Capítulo extra: La laguna

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N/A: Como Neverland Mermeids nunca existirá en este universo, decidí juntar algunos borradores. Este capítulo no lleva una secuencia con el anterior, pero es parte de la narración de Peter.

ADVERTENCIA: Lenguaje explícito y contenido de carácter sexual, se recomienda discreción.

Peter Pan:

A veces ambos nos dejábamos cegar por la necesidad, aquella que te nubla el pensamiento y que no te deja pensar en consecuencias.

Estábamos en la laguna, a plena intemperie pero ligeramente a salvo porque sabíamos que todos los niños perdidos se encontraban durmiendo. O al menos eso creíamos.

De vez en cuando solía esperarla mientras se daba un baño para cuidarla de miradas curiosas, no necesariamente espiándola como antes lo hacía. Debía admitir que no podía apartar la mirada de ella, no importaba cuántas veces la hubiese visto desnuda nunca tenía suficiente.

—Deja de mirar, me pone nerviosa —dijo llevándose el cabello al frente.

Intentó cubrirse el torso pero su cabello no tenía tanto volumen como ella hubiese deseado, en lugar de sosegar mi mirada que desprendía deseo logró empeorarla regalándome una imagen aún más erótica de la que ya tenía.

El nivel del agua la cubría hasta la cadera, su cabello húmedo apenas cubría sus pechos y su piel estaba cubierta por un brillo provocado por el reflejo de la Luna. Suspiré sintiendo como mi autocontrol se tambaleaba, no podía resistirme a una imagen tan natural e hipnótica.

—Tú eres la que me pone nervioso —le confesé.

Desvió la mirada avergonzada y me dio la espalda, me reí por lo bajo ante su reacción. Era increíble que a pesar de que yo conociera cada centímetro de su piel, de que hubiese acariciado cada rincón de su cuerpo... ella seguía avergonzándose de que la mirara.

Decidí aprovechar que no me estaba prestando atención para jugarle una pequeña broma, deseaba fastidiarla un poco. Tomé su pantalón y lo escondí entre los arbustos, era infantil pero no podía evitarlo.

Cuando terminó su baño y se dispuso a cambiarse, deseé tener alguna manera de conservar la expresión de su cara. Su gesto era un poema.

—Tú, Satán —masculló.

Reí tratando de no ser tan escandaloso por temor a llamar la atención de alguien, era una tarea casi imposible, verla buscando desesperadamente entre las hojas me pareció muy cómico.

—Peter —chilló con frustración.

Le dediqué una sonrisa, ella se cruzó de brazos y maldije que en ese momento ya tuviera la blusa puesta.

—Te la daré con una condición —comencé a negociar.

—Ya no hago tratos por ropa.

Me encogí de hombros en respuesta, no dije una sola palabra y noté que ella comenzaba a perder los estribos.

—¿Qué quieres? —accedió de mal humor.

—Un beso.

Me miró con recelo, ambos sabíamos que era una completa mentira. A pesar de eso se acercó a mí entrelazando sus manos a la altura de mi nuca, la envolví en mis brazos para crear más cercanía.

No te pertenezco Peter PanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora