capítulo 9;

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Su sonrisa brilla en la penumbra de la noche.
- Me sienta mal que hayas pagado tú todo - le digo cuando me abre la puerta con gentileza.
- A mí me sienta mal que por mi culpa vayas a llegar tarde - dice mirándome mientras me siento de copiloto.
- Tranquilo, Jon siempre llega tarde - le resto importancia.
Él sonríe para quitarle hierro al asunto, pero noto que está algo tenso.
Isaac se pasa el trayecto contándome una anécdota graciosa de lacrosse en la que Stiles casi sale malparado por culpa suya y de Scott.
- ¡Pero le prometisteis que nada de usar vuestros poderes de hombres lobo! - me quejo cuando él acaba de contarme como le ayudaron a subir a titular a base de entrenamientos llenos de golpes y caídas.
Isaac, quien estaba riendo con diversión, se para en seco, y aparta su vista del asfalto para mirarme.
- No podemos controlarlos - dice con tono realmente serio. Tanto que asusta.
- ¿De verdad? -.
- No - confiesa estallando en carcajadas a mi lado.

* * *
Estoy a 2 metros de la puerta del loft.
Mentiría si dijese que la tensión no era palpable.
Isaac se veía algo incómodo aunque tratase de sonreír desde que bajamos del coche.
Pienso rápidamente para asegurarme de que Jon no estaba dentro del apartamento.
Saco mi móvil y marco el número del teléfono fijo que hay en la cocina del loft.
Cuando pasan 6 tonos, y nadie me lo coge, compruebo que Jon aún no ha llegado.
- Bueno... - Isaac arrastra la palabra mientras se remueve el pelo con incomodidad - la verdad es que hacía meses que no lo pasaba tan bien.
- Estaba por decirte lo mismo - le sonrío mientras apoyo mi espalda en la puerta principal - casi se me había olvidado lo que es reírme hasta que te duele el estómago.
Isaac sonríe de lado con satisfacción.
- No te regodees demasiado por ello - advierto su mirada coqueta.
- Trataré de no hacerlo, pero tu compañía en sí alimenta mi ego - dramatiza él.
No puedo evitar reírme.

De un momento a otro, le noto muy cerca. No me había dando cuenta de que se había estado acercado en los últimos segundos, mientras que me reía.
El estar contra la puerta apoyada me impide cualquier movimiento de escape.
Me sentía algo abrumada por su cercanía. Pero a la vez, estaba empezando a sentir un calor subirme desde las plantas de mis pies hasta mi máscara facial.
Sin embargo, mi cuerpo no mostraba ni el más mínimo deseo de querer alejarse de Isaac.
De su cálido olor a perfume mezclado con la humedad de la noche, de sus grandes manos o de su rostro con gesto de seriedad y concentración.
Simplemente, no quería pensar en las consecuencias.
Isaac me gustaba: me hacia reír, pasar un rato agradable y sentirme bien.
*al infierno con todo*
Me pongo de puntillas y acorto los centímetros que nos separaban hasta rozar sus labios contra los míos.
Capturo su labio inferior entre los míos mientras llevo mi mano hasta su nuca para acercarnos más.
Mis dedos serpentean entre las suaves hebras de su cabello y tiro de él hacia mí.
Su mano se guía a ciegas hasta mi cintura, elevándome mínimamente para compensar su gran altura.
Siento un nudo de calor proveniente de mi garganta, los labios de Isaac y luego sus manos.
Mi nariz roza su labio superior cuando me separo únicamente para tomar algo de aire.
Dirijo mi vista al suelo algo avergonzada por mi osadía.
Lo había interrumpido para poder respirar, pero volver a besarle me parecía descarado.
Isaac interrumpe mis pensamientos cuando coloca un dedo sobre mi barbilla, alzándola, para ser él esta vez quien se lance a continuar el beso.
Éste se torna de dulce e inocente a algo más fogoso.
Coloco una de mis manos en su nuca mientras la otra sigue jugando con su pelo.
Mientras, sus manos serpentean por mi espalda y cintura, enviando pinchazos cargados de electricidad hasta mi médula.

De la nada, oigo un violento giro de pomo, y para cuando me giro, mis peores sospechas se acaban de confirmar.
Jon esta ahí parado, con cara de ni un solo amigo, el pelo revuelto y los puños apretados a ambos costados de su tenso cuerpo.

Isaac se ve obligado a irse con un simple "te veo mañana" por despedida ante los gruñidos de mi primo.
Cuando nos quedamos solos, mi primo me tira una mirada furtiva.
Por algún motivo, me encuentro paralizada en la misma posición en la que Isaac me soltó.
- Pasa - masculla entre dientes.
En dos zancadas, paso al interior del apartamento.
Jon procede a dar un estruendoso portazo para luego clavarme sus ojos como dagas envenenadas.
- No puedes explicarlo. Es lo que acabo de ver. Me has mentido; no has estado con tus amigas, sino que has quedado con el hijo del señor Lahey. - escupe con tono acusador.
Bajo mi mirada hasta fingir que el material que compone el suelo me resulta tremendamente interesante.
- ¿O me equivoco en algo? - alzo mi vista para contestar, pero noto que sus ojos están brillando de un rojo muy muy vivo, lo que en parte me fascina, pero principalmente me atemoriza.
- No... - murmuro. Puedo sentir como empequeñece mi boca de vergüenza.
- Bien. ¿Ahora puedes explicarme por qué demonios me mientes, Maya? - esta vez ha elevado el tono.
- Yo... supuse que no te iba a gustar - confieso mordiéndome labio.
Me prohíbo llorar, por muy nerviosa y avergonzada que esté.
En parte me lo merezco por mentirle.
- ¡Un hombre lobo, Maya! ¿Cómo iba a gustarme algo así para ti? - exclama llevando las manos al cielo con desesperación.
- Tú lo eres, y estoy viviendo contigo - Jon se vuelve con los dedos tirando de su cuero cabelludo (por el que empiezo a temer), para luego girar sobre su eje, mirarme y soltar un bufido.
- Es distinto - excusa - yo soy un adulto responsable.
- Jon, ya no soy una niña, no necesito que nadie me proteja - odio este tipo de sermones.
- ¿Es que no lo entiendes, Maya? - me mira con una mezcla de tristeza y rabia - si Isaac fuera un tipo normal, me alegraría que estuvieseis juntos... ¡Pero es un maldito lobo!.
- Eso no le hace mala persona - reprocho en defensa del chico rubio que todavía rondaba mis pensamientos.
- ¡Pero lo convierte en un peligro para ti! - grita Jon - ¡No puedo permitirte cosas así con Deucallion y su manada de alfas de camino a Beacon Hills...! - comienza a bajar su tono - ...o hasta recién llegados.
- Ya no tengo 5 años, Jon. Puedo cuidar de mí misma - trato de imponerme.
- ¡Son jodidos alfas, Maya! - replica él de nuevo - más fuertes, más ágiles, más listos...
- ¡De acuerdo! ¡Encierrame en una burbuja de cristal, seguro que eso es lo que todos necesitamos! - me volteo dispuesta a salir de la encerrona armada en mi contra en medio de la entrada.
- ¡Quizás debería encerrarte! ¡Pero y en tu cuarto! ¡Por mentirosa e irresponsable! - oigo que me chilla cuando ya estoy subiendo las escaleras.
- ¡No puedes hacer nada de eso! ¡Ni eres mi padre, ni soy una niña, Jon! - chillo de vuelta con toda mi capacidad pulmonar.
- ¡Tienes 17 años y vives bajo mis condiciones! - es lo último que escucho cuando cierro de un portazo la puerta de mi habitación.

No iba a tolerar esto.
Jon no podía meterme en una burbuja de cristal tan solo porque las amenazas se tornaban más y más reales con el paso de los días.
Debía enseñarme a defenderme y valerme por mí misma.
Nunca quiero depender de nadie. En ningún aspecto.
*tengo que arreglar varias cosas...*
Lo primero que hago es desmaquillarme, seguido de ponerme mi pijama, compuesto por una sudadera de la universidad italiana a la que quería ir y unos pantalones de tela a cuadros, para después recostarme en mi cama con el móvil.
Rebusco en mi lista de mensajes rápidos hasta encontrar el grupo que Lydia, Allison y yo compartimos.
Jon se ha enterado. Nos ha pillado besándonos en el rellano cuando Isaac me traía de vuelta a casa. Muchas gracias por lo de esta tarde, chicas. No cómo de que manera agradecerlo xx

Después, busco el nombre de Isaac en mi lista de contactos.

¿Te puedo llamar?
Mi corazón da un vuelco cuando tres puntitos parpadeantes asoman por la esquina de la pantalla.
*¡¡¡¡está escribiendo!!!!*

, claro x

Sin pensarlo demasiado, me encuentro marcando su número con demasiada ansia.
Llevo el altavoz frontal hasta mi oído y sonrío cuando él descuelga casi al primer tono.

- Hola...
- ¿Te la ha liado demasiado?- se ríe desde el otro lado de la línea.
Puedo imaginar sus ojos entrecerrándose.
- ¿No era obvio? - ruedo mis ojos aunque sé que él no puede verme.
- ¿Por qué crees que se molestó más? ¿Por el hecho de que no le dijeses nada o porque soy yo? - a veces olvido que tiene una capacidad auditiva sobrenatural.
- Oye, él... No lo decía con esa intención... - rebusco mis palabras.
- Es igual. Yo le comprendo, Maya. Tampoco creo que esto sea lo mejor para ti. - dice con tono serio.
- ¿Qué? ¿A qué te refieres, Isaac? - trago muy fuerte y temo por que él lo haya podido escuchar.
- Escucha, Maya... Yo - escucho su pesado suspiro desde el otro lado de la línea - yo no puedo darte lo que necesitas. No soy como tú. Sólo podría crearte problemas.
- No te andes con rodeos. Creí que pensabas que esto podría funcionar. - uso sus palabras.
- No es tan sencillo como eso, Maya...
- Sí. Claro que lo es, Isaac - mi pulgar parece guiar solo hasta el botón rojo.

Corto la llamada de inmediato.
Noto mis ojos arder con violencia de impotencia.
*¿realmente creíste que él querría tener algo contigo? Maya por favor, no seas tan ingenua. Hazte un favor*
Y aquí viene mi conciencia diabólica.
No puedo retener el gruñido que sale de mis labios.
Al cual, le siguen varios pares de lágrimas, que retiro con mis pulgares con pinceladas bruscas.
Me levanto de la cama, dejando ahí mi móvil, para sentarme contra la pared.
Me permito un minuto de debilidad acurrucada, regocijandome en la propia repulsión que había empezado a desarrollar contra mí misma.
Odio llorar ante las situaciones tensas o difíciles, porque me hacen parecer una estúpida débil cuando estoy tratando de probarle a mi primo que ya no tengo 5 años.

Un ruido en la gran cristalera de la ventana me sobresalta.
Saco mi rostro de entre mis dos rodillas y alzo la vista.
Me cuesta enfocar mi visión, ya que probablemente tenga los ojos hinchados.
Cuando consigo hacerlo, distingo una sombra en la cristalera.
Noto mi corazón paralizarse en un instante.
La figura vuelve a golpear la cristalera, esta vez parece que con impaciencia.
Hago de tripas corazón, y me arrastro hasta la ventana.
Cargando únicamente con mis buenos reflejos, desbloqueo la delicada plancha de cristal.
- No quería dejar las cosas así - un agitado Isaac intenta recuperar la respiración.
Me llevo el índice a los labios.
- Podría oirnos -.
- Cierto... - dice dirigiendome una mirada de disculpa.
Opto por el silencio como una de ya tantas veces más.
- Solo quería decirte que... Si estás lista y crees que puedes sobrellevarlo, me encantaría que intentásemos algo - Isaac hace que levante mi vista hacia él abruptamente.
Antes de que pueda soltar mi estúpida pregunta de tres letras, Isaac captura mis labios con dulzura.

-7 [Isaac Lahey]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora