca abierta.

No había duda. La estructura que soportaba aquella habitación, y seguramente la de toda la casa, eran puros huesos naturales. A juzgar por el tamaño de esas columnas, de más de dos metros, debían ser restos de animales salvajes muy grandes. No se le ocurrió de cuál podría ser, pero desde luego no recordaba haber visto nada igual en la Tierra. Aquello no podía ser real, no conseguía asimilar que existieran criaturas así.

Final Fantasy: Memories of a PromiseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora