Capítulo 11: Eliot, mi amable neurologo

1.2K 149 29
                                    

Los días siguientes Mariana evito lo más que pudo encontrarse con Joaquín y Dylan. Salía a correr todas las mañanas con ropa deportiva y atándose el pelo con una colita bien alta. Ella era una persona muy activa, no podía quedarse quieta y dejarse vencer por las malas situaciones. Teniendo una actitud positiva ella sentía que podía mejorar los malos días y gracias a eso estaba lista para superar cualquier adversidad.

Terminando los estiramientos, luego de correr, ya tenía su cabeza bien centrada, para dejar los pensamientos malos e ir por el verdadero objetivo, el día que aún no recordaba, el cual había cambiado su existencia. Tiempo atrás consiguió un turno para un neurólogo especializado en amnesia y ya estaba en la feche. Por la tarde se dirigiría a su consultorio.

Estando allí, solo paso un rato y la secretaria dijo.

― Señorita Being, el doctor Martínez la atenderá ahora.

Dentro, Mariana se encontró con un joven médico, pelo castaño, corto y lacio, sus ojos eran oscuros y se notaba que parecía una persona muy amable. Casi podría decirse que era de su misma edad, así que ella sin pensarlo exclamo.

― ¡Que joven!

Él sonrió.

― ¿Esperabas un viejo?

― No, no me malinterpretes es solo que... ― se pone nerviosa.

― Tengo 27, me acabo de recibir hace poco, mis amigos dicen que soy un bocho con los estudios.

― Ya veo ― se avergüenza.

― Bueno, pasemos a lo importante, estuve revisando los estudios que me mandaste y está todo correcto, tu amnesia no es orgánica, la puedo clasificar como funcional.

― ¿Y eso que quiere decir? ― Mariana pone mucha atención.

― Me mandaste en el Mail, que no recuerdas sobre ese día importante y los estudios dieron que no tienes ningún daño en tu cerebro, no fue por algún accidente, si fuera así, seria orgánica pero como no lo es, es funcional. Quiere decir que sufriste algún acontecimiento traumático ese día, el cual tu mente como mecanismo de defensa lo bloqueo para que no lo recordaras.

― ¿Quiere decir que algo malo me paso y no lo quiero recordar? ― queda más desconcertada.

― Puede que sí, como puede que no ¿Recuerdas que paso el día antes de ese día?

― Ahora que lo menciona... creo que los días anteriores los tengo borrosos como... lagunas en mi mente ― Mariana se ponía pensativa.

― Entiendo, te derivaría a un psicólogo o psiquiatra pero me dijiste en el correo que no estas interesada en una sesión psicológica y no te recomiendo la hipnosis porque no creo mucho en ella.

― Bueno, creo que quede otra vez desde cero ― intenta sonreír.

― Me gustaría ayudarte más pero me dijiste que no tienes a nadie que conozcas para recordarte esos momentos y la ayuda de conocidos es requerida para este tipo de situaciones.

― No se preocupe doctor Martínez, muchas gracias por todo ― se levanta.

― Por favor, dime Eliot ― él también lo hace y le da una tarjeta ― cuando quieras hablar del tema llámame.

― ¿Y el turno? ― Mariana queda confundida.

― Disculpa, no te quise incomodar ― se sonroja ― creo que necesitas un amigo y quiero ser esa persona, si te molesta ― mira para abajo y sigue sonrojado ― no aceptes la tarjeta.

― Que amable ― ella se sonroja y luego dice sonriendo ― ¡Claro! Te llamare, Eliot.

Los siguientes días Mariana y Eliot se siguieron viendo, él era todo un caballero, muy amable y también algo vergonzoso, siempre que decía algo lo corregía. Eliot no era superficial, admiraba a Mariana por su personalidad positiva y alegre, intentaba ser su amigo aunque su corazón decía otra cosa.

Mariana al fin no se sentía juzgada, Cindy se había enojado con ella porque no podía ver a Víctor por la culpa de Dylan y ya no tenía con quien conversar. Al conocer a Eliot, Mariana volvió a tener esperanzas con la amistad y alejarse de los prejuicios que Elizabeth le había traído.

Un día, Mariana evito una reunión de empresarios y se dirigió a una cena con su nuevo amigo.

― ¡Guau! Qué bonito lugar ― ella sonrió.

― Si, me lo recomendaron ― él se sonroja.

― Ja, tu siempre tan tímido, vamos a sentarnos.

Se sientan y continúan la conversación.

― Hey, dime ¿Por qué decidiste ser neurólogo? ― ella pregunta.

― Ah bueno, mi familia es toda de medicina ― reacciona ― quiero decir, todos son médicos, ósea, bueno... entre por ellos pero luego me fascino todo lo relacionado con el cerebro, el sistema nervioso central y las neuronas tienen unas características morfológicas que sustentan sus funciones que... ― se detiene ― perdón, seguro sueno aburrido hablando como doctor aficionado de neuronas ― se calla y mira para abajo todo sonrojado.

― No entiendo mucho pero se nota que disfrutas lo que haces, no tienes porque disculparte ― ella le responde con su gran sonrisa.

― Si ― sigue sonrojado mirando para el suelo.

― ¿Y qué vamos a pedir? ― abre el menú ― espero que no sean neuronas ― bromea ― eso sería extraño ― ella sigue sonriendo.

― Claro que lo seria ― él se ríe.

Terminan de comer, salen del restaurante y se despidieron después de la hermosa velada.

― ¿Te llevo? ― dice él.

― No, está bien ― se sorprende.

― No tengo ningún problema, además no vas a ir sola.

― Bueno, de acuerdo ― y suben al auto.

La deja en la casa y se retira, ella entra, de pronto alguien conocido está en el sillón.

― Hola Mari ― dice Joaquín ― cambiaste a Dylan "competidor" por ese, que mala.

― ¿Qué haces aquí? ― se sonroja al recordar la última vez que hablaron.

― Me esquivas y no me hablas ― hace puchero y luego sonríe ― tenía la felicidad de que también esquivabas a Tritri, pero ahora no solo nos esquivas, te vas con otro, feo, feo, le diré, le diré.

― Cómo si él quisiera escucharte ― se enoja.

― ¡Ah sí! Porque estuviste indecentemente en mi casa ¿Cierto?

― ¡Cállate! Esa fue Liz ― se sonroja y grita.

― Si ¿No es genial? ― se para y agarra su rostro ― me das un besito, por ahí despierta y me das otra felicidad.

― Ándate ― lo empuja.

― Mala ― sonríe ― y no me voy ― levanta el dedo ― ¿O olvidas que duermo en el cuarto de huéspedes?

― ¿No tienes nada mejor que hacer que molestarme?

― ¿Tengo? No, mi padre me suspendió de la empresa, dice que recapacite pero no lo voy a hacer, soy un hombre enamorado ― levanta las manos.

― ¡Uf! Has lo que quieras ― sube las escaleras.

― Claro, eso hare ― y se vuelve a sentar en el sillón.

Al día siguiente, Mariana dormía plácidamente en la cama, de pronto suena el celular.

― ¿Hola?

― Hola, Elizabeth, creo que encontré algo que puede ayudarte a recuperar tus recuerdos ― dice Eliot del otro lado de la línea.

― ¿Qué? ― Mariana dice y se levanta de un salto ― ¿Algo para recuperar mi memoria?

― Si, verás...

De pronto, aparece Joaquín, le saca el teléfono y cuelga.

― No te lo recomiendo ― lo dice muy serio.

Otra vez él se interponía en su camino.

Reencarna solamente una vez (sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora