Epilogo

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-Te ves hermosa en ese vestido, Hayden.
- Y tú en ese traje, Nathan. Quien iba a decir que después de tanto tiempo estaríamos aquí.
-De haber sabido que te verías así, hace mucho te lo hubiera pedido.- Dijo Nathan, depositando pequeños besos en el hombro descubierto de Hayden.- Fui muy romántico cuando te lo pedí.
Hayden inclino su cabeza a un lado dándole mayor acceso a ese lugar.
-Aun no sé cómo se te ocurrió pedírmelo bajo la Torre Eiffel, no suena mucho a ti.
-Tal vez tuve un poco de ayuda.
-¿Los chicos?
-James y Siva organizaron el viaje y Max me ayudo a escoger el anillo.
-Fue hermoso, recuérdame darles las gracias.
- ¿Y a mí no me va a dar las gracias señora Sykes?
-Si mal no recuerdo hace unas horas te acabo de dar el "sí acepto" ante todos nuestros amigos y familiares, y sobre todo frente a nuestros hijos. Esa es una forma de dar gracias.
Nathan atormentaba a Hayden con caricias y besos, pues una necesidad irresistible de compartir la cama con su ahora esposa lo aprisionaba a él. Ella también lo deseaba, se giro para quedar de frente a él.
Se moría de ganas de explorar aquella atracción volátil que sentían ambos y ver hasta dónde podía llegar la onda expansiva.
Su hermosa melena le caía como una cascada sobre los hombros. Los pechos de Hayden asomaban por encima del escote, dejando al descubierto una hermosa piel blanquecina. Podía verle las piernas a través de una abertura en el vestido.
—Se me ocurre otra forma de agradecimiento. —Dijo Nathan de manera seductora.
Le gustaba cómo sonaba aquello. La sonrisa inocente y la fingida sorpresa de Hayden no hicieron más que aumentar la tensión sexual entre ambos. Sus labios buscaron los de ella sin ofrecerle otra escapatoria. Los dos por igual aceptaron la lengua del otro con avidez y ofrecieron la suya.
Nathan inclinó la cabeza y el beso se hizo más profundo. Las manos de su esposa, que lo sujetaban firmemente por la camisa. Las apoyó en su pecho y luego le rodeó la espalda con ellas. Hayden gimió de placer y se deshizo entre sus brazos. Cada caricia de aquella mujer era real y estaba cargada de deseo. Estaban hechos el uno para el otro.
Hayden le quitó la chaqueta por los hombros, momento que él aprovechó para apartar los labios de su boca, respirar y permitirse mirar a la mujer que tenía entre sus brazos.
—Eres preciosa.
A diferencia de las otras veces en que le había regalado un cumplido, esta vez sintió que le creía.
Mientras ella se peleaba con el nudo de la corbata. Cuando la corbata cayó finalmente al suelo, Hayden se inclinó sobre él y dibujó una senda de besos y de caricias por toda la barbilla y el cuello. Su voz, tan sensual, tan de alcoba, no dejaba de hablar entre mordisco y mordisco.
Deslizando una mano por su hombro, Nathan apartó el tirante del vestido y posó los labios sobre la carne entre el hombro y el cuello. Era tan dulce y lentamente la recostó sobre la cama. Las piernas de Hayden rozaban las suyas, su cadera se movía delicadamente en busca de contacto. Todos los músculos del cuerpo de Nathan se tensaron, ansiando sentir la caricia de su piel.
Encontró la carne desnuda de las rodillas y se abrió paso con las manos sobre la suave piel de los muslos. Quería besar cada punto que tocaba con las manos, sentir la respuesta de Hayden. Ella le mordió el labio inferior.
Hayden se peleó con la camisa hasta que hubo desabrochado hasta el último botón y las manos pudieron desplegarse sobre su pecho. Mientras ella jugaba con su cuerpo, Nathan sintió que se le nublaba el entendimiento. Hayden tenía las piernas alrededor de su cintura y el calor que emanaba de entre ellas no hacía más que empeorar la erección de él. Respiró profundamente y se emborrachó del olor que desprendía su cuerpo, enviando una descarga de placer que lo animaba a seguir adelante.
La camisa salió volando en una dirección, el vestido de ella, en otra. Nathan admiró la curva de sus pechos generosos, prisioneros bajo un sujetador de encaje negro.
—Eres hermosa.
Hayden arqueó el cuerpo, empujando todavía más el pecho dentro de la boca.
—Por favor, Nathan —suplicó, y levantó aún más la cadera, buscándolo.—Te necesito —le susurró al oído con aquella voz tan profunda y sensual.
—Y me tendrás —le prometió él.
Se apartó de ella el tiempo justo para quitarse los pantalones, deshacerse de los zapatos y de los bóxers, momento que ella también aprovechó para ladear la cadera y quitarse las braguitas y el sujetador de encaje.
Él se abrió paso entre los muslos de su esposa y buscó sus labios para besarla de nuevo. Esta vez fue Hayden la que se entregó por completo, utilizando la lengua con más esmero y dejándole casi sin respiración. Y él se deslizó en su interior. Su respiración se aceleraba por momentos y había empezado a mover la cadera siguiendo el ritmo.
Sin dejar de mover las caderas, Nathan aguantó cuanto pudo, esperando el momento en que ambos se despeñaran por el precipicio.
—Eres perfecta. Tan apasiona... Y aunque ahora mismo estoy más que satisfecho, la noche es larga y no creo que haya acabado contigo. Esto —continuó, besándola suavemente mientras hablaba— es el comienzo de algo maravilloso.  



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