capítulo 2; sinapsis

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Se define como sinapsis a la relación de comunicación que existe entre las neuronas y que se basa en la transferencia de información.
Cuando te quedas en blanco ante una pregunta en medio de clase o te paras en medio de una habitación sin saber a qué habías entrado, está función es la que ha fallado momentáneamente en tu cabeza.
Esa especie de cortocircuito es lo que me ocurre cuando me encuentro de nuevo frente a Isaac.
Había pasado tanto tiempo y a la vez realmente tan relativamente poco, que ahora verle me había dejado totalmente en blanco.

- Quería venir a la vez que todos, pero tuve un problema con la moto - dice en primer lugar.

Ladeo la cabeza levemente y veo la moto amarilla justamente detrás nuestra aparcada, en el bordillo de la calle.

Creo que Isaac se da cuenta de que le he pillado mintiendo. Frunzo levemente el labio de abajo con desaprobación.

- ¿Cómo te ha ido en Italia? ¿Y tu familia? - la pregunta sale con tanta naturalidad de su boca que resulta hasta violento.

- Bien - miento sin demasiado esfuerzo.

- ¿Cómo llevas la licantropía? - su tono aterciopelado no resta tensión a la pregunta.

- Esto me parece surrealista, sinceramente... - me doy cuenta de que mi voz es un hilo cuando me oigo pronunciar esto último.

- ¿Qué?...-.

- Me has oído - me retiro un paso atrás. - no puedo creer que estemos manteniendo está conversación.

- ¿Y de qué quieres que hablemos? - noto desdén en el tono de su pregunta y esto me hierve la sangre.

- Realmente de nada. Después de todo este tiempo... no sé de qué podríamos hablar sin que fuese raro-.

- Podemos hablar de cómo te fuiste a Italia sin decir ni media - lanza la daga.

Sienta como una puñalada directa al estómago.

- No tengo que darte explicaciones de nada de lo que decidí hacer. De hecho tú eres el menos adecuado para pedirlas - aprieto mis manos en dos puños.

Se hace el silencio. Dura por más de 4 minutos y medio esta vez.
Sin decir una palabra paso por si izquierda y echo a andar.
En 5 segundos ya tengo una mano agarrándome el antebrazo.

- No he venido para esto - me dice aunque me mantengo de espaldas a él.
Me armo de valor y me enfrento a él.

- ¿Y entonces cuál era tu propósito exactamente? - espeto tratándome el leve nudo que se había empezado a crear en mi garganta.

- Maya, yo la verdad es que me dió pena acabar así contigo... nos entendíamos tan bien que cuando te fuiste noté tu ausencia demasiado los primeros meses. Estuviste presente en mi cabeza más de lo que me gusta admitir... -.

Sorbo mi nariz y fijo los ojos al suelo.
Me debato entre confesarle que yo hasta le seguía teniendo en mente cada cuarto de hora que pasaba, o simplemente no decir nada más.

- Estoy bastante cansada. He tenido un vuelo de casi 14 horas y todavía no he pisado mi casa - me pesa en el alma no poder darle otra respuesta.

- Te llevo a casa - es una afirmación, no una pregunta. Ya nos conocíamos.

*podría negarme, pero acabo antes dejando que me lleve a casa... bájate en silencio, da las gracias y te vas a casa*

Asiento con la cabeza levemente, pero lo suficiente como para que Isaac entienda que acepto su oferta.
Sin miramientos, me subo en la parte trasera de la moto y espero a que él haga lo mismo.

- Una vez me dijiste que sabías conducir una - suelta de la nada - ¿sigues sabiendo cómo hacerlo?.

- Claro, no se olvida algo así -.

- Demuéstralo - ha vuelto su tono desafiante.

Hago una mueca para tantear la seriedad de su propuesta, pero cuando veo que me sonríe y levanta los brazos como diciendo "como quieras" me lo tomo como algo más inofensivo.
Extiendo mi mano y espero a que me dé las llaves y se suba en la parte de detrás.

- Si me subo, ¿me dejas llevarte a comer mañana? - dice cruzándose de brazos.

- Es tu moto, si no te subes me bajo y llamaré a un taxi - respondo cortante.

Isaac se sube sin mediar una palabra más, pero por el espejo retrovisor veo su sonrisa ladeada indicando que no se iba a dar por vencido aún.
Meto la llave y al suave crujido le sigue el despertar del motor.
Meto un poco de puño y hago que la moto vibre debajo nuestra; me estaba divirtiendo probarla.
Sin dudarlo mucho más, despego mi pie del asfalto y le doy rienda suelta al motor de aquel bicho amarillo.

Las calles de Beacon están casi desiertas debido a la hora, y esto hacia que la moto fuera cortando el viento por entre medio de todas las calles.
Era como estar en un universo paralelo. Ya no solo por lo surrealista de la situación, sino porque parecía que las calles del condado se habían puesto de acuerdo para vaciarse justo en ese momento.

Unos minutos después (sorprendentemente no se me hacen tan pesados como para cronometrarlos) ya estamos entrando por la calle de mi edificio.
Aparco la moto en un lado del párking exclusivo para residentes y a la vez deseo que ningún vecino se asomase por el ruido de una moto desconocida y me delatase a mi primo.

- Eso ha estado bien - confiesa Isaac con una expresión de sorpresa en la cara.

- Te dije que sabía - no freno mi breve risa.

- Pensaba que era hablar por hablar - dice ante mi gesto de encogerme de hombros.

- Sabes que no - continúo mientras miro la moto ahora aparcada- el único problema es que aquí no me convalidan la licencia para conducirlas.

- ¡Que les den! - hace un gesto genérico hacia el aire - después de ver eso yo te lo daba.

- Gracias, supongo - me río.

- ¿Y el coche? -.

- Sé llevarlo, pero ni llegué a sacarme el carnet - confieso.

Alza las cejas con divertida reprobación y hace que los dos acabemos riéndonos.

- Isaac explícame qué hacemos hablando de esto... - no puedo contener el suspiro.

- ¿Y de qué quieres que hablemos Maya? - no suena prepotente, ahora es algo más parecido a la exasperación.

- De verdad que no sé de qué deberíamos hablar... -.

- Me da absolutamente igual, joder. Quiero hablar contigo y me da igual si quieres que sea del tiempo, de Italia o de la universidad - se acerca un poco a mí y saca las manos de los bolsillos de su pantalón.
Lleva su mano a mi brazo y este roce hace que me bloquee. No consigo reaccionar.
Tomándoselo como aprobación, Isaac pasa su mano lentamente hasta mi espalda, entre mis omóplatos.
Cierro los ojos con tanta fuerza que temo que note que me estoy esforzando mucho por que no descubra mis acelerados latidos.
En otra inesperada caricia, lleva su mano lentamente hasta mi mandíbula. Coloca su pulgar en el principio de mi oreja y el resto de sus dedos me acunan la nuca.

- Te he echado tanto de menos - fluye de mi boca sin querer.

Él sonríe. Y lo sé, no porque le vea (tengo los ojos cerrados con el pulso martilleando mis párpados), sino porque le noto hacerlo.
Inesperadamente me besa en la base de la cabeza y acto seguido se sube de nuevo a la moto y se aleja en mitad de la noche.

-7 [Isaac Lahey]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora