50. El corazón del verdadero traidor

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Todo parecía ser un mal presagio. Cada hecho que ocurría advertía que alguien terminaría fallando, pero sin poder evitarlo aún existía una pequeña chispa de esperanza. Quería creer en él, no me dejaría llevar por las palabras de Henry que desprendían hostilidad.

Mi obstinación me decía que confiara en Peter, después de todo Peter Pan nunca fallaba.

Al igual que las llamas de la fogata los niños perdidos fueron desvaneciéndose poco a poco, algunos yéndose antes de ser sorprendidos por el sueño y los pequeños que habían sido vencidos por Morfeo iban en los hombros de aquellos que esa noche hacían labor de amables hermanos mayores.

Estaba únicamente con Peter, una vez más Félix se había retirado antes que los demás y ahora sabía el porqué. Cuando se aseguró de que la fogata se había extinguido por completo se acercó a mí, sentándose a mi lado y deslizando la palma de su mano por mi mejilla.

A pesar de que parecía estar siendo analizada por él no aparté la mirada de sus penetrantes ojos, estaba lo suficientemente segura de que no leería mis pensamientos. Sólo estaba buscando algo que pudiera delatarme, un ser como Peter ya era un experto en deducir los pensamientos sin necesitar de magia.

—¿Te pasa algo, cariño?

Su voz y tacto impregnados de gentileza me hicieron morder mi labio inferior, no fui capaz de responder por temor a que mi voz se rompiera.

Sus cejas se juntaron ligeramente, mirándome con curiosidad y con aprensión se acercó con la intención de besarme. Cerré los ojos pero en el instante en que sentí sus labios acoplarse a los míos no pude hacer un solo movimiento, no podía besarlo, tan solo su roce me provocaba un profundo dolor en el pecho.

Peter se separó de mí, parecía dolido por el hecho de no seguirle el beso y podía ver la inquietud que comenzaba a notarse en sus ojos. Suspiré pesadamente insegura de lo que estaba a punto de hacer, desvié la mirada de él para animarme a decir aquello que ya hacia una cosquilleo molesto en mi lengua.

—Hablé con Henry.

El gesto de Peter se desencajó, dejándome en claro que era lo último que esperaba oír.

—Lo elegiste —murmuró.

Se puso de pie dándome la espalda, haciéndome sentir un desagradable vuelco en el estómago.

—No, no es lo que parece —dije comenzando a entrar en pánico.

—¿Es lo que quieres?

Su voz se escuchaba lejana, carecía de emociones. Sabía que eso no significaba nada bueno y temía que pudiera precipitarse a reaccionar de la manera menos favorable.

—Te elegí —dije en voz baja.

No respondió pero pude ver como apretaba sus manos en puños, sus hombros parecían tensarse conforme avanzaban los segundos.

—Peter —lo llamé—, mírame.

Suspiró antes de darse la vuelta y al ver sus ojos cristalizados por las lágrimas mi estómago se encogió, nunca lo había visto tan dolido.

—Te he elegido —repetí—, tú has ganado.

—Gané —murmuró sonriendo sin una pizca de humor—, ¿entonces porqué tengo la sensación de que te estoy perdiendo?

No respondí, no encontraba la manera de justificarme porque no había justificación. Se suponía que debía de confiar en Peter y me encontraba dudando sobre todo lo que él me había dicho, considerando si valía la pena perder todo por un futuro incierto a su lado.

No te pertenezco Peter PanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora