12. Traición

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Peter Pan:

No sé cómo lo había hecho el bastardo de Félix pero me había convencido. Me encontraba camino a la jaula donde tenía a Clarisse encerrada, acompañado de una pequeña cesta con comida.

—No me lo va a agradecer —murmuré para nadie en especial.

Estaba casi por llegar al lugar pero no pude evitar detenerme a observar a mi alrededor, rara vez me detenía a admirar mi isla pero desde que vi como Clarisse veía con fascinación cada pequeña planta de Neverland, comencé a hacer lo mismo. Observar cada mágico detalle.
Aunque ella fingía odiar el lugar y todo lo que tuviera que ver conmigo, yo sabía que no era así. Una sonrisa escapó de mis labios sin poder hacer algo al respecto, aquella chica era muy terca por lo que me tenía sumamente interesado saber cuáles eran sus verdaderos pensamientos.

Ojalá ella pudiera admitir que le gusta Neverland.

Seguí mi camino hasta donde estaba Clarisse y sentí un mal presentimiento al ver ramas en el suelo, ramas que pertenecían a la jaula. Corrí haciendo un movimiento con la mano para hacer la jaula descender.

Estaba vacía y le faltaba la parte de arriba.

—Maldita sea —gruñí.

Sentí la sangre hervir y la necesidad de golpear algo se apoderó de mí, en un segundo la canasta con comida se hizo añicos contra un árbol. Pasé mi mano por mi cabello e intenté tranquilizarme.

No pudo haber ido lejos, pensé presa de la frustración.

Me crucé de brazos intentando calcular cuánto tiempo pudo haber pasado desde que había venido a verla y cómo había escapado. Seguramente la estúpida había saltado y en ese momento estaría lastimada.

—¡Ojalá se haya roto ambas piernas! —grité furioso.

En un abrir y cerrar de ojos aparecí en el campamento, busqué a Félix con la mirada y lo vi sentado junto a otros inútiles buenos para nada. Me acerqué a zancadas, furioso.

—Dame una razón para no matarte ahora mismo —dije al llegar.

Los chicos se alejaron dejándome solo con Félix, sabían a la perfección que si no querían problemas conmigo se debían alejar cuando estaba molesto.

—¿Hice algo? —inclinó la cabeza fingiendo confusión.

—¡Clarisse escapó! —gruñí.

—¿Clarisse escapó? —abrió los ojos como platos.

—No es necesaria tu actuación, Félix. Sé que tú la ayudaste —afirmé.

—¿Yo? ¿Y yo qué tengo que ver con su escape?

—Tú te traes algo con esa chiquilla fastidiosa desde el principio, tú dímelo —dije cruzándome de brazos.

—¿Crees que te iba a desobedecer? —dijo ofendido.

Lo observé con detenimiento sin decir nada. Honestamente parecía no saber acerca del escape y no tener algo que ver con eso.

—Entonces alguien tuvo que ayudarla porque es muy idiota para averiguar por si sola que la jaula sí se podía abrir —resoplé.

—Tú prácticamente le dijiste que podía escapar, parecía que eso querías —alzó su rubia ceja.

Golpeé mi frente al recordarlo, mis propias palabras resonaron en mi cabeza haciéndome consciente de la equivocación que había cometido. La había infravalorado, no era tan idiota como creía.

—No creí que usaría un poco el cerebro —admití.

—¿Lo ves? Yo no hice nada —murmuró.

—Lo sé, eres muy cobarde como para desobedecerme —apreté los labios con frustración.

No te pertenezco Peter PanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora