14. "Idiota"

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Peter Pan:

No estaba en mis planes actuar así, no tenía contemplado parecer interesado por Clarisse frente a Tinkerbell, mostrándole una posible debilidad. Definitivamente no me pasó por la cabeza admitir en voz alta que la había extrañado.
Sin embargo, estaba ahí como idiota sin saber qué decir porque ella no había dicho que también me extrañó.

Clarisse no estaba en mis planes.

—Necesito ir al baño —anunció.

Me giré y la miré con diversión.

—¿Me estás pidiendo ayuda? ¿Tus padres aún no te enseñaban a limpiarte por ti misma cuando te traje aquí? —me burlé.

—No seas idiota —rodó los ojos.

—Anda, shu, ve a buscar un árbol y te espero aquí —moví mi mano indicándole que se alejara.

—Tan poco higiénico —murmuró girando sobre sus talones.

Sonreí negando con la cabeza, Clarisse estaba acostumbrada a una cómoda vida en el mundo real y me resultaba especialmente satisfactorio quitarle eso.

Pasaron los minutos y yo comenzaba a desesperarme, no era un secreto que yo no era para nada paciente.

—¿Cuánto puede tardar? —bufé.

Caminé hacia los árboles buscándola y rogando por no encontrarla en una posición incómoda. Incómoda para mí, por supuesto.

No la vi por ningún lado, di varias vueltas hasta que vi pequeñas piedras que supuse ella había puesto.
Era de esperarse que fuese de ella por el mensaje cariñoso, digno de Clarisse.

"Idiota" se leía con las piedras acomodadas estratégicamente.

—Solo a ti se te ocurre dejarla ir sola —me regañé.

Suspiré pesadamente y me concentré para averiguar en dónde podría estar Clarisse.
Cerré los ojos, mis sentidos se fusionaron con la isla y sentí un destello.

La laguna de las sirenas.

Emprendí el vuelo directo a la laguna, no podía permitirme que mataran a Clarisse. Mucho menos lo harían unas sirenas, morir ahogada no era el destino que quería para ella.

Llegué a la laguna y miré en todas direcciones buscando rastro de alguna sirena, no vi a Clarisse por ninguna parte. La preocupación me embargaba, temiendo lo peor.

—Maldita sea —pasé mi mano por mi cabello, con desesperación.

Dirigí mi atención al agua y vi burbujas en una pequeña zona. Corrí hasta el lugar sin saber qué hacer, mi respiración comenzaba a ser agitada.
De un momento a otro salió Clarisse haciéndome dar un salto de sorpresa, se acercó a la orilla y se dejó caer en la tierra.

—¿Qué pasó? —dije con la voz temblorosa.

En una mano llevaba una espada y en la otra un gran mechón de cabello, una trenza azul.

—Esas bastardas, eso pasó —masculló dándose la vuelta.

—Tú, tú, tú escapaste de las sirenas —balbuceé atónito.

—Sí, lo hice —dijo tratando de incorporarse.

—¿Cómo es que tú...?

—Solo tuve que cortar su precioso cabello y la renacuaja me soltó —sonrió con petulancia.

Parpadeé un par de veces y la miré confundido.

—¿De dónde sacaste esa espada, Clarisse?

—Es una isla infestada de chicos, hay armas tiradas por todas partes. Son tan desordenados —negó en desaprobación.

No te pertenezco Peter PanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora