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   ¿Cuánto tarda un corazón en romperse? ¿Una hora o un minuto? ¿Un día o tan sólo un parpadeo? ¿Cuanto dura ese dolor que te deja sin aliento, arrebatándote todas tus fuerzas?

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   ¿Cuánto tarda un corazón en romperse? ¿Una hora o un minuto? ¿Un día o tan sólo un parpadeo? ¿Cuanto dura ese dolor que te deja sin aliento, arrebatándote todas tus fuerzas?

    Exhalo y parece como si todos mis huesos se quebraran. Mi mundo se convierte en cámara lenta. Camino con lentitud, sigilosamente, mis ojos impresos en aquella imagen. Es un milagro que salga de ese lugar sin hacer un escándalo descomunal. Sin embargo, no tengo fuerzas. Estoy muda y mi mente no responde a ningún comando. No siento, no pienso. Parece como si estuviera en automático: camino hacia el elevador, espero pacientemente, mi mirada no deja el piso ni por un minuto. Cuando las puertas se abren, me apresuro hacia la salida, jalando de las mangas de mi jersey y colocándole en mi boca, apretando la tela entre mis dientes. No debo llorar. No debo derrumbarme. No aquí. No ahora.

    Mis pulmones piden a gritos oxígeno, me estoy sofocando. Me estoy ahogando, pero al ver a mi alrededor, veo que el mundo no se ha detenido. Sólo soy yo. Ahora sólo somos Chibs y yo. Mi querida e indefensa Chibs. Me detengo en una esquina, mis manos viajando hacia mi protuberancia. Lo siento, pequeña, le digo, estaremos bien. y yo.

    Debo salir de aquí. La idea es clara como un anuncio fluorescente en medio de la oscuridad. Debo salir de aquí. Detengo un taxi y entro en él con un portazo. Como puedo, tartamudeo la dirección y el chófer asiente. Me quedo estática en el camino, mi mirada cabizbaja. Parpadeo rápidamente, y no me permito cerrar los ojos por mucho tiempo. Porque si cierro los ojos, la imagen vendrá. Y todo lo que queda de mi auto control se perderá.

     No puedo dejar de pensar en lo divertido que resulta todo esto ¡Burlémonos de la chica embarazada! ¡Debió ser divertido ilusionar a la pobre e ingenua Jude! Todo era una farsa. Un chiste. Un simple juego. Una simple mentira. Una vil mentira. Y yo había caído.

    Yo había caído.

    — ¿Señorita?— la voz del conductor se escucha a la distancia. Levanto la mirada, parpadeando las lágrimas— ¿Se encuentra bien?

    No respondo.

- - -

    El resto del camino me concentro en ver la ventana. Y yo odio ver la ventana ¿Saben lo incómodo que es cuando te volteas a mirar a un auto en la calle y te encuentres a miles de personas viéndote con expresión embobada? Pero me concentro en el paisaje borroso, y observo cómo la noche cae con suavidad. Mi cuerpo se siente tan agotado que creo que no podré salir del asiento cuando visualizo que estamos llegando a nuestro destino. Le doy doble propina al taxista y no se cómo me las ingenio de formular una sonrisa mientras que le agradezco. Cuando se aleja me doy la vuelta y, tanteando sobre mis pies, camino indecisa hacia la casa.

     La llave de repuesto se encuentra en el marco de la puerta, en la esquina superior. Me alzo de puntillas y escarbo por un rato, hasta que palpo en las yemas de mis dedos la llave. Abro la puerta y aspiro con profundidad el aroma de mi hogar, aquel aroma que hace que el nudo instalado en mi garganta se tense un poco más. Camino con cuidado por el pasillo hasta llegar a la sala, apoyando mi adolorido cuerpo en el marco de la entrada.

    Mi madre no se percata de mi presencia. En cambio, sigue con su mirada fija en la arcilla que toma vida entre sus manos. Recuerdo que cuando era pequeña me quedaba viéndola trabajar horas y horas. Cómo parecía crear vida con sus manos y un poco de arcilla. Los mechones pelirrojos rebeldes caen de su moño y su cara tiene manchas del material. Segundos después, alza poco a poco la mirada y al verme sonríe radiante, como si hubiera llegado la lotería a su casa.

    — ¡Conejita! ¡Qué sorpresa!— exclama y apaga la máquina, buscando la toalla en su hombro y limpiando sus manos. 

     —Hola, ma— grazno. Mi voz suena chirriante y muerta.

    — Justo estaba pensando en llamarte— habla, colocándose en cuclillas en el suelo y guardando sus cosas—. Conseguí un traje de bebé en el club de la Cuarta Ola que adoré a primera vista. También quería saber si Ashton había llegado y...

    Al escuchar su nombre, mi cara se contrae en una mueca de dolor, tratando de que mi pecho no se quiebre por enésima vez. De mis labios sale un suave sollozo, casi inexistente, que no pasa desapercibido por Solange, que se levanta de inmediato y me mira con expresión preocupada.

    Mamá abre los brazos y no pienso dos veces en correr como puedo a ellos. Ya no quiero ser adulta, quiero por un momento volver a ser una niña, que mi madre me abrace y me bese en la frente y que cure mis rodillas con banditas de Toy Story y un beso. No creo que una bandita de Jesse la Vaquera me ayude en absoluto ahora.

    Me derrumbo sus brazos y lloro. Esta vez no lloro porque mi vida se ha ido al caño, o porque he fallado en una asignación de la escuela, o porque no hay la suficiente cantidad de salsa de tomate en mi pasta. Lloro porque mi corazón está roto en miles de pequeños pedazos, y no creo que se vuelvan a juntar.

The Great and Beautiful Mistake ♂ Ashton Irwin ♀[EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora