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    Despierto de mi estupor al sentir cómo la cama se mueve

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    Despierto de mi estupor al sentir cómo la cama se mueve. Restriego mis ojos con el dorso de la mano y ladeo la cabeza, tratando de ajustar mis ojos a la escasa luz artificial y maldiciendo bajo mi aliento. Me separo de Brad, mi almohada especial, para luego enroscarla debajo de mi cabeza en soporte. Había sido un regalo especial de parte de la señora Bloom luego que le comentara mis problemas al dormir. Y sí que solucionaba mi problema: ahora dormía a pierna suelta por horas y horas. Ashton, sin embargo, le guardaba cierto rencor a la almohada. Antes de su llegada, tomaba al rizado como mi almohada personal todas las noches, acurrucándome a su lado y apoyando mi barriga en su abdomen. En sus palabras, apenas lo abrazaba en los desayunos. Me divertía en grande la situación, así que llamé a la almohada Brad, alegando que era mi "dulce amante nocturno"

    Ashton no me habló por dos días después de eso.

    Vuelvo mi cabeza hacia el lado derecho de la cama, donde Ashton se encuentra sentado al estilo indio, observándome cuidadosamente.

    — No quería despertarte— susurra, dándome una sonrisa culpable.

    — No, está bien— me revuelvo hacia arriba, quedando medio sentada y ahueco mis piernas como puedo, cayendo en cuenta de la caja que se encuentra frente a él— ¿Qué es eso?

    —Me lo envió mi madre— responde, un ligero tono de emoción entrelazándose con su acento. Sonrío y apoyo mi cabeza en su hombro, depositando en el camino un suave beso en su pómulo.

    A veces no podía dejar de sentirme privilegiada por tener este tipo de intimidad con él. Nunca dejaba de sorprenderme cada vez que acercaba a mí, en busca de caricias y mimos; y poder corresponderle con toda libertad. Me sentía honrada de poder tener experimentar su cercanía, de sentir sus besos y el tacto hambriento contra mi carne. Podría decirse que era un fiasco con respecto a las demostraciones de afecto. Sin embargo, me esforzaba. Quería que él se sintiera tan querido como me sentía yo en sus afectos.

     — ¿Nervioso?

     — Un poco— admite, jugueteando con las esquinas de la caja— No he sabido nada de ellos en meses. Mamá seguro envió una bomba.

    —No seas exagerado—golpeo su antebrazo sin fuerza—. Vamos. Sé que te mueres en abrirla.

     El rizado suelta un suspiro pesado antes de tomar la cinta adhesiva y retirarla con cuidado. Quita las alas de la caja y revela su contenido. Dentro, habían presentes cubiertos con papel marrón, pequeños artículos resaltando como un pequeño ramo de flores marchitas que inmediatamente lleva a su nariz y la olisquea, cerrando los ojos por unos segundos.

    —Huele a casa— musita con emoción, tendiéndome el ramillo. Inhalo de él y sonrío al sentir el aroma a lavanda que desprende. La coincidencia no pasa desapercibida por ninguno de los dos, observando de inmediato los tatuajes en mis muslos —. A mi madre le encanta la lavanda. En casa tenía como más de diez macetas de ellas. Una vez, Lila y yo nos arreglamos para romper una de ellas

The Great and Beautiful Mistake ♂ Ashton Irwin ♀[EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora