Peter me dedicó una mirada de lástima, traté de creer que sólo estaba siendo embargado por el sentimiento de tristeza y ternura producido a costa de mis lágrimas. Sin embargo sólo podía ver a un cazador debatiéndose entre darle o no el tiro de gracia a su presa, para evitar una larga y dolorosa agonía.
—¿Recuerdas lo que te dije cuando te traje aquí por primera vez?
Limpié las lágrimas con el dorso de mi mano, poniendo atención en la manera cautelosa en la que él hablaba.
—Sí —asentí—, dijiste que este árbol era especial para ti.
Peter observó el lugar por un par de segundos, evitando posar sus ojos sobre mí. Lo escuché suspirar pesadamente y temí lo peor, instintivamente di un paso atrás.
—Aquí abandoné a mi hijo —confesó.
Solté el aire que contenía, realmente no esperaba que tocara ese tema. Hasta cierto punto me había desconcertado que lo hiciera.
—¿Qué pasó con él? —pregunté, aprovechando su momento de sinceridad.
Se quedó callado, la sangre de su rostro parecía drenarse poco a poco. Apretó sus manos en puños, momentáneamente cerró los ojos y mordió su labio inferior.
Al abrir sus ojos pude ver como brillaban con una profunda tristeza, sin embargo se veía decidido a actuar. No me sentí capaz de temer por mí, estaba más ocupada tratando de deshacerme de la inmensa empatía que sentía por él. Era poco creíble que Peter Pan pudiera desprender tanta tristeza de su mirada, eso sólo significaba que la decisión que había tomado le dolería.
—Se convirtió en un hombre experto en magia, tan inteligente como para lograr el equilibrio entre el poder y el amor. A pesar de mi mal ejemplo logró ser un buen padre y formar una familia. Aprendió de mis errores —agregó con una sonrisa melancólica.
Sentí como el aire escapaba de mis pulmones mientras una sensación fría se extendía por mi cuerpo, por primera vez comprendí porqué Peter se negaba a aceptar sus extraños sentimientos. Sólo había una persona que encajaba con esas características, desgraciadamente conocía a ese hombre.
—No me digas más —susurré.
El suelo parecía comenzar a moverse bajo mis pies, todo giraba a mi alrededor haciéndome caer en un intenso malestar. Mi estómago estaba a punto de vaciarse, trataba de soportar las arcadas tanto como me era posible.
—¿Quieres saber cuál era el nombre de ese niño? —lo escuché, ya que no pude verlo a través de mi mirada borrosa.
Me tapé las orejas con ambas manos, como si así pudiera evitar escucharlo. Cerré los ojos, tratando pobremente de escapar de mi realidad.
—No —negué con la cabeza—, no me lo digas.
—Su nombre es Rumplestiltskin.
Caí al suelo de rodillas, enterré mis dedos en la tierra buscando aferrarme al menos al suelo. Me negué a creerle, no quería creer nada de lo que decía aunque en el fondo sabía que decía la verdad.
—¡Estás mintiendo! —grité con voz húmeda.
No daba crédito, no entendía cómo Peter lograba encontrar nuevas maneras para romperme en mil pedazos, no sólo bastaba con eso, metafóricamente había reducido mi corazón a polvo.
—No —susurró—, no estoy mintiendo.
Me desmoroné, entre sollozos suplicaba que sólo fuera una pesadilla. Que todo fuera un juego mental de Regina, deseaba que aún siguiera bajo su hechizo y que sólo fuera una tortura más.
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No te pertenezco Peter Pan
FanfictionClarisse Gold siempre había llevado cómodos grilletes, vivía atrapada en una jaula de oro. Secretamente anhelaba vivir emocionantes aventuras, deseaba ser la protagonista de su propia historia y no solo el complemento del resto de cuentos de hadas. ...